En una entrevista que le realizaron el 21 de enero en Radio Sarandí, el doctor Robert Silva se refirió al Plan 2008 de Formación Docente como un mal plan, y sostuvo que fue creado con el objetivo de atacar y matar a los Centros Regionales de Profesores (Cerp).

Los planes de educación, sobre todo los de nivel terciario, deben ser actualizados con cierta frecuencia. Eso lo aceptamos desde el comienzo, pues presentamos el Plan 2008 con un último artículo que creaba una comisión de seguimiento para recabar información sobre su desarrollo y proponer modificaciones que fueran necesarias. Al principio se puso en funcionamiento la comisión y aparecieron estudios y propuestas, algunas de las cuales se aplicaron.

En cuanto a la afirmación de la intención de matar a los Cerp, basta con la contundente respuesta de la realidad en cuanto a que estos aún existen e incluso están fortalecidos.

Vayamos a las expresiones vertidas en la entrevista. En primer lugar, en cuanto a la afirmación de la intención de matar a los Cerp, basta con la contundente respuesta de la realidad en cuanto a que estos aún existen e incluso están fortalecidos. Nunca fue la intención “matar a los Cerp”. Creo que el doctor Silva sigue, en este aspecto, aferrado a la confrontación de la década de 1990; él fue un actor de primera línea en la reforma de Germán Rama, que fue enfrentada por los gremios de la enseñanza por inscribirse en el proyecto neoliberal de la coalición de blancos y colorados de aquellos años. Si hubo alguna intención de alguien de matar “algo”, fue la del profesor Rama, a quien yo oí decir que el Instituto de Profesores Artigas (IPA) debía desaparecer por ser la formación “anticuada”, “con los ojos en la nuca”, etcétera, para dar paso a los nuevos Cerp, que eran la educación del futuro; y creo que intentó hacerlo, pues cuando se inundaba de recursos a los Cerp se le negaban recursos mínimos al IPA: con una población de 6.000 estudiantes, más de 300 docentes y cerca de 50 funcionarios, el IPA recibía mensualmente una caja chica de 2.500 pesos, mientras que cada CERP, con un promedio de 300 alumnos y menos de la mitad de docentes y funcionarios, recibía una caja chica de 25.000 pesos. Los docentes del mismo grado y antigüedad en los Cerp tenían salarios varias veces mayores que los del IPA. Algunas de estas cosas estaban bien, dadas las circunstancias y la necesidad de afianzar la instalación de dichos centros, pero lo malo es que el IPA, sus docentes, alumnos y funcionarios, no recibieran un trato similar. Esto fue una de las razones de la pelea de esos años.

La nueva administración, y especialmente el Plan 2008, mantuvieron esos derechos adquiridos por los Cerp, pero buscaron equiparar en lo que era posible. Esto se ve claramente en los resultados, que no se condicen con las expresiones del doctor Silva. Veamos: el propio Plan 2008 incluye una resolución que establece que en las ciudades donde haya centros regionales las inscripciones para estudiar profesorado sólo pueden hacerse en estos centros, eliminando la posibilidad de que se inscriban en los Institutos de Formación Docente (IFD) de esa misma ciudad para cursar el profesorado en forma semipresencial, lo que evidentemente fortalecía la existencia de los Cerp. ¿Matar a los Cerp? ¡Un calenturiento disparate!

Veamos datos oficiales tomados de los anuarios estadísticos del Ministerio de Educación y Cultura. Compararemos el año 2003, último para el cual hay información del período de la administración colorada y cuando el doctor Silva era secretario general del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública, con el año 2018, último con datos para la actual administración.

En 2003 ingresaron a los seis Cerp 878 alumnos en total; en 2018 fueron 1.147. En 2003 había 1.980 matriculados; en 2018 eran 3.914. En 2003 egresaron 231 nuevos profesores; en 2018 lo hicieron 268. En cuanto a los docentes, en 2003 había 243 y en 2018, 460. La verdad es que, en la lógica del doctor Silva, el tiro nos salió por la culata, pues en vez de “matarlos” los hicimos crecer y fortalecerse. Pueden hacer todos los análisis que quieran, utilizar toda la retórica torcida que se les ocurra, pero estos son datos, realidades.

