Hay algo profundamente triste en este deslavado presente que vivimos, que tiene que ver con la forma en que la posteridad atisbará nuestra vida interior y, por su intermedio, nuestra percepción del mundo. Hubo una época, no tan lejana, en que las personas llevaban diarios, escribían memorias y mantenían una intensa correspondencia con diversos corresponsales. Ese archivo escritural privado, que se volvía público cuando alcanzaba la forma de un libro, no tiene equivalente en nuestra contemporaneidad. Ya no hay tiempo para escribir diarios, memorias ni cartas, porque el ritmo de vida ha cambiado y porque, además, tenemos las redes sociales. Si un investigador del futuro quisiera palpar el flujo de inquietudes, gustos y opiniones de alguien que lo antecedió, deberá navegar entre miles de posteos de Facebook, imágenes de Instagram y mensajes abreviados de Whatsapp, hundiéndose en el maelstrom rutinario de lo imperecedero, pues no hay nada más intrascendente que el posteo de ayer, la imagen subida anoche y el mensaje que enviamos hace un rato. En aquella época no tan lejana, si un viajero era cautivado por la contemplación de las ruinas milenarias de una civilización extinguida, escribía varias páginas contando su experiencia, la forma en que había llegado al lugar, el ambiente congelado en medio de la historia; hoy, en cambio, basta con postear una selfie del sitio de marras, con media imagen ocupada por un rostro sonriente en primer plano.

Lo anterior, que puede sonar al lamento de un octogenario mientras alimenta a las palomas en la plaza, se redimensiona y alcanza la contundencia de una bofetada de verdad al leer un libro como Ellos, de la escritora francesa Francine du Plessix Gray (1930-2019): el pormenorizado relato de una vida, de varias vidas, a través de la crónica de toda una época.

Primera persona

Ellos se inscribe con comodidad y destacada soltura en el sitial que ocupan los libros en que sus autores repasan un período de su existencia, o todo lo que llevan vivido. Hay ejemplos de sobra para mencionar, pero puestos a señalar algunas obras notables del rubro, incluyamos en este párrafo a Habla, memoria (1951), del maestro ruso Vladimir Nabokov, La arboleda perdida (1959), del poeta español Rafael Alberti, y Una educación incompleta (1964), del novelista inglés Evelyn Waugh.

En Ellos, de Francine du Plessix Gray, ocurren tantas cosas, se cuentan tantas historias, que al cerrar el pesado volumen el lector tiene la sensación no de haber dejado atrás un libro de memorias sino de haberse deslizado por la entramada estructura de un árbol genealógico, atisbando por entre sus rincones angulados las grandezas y las miserias de cada nombre consignado. En el centro del relato la autora ubica a la exótica pareja conformada por su madre, Tatiana Iacovleff du Plessix (rusa escapada de los bolcheviques, capricho amoroso y musa del poeta Vladimir Mayakovsky, prestigiosa diseñadora de sombreros para damas en Nueva York), y su padrastro, Alexander Liberman (pintor, escultor y destacadísimo editor de las revistas de moda más importantes de Estados Unidos).

“Muertes, separaciones, descubrimientos, desavenencias domésticas, el aprendizaje de la escritura, la tensión de la lengua materna y la lengua adquirida, la sexualidad, el amor, la decadencia física, la muerte y el recuerdo de los que se fueron en la memoria de quienes quedaron son algunos de los temas que jalonan este exuberante libro de memorias”.

Si bien el libro abarca desde una época previa al nacimiento de la autora hasta el presente de la escritura, el foco está puesto en su infancia y adolescencia, cuando, siendo una niña de diez años, acompañó a su madre y a su padrastro en la huida de la Francia ocupada por los nazis, en 1940, y su posterior establecimiento en Nueva York, ciudad que en sordina y no tanto se convierte en otra protagonista del volumen.

Muertes, separaciones, descubrimientos, desavenencias domésticas, el aprendizaje de la escritura, la tensión de la lengua materna y la lengua adquirida, la sexualidad, el amor, la decadencia física, la muerte y el recuerdo de los que se fueron en la memoria de quienes quedaron son algunos de los temas que jalonan este exuberante libro de memorias, pleno de vida, que encuentra una luminosidad agregada en la propia prosa de Du Plessix Gray, en ocasiones cargada de ironía y en otras de una prístina cercanía, que nunca apela al golpe bajo, al liso y llano sentimentalismo.

Fantasmas

Un elemento clave en la narración de toda una vida que cristaliza Ellos tiene que ver con la estela que el pasado ha dejado en el presente de los hechos que se cuentan. La decisión de un bisabuelo, tomada alrededor de un siglo atrás, de pronto se convierte en la clave secreta para entender algo que ocurre en este momento; la negativa de una tía abuela a desplazarse a determinado lugar, revelada en un párrafo de una carta amarillenta conservada en alguna gaveta familiar, ilumina de repente cierto misterio encajado en los intersticios del ahora.

Du Plessix Gray, que antes de contar su vida y la de sus padres escribió las biografías del Marqués de Sade (At home with the Marquis de Sade: a life, 1998) y de Simone Weil (Simone Weil, 2001), trabaja con mano maestra el recurso del detalle, convirtiendo una aparente minucia en elemento central del devenir de toda una existencia. Su sistema queda expresado a la perfección en la introducción de este libro, cuando afirma que “el proceso de atravesar el silencio de nuestros padres, de desenredar las tramas de falsedad que tejen sobre sus verdaderas personalidades, y con frecuencia sobre las nuestras, no es sólo una manera de traer a nuestros amados difuntos de nuevo a la vida; esto también nos ofrece más claridad retrospectiva, más conocimiento de nosotros mismos, que cualquier otra forma literaria”.

En esta época descafeinada y pueril, en la que parece importar sólo el presente, un libro como Ellos nos enfrenta a sus lectores con la latente urdimbre del pasado de quienes nos antecedieron y, por su intermedio, con nuestro propio pasado. Y eso, definitivamente, no es moco de pavo.

Ellos. De Francine du Plessix Gray. Traducción de Ángeles de los Santos. Madrid, Editorial Periférica & Errata Naturae, 2019. 732 páginas.