Me entusiasmé cuando supe que había un documental llamado Miles Davis: Birth of the Cool en Netflix. Al fin de cuentas, Birth of the Cool fue la recopilación en LP (lanzada en 1957) de la mayoría de las grabaciones que el gran músico había lanzado con su noneto, en 1949 y 1950, y que fueron el puntapié inicial en una nueva veta de jazz. Un documental de dos horas sobre esa etapa de Davis, los músicos de su noneto y su enorme influencia hubiera sido bruto regalo a la humanidad en tiempos de pandemia.

Pero no era eso. Se trata de un documental que pretende dar cuenta, en esas meras dos horas, de toda la vida y obra de Miles Davis (1926-1991), uno de los músicos más inquietos y abridores de caminos que haya habido. Se ve que eligieron el título en base a una impaciente recorrida por su discografía, perdiéndose, incluso, algunos otros que hubieran cuajado mucho mejor (Kind of Blue, “algo tristón”; In a Silent Way, “de una manera silenciosa”).

Miles Davis: Birth of the Cool integra la honorable serie American Masters, y en su producción participa la BBC, así que es, por supuesto, una realización técnicamente pulida. Los principales herederos de Miles, sus hijos Cheryl y Erin Davis, son coproductores y aparecen en la película, lo que debe haber contribuido al acopio de materiales audiovisuales: vemos fotos increíbles, muchas de ellas poco o nada conocidas, y magníficamente procesadas. Hay algunas filmaciones de distintas épocas; las decenas de entrevistados incluyen gente que conoció a Miles en su infancia en St. Louis, músicos que tocaron con él, algunas de sus novias, e historiadores y musicólogos jóvenes que emiten su opinión sobre el impacto social de su figura. El director, Stanley Nelson, se especializa en documentales sobre negros estadounidenses, y en esta película concede una importancia especial al impacto positivo para esa comunidad que implicó una figura como Davis, un negro muy exitoso, elegante, rico y respetado. Se abordan también los aspectos amargos del racismo estadounidense, que no dejaron de tener serias repercusiones, aun sobre una figura tan famosa.

También se enfatizan otros aspectos que se adaptan bien a una narrativa, o al recurso de “cabezas parlantes”: su relación con las mujeres y los estragos propiciados por las drogas, seguidos de milagrosas recuperaciones (hubo al menos tres grandes “regresos triunfales” en su vida). Y hay más de tres minutos sobre la grabación de la banda musical de Ascensor para el cadalso (1958), porque se puede ilustrar con fragmentos de la bella película de Louis Malle.

Panorámico

La principal fuente sobre la vida y los pensamientos de Davis es su autobiografía, lanzada en 1990. Aquí se recurrió al actor Carl Lumbly, que lee algunas frases del libro emulando muy bien la voz ronca y la manera de hablar del músico, y, aunque no es muy “auténtico”, funciona.

Quienes la conocen (¿qué fan de Miles no la ha leído?) no van a aprender nada con este documental, aunque pueden disfrutar recordando algún detalle, vitalizado por los aportes visuales. Quienes no sepan nada de la vida de Davis, tendrán una idea rudimentaria de su personalidad privada y su desarrollo artístico, aunque, a los efectos de entender su aporte y su evolución, la película es medio confusa e insuficiente. El relato de su etapa bopera está cruelmente simplificado. En forma absurda, dado el título de la película, su etapa cool es apenas aludida, y no se menciona su influencia ni el camino que abrió.

Otra cosa que oscurece el relato es ese criterio, por desgracia tan común, de encarar una biografía como si fuera un túnel hermético: Fulano hizo esto, luego aquello, fracasó aquí, fue aplaudido allá. El marco en el que actuó casi no aparece. El espectador ingenuo asume que lo que hizo fue excepcional, porque ve gente que parece saber del asunto y que expresa su admiración con emoción, nostalgia y goce, pero no recibe un solo argumento articulado que pueda contribuir a su apreciación de la música de Davis.

Queda claro que la música no es el centro en este documental: suena mucha música, pero sólo pedacitos; no hay una puta pieza de música que podamos escuchar de inicio a fin, ni siquiera de las breves, ni siquiera de las que están filmadas. En el montaje picadito y fragmentario, apenas vislumbramos, si prestamos atención, esa mirada impresionante que Miles ponía cuando soleaba (¿qué diablos vería?). El montaje padece ese temor histérico de que uno se vaya a aburrir si mira una misma imagen por más de cinco o seis segundos o si escucha más de tres frases consecutivas de un mismo entrevistado, y eso, paradójicamente, aplicado a un músico que se caracterizó por su parquedad, por los silencios espaciosos.

Los subtítulos en español no ayudan mucho: cool está sistemáticamente traducido como “genial”, así comohip se reduce aquí a “moderno”.

Uno de los aspectos más fascinantes de Davis, quizá aún más que su precioso sonido de trompeta y su buen gusto para elegir las notas, fue su talento como director musical. Nadie habla de eso, y si fuéramos a concluir algo de las pocas referencias a cómo ensayaba, las concepciones sonoras de sus grupos emanaban mágicamente de su carisma (salvo cuando eran arreglos de Gil Evans). Nelson tuvo la chance de entrevistar a Jimmy Heath, Wayne Shorter, Ron Carter, Herbie Hancock y Jimmy Cobb y al parecer no le resultó relevante preguntar por eso, o lo dejó afuera en la sala de montaje.

El primer quinteto regular de Davis fue quizá el mejor combo de jazz que haya existido, pero la única referencia a su calidad aparece entreverada con otro asunto y ni se entiende bien de qué grupo está hablando, y no hay mención alguna a Red Garland o a Philly Joe Jones (integrantes del quinteto), como tampoco a otras figuras fundamentales que se cruzaron con Davis y contribuyeron a definir sus distintos sonidos, como John Lewis, Gerry Mulligan, Bill Evans, Joe Zawinul, Chick Corea o John McLaughlin.

En suma, esta película sirve como un recuerdo indolente de la trayectoria de Davis, o como una introducción muy primaria. Y vale por el placer sensorial o fetichista de sus imágenes, que no es poco. En todo caso, felices aquellos que se sientan motivados a escuchar música de Miles, mucha de la cual está disponible en línea sin comentarios que la interrumpan.

Miles Davis: Birth of the Cool, dirigida por Stanley Nelson. Con Carl Lumbly. Estados Unidos, 2019. En Netflix.