En lo que sí tuvimos diferencias desde el comienzo fue con el plan de estudios de los Cerp, segunda causa de disputa. Veamos algunos conceptos. En primer lugar, el plan de estudios era de tres años y así lo fue hasta 2004. Esto tiene inconvenientes graves, como por ejemplo que a nivel terciario universitario un plan de tres años no se equipara a licenciatura, sino a tecnicatura, lo que impedía a los egresados de los centros cursar estudios de cuarto nivel (maestrías, etcétera). Eso lo solucionamos nosotros (en un claro intento de “atacar y matar a los Cerp”, según la lógica del doctor Silva) cuando tomamos una resolución que convalidaba el plan de tres años con el de cuatro para permitir a esos egresados aspirar a dichos cursos. Durante nuestra administración (2005-2009) firmé decenas de estas convalidaciones.

El plan inicial de los Cerp, diseñado por áreas como el ciclo básico reformado de educación media, estaba pensado para formar docentes de dicho ciclo básico, tal como expresó el profesor Rama en una conferencia. Grave error que denunciamos mucho: un docente, si se lo piensa como profesional, no puede ser formado para un plan, sino para el ejercicio de la profesión en todos los niveles y en las condiciones que se le presentan, con permanente perfeccionamiento mediante cursos de posgrado. Pero la propuesta del profesor Rama y su equipo estaba en línea con los proyectos del Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, que proponían una formación mínima y básica para el docente con períodos de capacitación ante cualquier cambio. Todos los planes, programas, textos y pruebas llegarían hechos: los docentes sólo tenían que aplicarlos y recibir cursillos de capacitación cuando fuera necesario (lógica del operario técnico). El Banco Mundial lo dijo expresamente: la formación de los docentes no es una variable importante en la educación (BM, Prioridades y estrategias para la educación, BIRF/BM, Washington, 1996).

Hasta donde sabemos, el Plan 2008 tuvo una sola evaluación imparcial, hecha hace pocos años por la empresa Cifra y cuyo resultado más significativo fue que tanto docentes como alumnos no atribuyeron a este plan la principal causa de los problemas de desafiliación y demora de los egresos (las razones fueron de índole personal, familiar, laboral, la institución, etcétera).

Lo fundamental que hizo el Plan 2008 (con aciertos y errores) fue unificar formación docente a nivel nacional, creando un Sistema Nacional Integrado de Formación Docente, en el que el egresado de Rivera, Colonia o Montevideo tuviera las mismas credenciales académicas. Y, por favor, a no repetir el dislate de que con ello se perdía la contextualización que tenían los centros regionales; este argumento fue, en su momento, un manejo retórico y distorsionado de la realidad, ya que los seis CERP están en regiones muy distintas: Rivera, Salto, Colonia, Florida, Maldonado y del Sur, pero ¡tenían un único currículo! Además, no se forman docentes para trabajar la papa o la madera o la carne o la soja, se forman profesores para trabajar en la educación media, que es la misma desde Artigas a Montevideo y desde Colonia a Rocha (los maestros técnicos tienen una realidad diferente). En cuanto a la aplicación (becas, cargos docentes, recursos, etcétera), se mantuvo en todo el formato anterior, pues lo consideramos necesario para el mantenimiento de los Cerp.

Escribimos en una revista de la Sala de Matemática del IPA (“¿Por qué hay conflicto en la enseñanza?”, Revista Z3, 1996) que compartíamos la creación de los Cerp, pero no la forma; hoy seguimos pensando exactamente lo mismo.

Doctor Robert Silva, no es de buen augurio comenzar una administración con acusaciones y denuestos basándose en falsedades o falta de información.

Oruam Barboza es licenciado en Sociología y magíster en Filosofía. Fue director nacional de Formación Docente.