Durante la transición Carlos Enciso fue anunciado como futuro presidente de la Corporación Nacional para el Desarrollo. Estuvo incluso para la foto que Luis Lacalle Pou se tomó con el gabinete designado, entre ministros, subsecretarios y directores. Pero le cambiaron el destino. No lo dice, pero es evidente que la idea de ser embajador en Argentina lo entusiasma más. “En algún aspecto creo que [fue un cambio] para bien”, apunta el dos veces intendente de Florida, que en 2012 propuso a Luis Lacalle Pou como precandidato presidencial cuando el nombre no aparecía todavía como una opción en las encuestas. Fue el mismo año en que Enciso visitó al entonces gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, en cuyo búnker estuvo tres años más tarde, en 2015, a la espera de los resultados de las elecciones nacionales argentinas que ganó Mauricio Macri. En el búnker de Macri, a su vez, hubo jóvenes floridenses, dirigentes de la lista 62 liderada por Enciso. La anécdota: unos días después, Lacalle Pou estuvo en Florida y tiró un dardo que le cayó al costado. Criticó a “los que se sacaron una foto con el que iba a ganar” en Argentina, aludiendo a los referentes de la izquierda uruguaya que manifestaron adhesión a Scioli. Sentado a su lado, el entonces intendente de Florida sólo atinó a sonreír y apuntar: “Yo no me saqué ninguna foto”.
Estar vinculado a dirigentes peronistas y establecer relaciones directas con gobiernos provinciales e incluso hacer algunos ensayos de ribetes federales dentro de los márgenes de la legislación nacional (como el intento de una policía departamental) son caracteres ya identitarios de un dirigente nacionalista al que le gusta ser visto con ropajes que lo acerquen a algunos espacios y manifestaciones tradicionalmente relacionadas a la izquierda latinoamericana, un tanto a contramano de su ubicación partidaria y espacial dentro del espectro político nacional. En ese marco fue que en 2010, a poco de asumir, una de sus primeras acciones fue acercar a Florida al embajador de Venezuela, Julio Chirino.
A Enciso le gusta ser visto con esos ropajes, pero fundamentalmente con los de un federalista siempre dispuesto a charlar sobre integración regional –de hecho, con él conversaba el ex presidente José Mujica, a micrófono abierto, hace siete años en Sarandí Grande, cuando dijo “la vieja es peor que el tuerto”– y, en especial, sobre federalismo. Sobre esto último intentará tener un sello particular durante su gestión en Argentina, que –enfatiza– no es sólo Buenos Aires, profundizando la relación entre provincias y departamentos, por ejemplo.
Pese a que el canciller Ernesto Talvi anunció que las embajadas tendrán un perfil más diplomático que político, y que “nuestras relaciones son con estados, no con gobiernos”, la designación de Enciso es innegablemente política –independientemente de que fue un estudiante avanzado de Relaciones Internacionales– y el propio ex intendente lo sabe, e incluso lo argumenta, más allá de las razones de lealtad política recíprocas entre él y Lacalle Pou, en una idea del bisabuelo del hoy presidente: para un equilibrio en las relaciones regionales, hay que acercarse al Palacio San Martín, la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina.
Llegó ya el visto bueno de la cancillería argentina.
Estoy conforme, alegre por tener una respuesta de la cancillería prácticamente en el día; es algo que es de estilo, pero a veces se puede demorar un poco más, según las circunstancias. En este caso hubo una forma muy expeditiva por parte de la cancillería argentina, que ahora inicia un proceso interno nuestro a partir de este visto bueno, con la llegada al Senado, la posterior comparecencia en la Comisión de Asuntos Internacionales, y después la votación.
El foco, incluso el de la cancillería, ha estado en la pandemia de covid-19, pero es de suponer que desde que fue anunciado ha podido avanzar en algo.
En todo este proceso hemos tenido una transición muy cordial, muy primaria, sin profundizar demasiado, con el actual embajador [Héctor] Lescano. Por supuesto que para los próximos días estamos esperando instrucciones de la cancillería e incluso alguna reunión con el presidente. Mientras tanto hemos estado leyendo, analizando algunos temas bilaterales; nos hemos puesto en sintonía, luego de un proceso de cambios en el que el presidente nos convidó a evaluar esta otra posibilidad después de la propuesta de presidir la Corporación Nacional para el Desarrollo, que también tenía su avance y su importancia. Es un proceso interesante. Como hombres políticos siempre podemos estar llamados a este tipo de cambios. En algún aspecto creo que es para bien, sobre todo por nuestra vocación históricamente vinculada a las claves regionales, a la integración, a la historia y a lo mejor que debe hacerse, que es seguir profundizando el hermanamiento de los pueblos a través de los gobiernos.
Está claro que es una elección hacia un perfil político. La experiencia venía siendo de dificultades en el relacionamiento cuando había cercanías ideológicas entre los gobiernos, pero pareció mejorar cuando asumió un gobierno que en teoría estaba en el polo opuesto del uruguayo.
Esa es una arista interesante, sobre todo tomando en cuenta lo que pudo haber sido el gobierno de Macri con el de [Tabaré] Vázquez. En algún aspecto, luego de algunos temas de pública notoriedad ocurridos anteriormente, se empezó a normalizar una relación que históricamente ha sido muy importante para Uruguay. En algún sentido vamos a tratar de seguir con lo que se hizo bien, a profundizarlo, a darle una impronta de apoyo técnico diplomático, pero también tomando en cuenta que es de ambos lados: también del lado argentino es una embajada de embajadores, de relación y cercanía al presidente, y con vínculos para cultivar en el entramado social, económico y político de un país tan importante como nuestro vecino hermano.
Si la tan comentada cercanía con actores peronistas fue un factor de peso para su designación, a simple vista es inevitable suponer que también se debió a que podría tener peso a la hora de relacionarse con el gobierno argentino.
Más que por un análisis que pueda venir por el lado de los partidos, el propio presidente [Lacalle Pou], con quien he estado en diferentes oportunidades en Buenos Aires, sabe de nuestra relación personal con el país, con provincias, con amigos e historias que trascienden partidos y que vienen de la época juvenil, cuando teníamos vínculos culturales e intelectuales con foco en la historia, en la integración en la región. Teníamos siempre foros y tertulias con Tucho [Alberto] Methol Ferré, Washington Reyes Abadie y gente que en ese aspecto nos llevó a ver la importancia de la clave regional, de la integración, y que, en esa política pendular que [Luis Alberto de] Herrera decía que teníamos que tener entre los dos grandes vecinos, para tener un equilibrio hay que estar más cerca del Palacio San Martín. Creo que eso es parte de una filosofía que tal vez, en algún otro aspecto, pudo haber tenido en cuenta el presidente para designar a alguien que ayude aún más a profundizar las buenas relaciones que hay que tener.
Dentro de los múltiples frentes posibles a abordar desde la embajada, ¿hay alguno en el que apunte a imprimir un sello particular?
Todavía no tenemos todo el panorama completo, más allá de que algún informe preliminar hemos leído. De todas maneras, creo que va a haber una impronta de intercambio y de profundización de los temas fronterizos, de estar muy atentos a los trabajos de las comisiones bilaterales, como la del Río de la Plata y la de Salto Grande, y de avanzar en la relación entre las provincias del litoral y nuestras intendencias del litoral. En la relación entre gobernadores e intendentes creo que hay una acción para darle una impronta desde nuestra experiencia municipal en la cooperación y en el intercambio. Informando y manteniendo a los gobiernos al tanto, creo que hay una acción interesante; descentralizadora, federal, si vale el término.