Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Los datos relacionados con la emergencia sanitaria mantienen un empinado ascenso. Preocupan las cantidades absolutas y, más aún, la velocidad con que se incrementan. Ayer el Sistema Nacional de Emergencias informó sobre 533 casos nuevos: hasta hace menos de un mes nunca se había superado el centenar, y el jueves de la semana pasada marcó un récord de 390.
El total de casos activos fue ayer 3.059, y no hace un mes de la primera vez que se superó el millar. Hay 40 personas en cuidados intensivos y hasta el mes pasado nunca habían llegado a ser 20. La proporción de resultados positivos en el total de testeos también muestra una clara tendencia al aumento.
No podemos saber cuál será la situación el 18 de este mes, la fecha prevista para evaluar el resultado de las últimas medidas adoptadas por el Poder Ejecutivo (aunque ya hay quienes demandan que no se espere más para ampliarlas). De cualquier forma, parece indispensable tener muy presentes, además de las normas y recomendaciones que conocemos, por lo menos tres criterios de gran importancia.
El primero de ellos tiene que ver con la percepción social. En los primeros meses de la emergencia sanitaria, la comparación de Uruguay con muchos otros países puede haberle dado a mucha gente la impresión de que había sólo dos posibilidades: seguir a flote o hundirnos. No es así. Ahora estamos muy cerca de un umbral de cambio para peor, pero si lo traspasamos no dejará de importar qué hacemos.
Hay experiencia internacional acumulada sobre distintas maneras de afrontar una fase crítica, y los resultados no fueron para nada los mismos. Los meses que transcurrieron antes de que se empinaran las curvas no sólo nos acercaron al momento en que habrá vacunas disponibles, sino que también nos permiten aprender de esa experiencia ajena.
El segundo criterio se vincula con las políticas sociales. El costo para los sectores más vulnerables fue alto durante los meses en que se podía decir que Uruguay “estaba bien” en términos relativos. Si pasamos a estar bastante peor, ese costo se multiplicará, y por lo tanto será urgente reconsiderar y ampliar el repertorio de medidas paliativas.
Son muy elocuentes, por ejemplo, los datos sobre las ollas populares y los merenderos montevideanos, con meses de desgaste para las personas que sostienen esos servicios y una disminución de los recursos materiales con que cuentan, que en muchos casos llega al desabastecimiento.
El tercer criterio es político. Cuando todo andaba mucho mejor, el Poder Ejecutivo acaparó el protagonismo, no quiso formalizar instancias amplias de diálogo nacional y a menudo ni siquiera dio respuesta a los aportes recibidos. De todos modos, la oposición no instaló un debate partidizado sobre la política sanitaria. Sería bueno que tampoco lo hiciera ahora.
En los últimos días, entre otras cosas por la evidencia de que las cosas empeoran con rapidez, hubo una mayor apertura a la cooperación por parte del oficialismo, tanto en la relación con el gobierno departamental de Montevideo como en la decisión de establecer una mesa de trabajo parlamentaria con representantes de todos los partidos. Por ahí va el camino.
Hasta mañana.