La iglesia Matriz vista desde el Cabildo de Montevideo. Esa fue la primera fotografía tomada en Uruguay, el 29 de febrero de 1840. La imagen fue sacada por un daguerrotipo que llegó en L’Oriental, un buque escuela francés que en 1839 emprendió un viaje alrededor del mundo para difundir el nuevo invento, aunque sólo pasó por Brasil, Uruguay y Chile (luego de su recorrido por Río de Janeiro y Montevideo, el buque naufragó en Valparaíso).

Hoy, el Centro de Fotografía (CdF) de Montevideo invita a recorrer la historia de la fotografía en el país con presentaciones, novedades de su archivo, exhibición de daguerrotipos y sus técnicas, invitados y mapping sobre la fachada del Cabildo (a cargo de los estudiantes de Artes Visuales e Ingeniería de la Universidad Católica).

Como consigna el CdF, el químico y litógrafo francés Nicéphore Niépce exploró técnicas durante décadas, y en 1829 formó una sociedad con Jacques Daguerre, un escenógrafo y pintor que también ensayaba procedimientos fotográficos. Cuando murió Niépce, Daguerre siguió perfeccionando y difundiendo el procedimiento, hasta que el Estado francés le compró los derechos de su invento y lo liberó al uso público.

En la celebración de hoy se volverá a hablar sobre la brasileña Maria Inez Turazzi y su investigación historiográfica de largo aliento sobre la llegada de la fotografía a América del Sur: El Oriental-Hydrographe y la fotografía. La primera expedición alrededor del mundo con un “arte al alcance de todos” (1839-1840), en la que analiza el escenario político, social y cultural de 1839, y su papel en la expansión de la fotografía sudamericana.

El director del CdF, Daniel Sosa, recordó a la diaria que en ese momento se dieron una serie de hechos casuales que potenciaron la fotografía en el país: en la fragata escuela viajaba el capellán Louis Comte, que se encargaba de los servicios religiosos para la tripulación y de las tres presentaciones públicas que se hicieron del daguerrotipo. Después del naufragio, Comte se quedó en Montevideo casi diez años, y se dedicó a enseñar daguerrotipia, francés, latín, dibujo, botánica y geología.

El trabajo de Turazzi, dice Sosa, es una “inédita y profunda” investigación, que el CdF editó en español, portugués e inglés (en enero lo presentó en el prestigioso Instituto Moreira Salles de Río de Janeiro, donde está a la venta). Para el director se trata de “un aporte a la investigación de la fotografía mundial por la importancia que tuvo ese barco en la llegada de la fotografía a América”, y cuenta que, por un lado, “registra todo el imaginario de los viajes y lo prefotográfico con un gran desarrollo, y, por otro, ilustra con imágenes increíbles de distintos museos y archivos del mundo (lo que implicó una importante gestión para pagar su uso), en las que se previsualiza los que vendría después”: la fotografía, los viajes, el mar, lo desconocido.

En el prólogo del libro el CdF plantea que con la rápida expansión y diversidad de los usos de la tecnología, y la transformación de la cultura, la fotografía –como luego hicieron el cine, la televisión y los medios digitales–, motivó diversos relatos sociales que intervinieron las percepciones de la realidad, y los deseos y las subjetividades a lo largo del tiempo, aunque, advierte, “el actual proceso de ‘democratización’ de la tecnología no se caracteriza por un uso consciente”. Por eso, señala que para apropiarnos de la potencia de las imágenes “es necesario saber qué podemos hacer con ellas, qué hacen con nosotros, quiénes, por qué y para qué las producen, cómo circulan y cómo podemos interpretarlas”.