Como todos los años, la Universidad de la República (Udelar) adhiere a la Marcha del Silencio, pero en el contexto de pandemia y ante la imposibilidad de marchar por 18 de Julio, el Archivo General de la institución (AGU) decidió hacer algo diferente: identificó a los desaparecidos que de alguna manera estuvieron vinculados a la Udelar, ya sea como estudiantes o como docentes.

En la sección Figuras de la página historiasuniversitarias.edu.uy se incluyeron 41 personas que están desaparecidas desde la época de la última dictadura uruguaya y sus años previos, cuando comenzó a practicarse el terrorismo de Estado. Cada una de las fichas tiene el nombre, la fecha de nacimiento y los datos académicos que hasta ahora pudieron ser recolectados: publicaciones, trayectorias, cargos o la carrera que estaban cursando. La información para estas “historias universitarias” fue extraída de los volúmenes de Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos en cumplimiento del artículo 4º de la Ley 15.848. En sólo diez días se elaboró la lista, y ahora los responsables del archivo esperan seguir ampliando los datos por medio del aporte de quienes conocieron a las víctimas. Para esto llaman a quienes puedan hacer un aporte a comunicarse con el AGU por las redes sociales.

A pesar de que es una iniciativa nueva, el proyecto del diccionario biográfico de personalidades relevantes en términos académicos y de política universitaria surgió hace más de 20 años gracias a la historiadora Blanca París de Oddone, que ideó la propuesta para celebrar los 150 años de la institución.

Vania Markarian, doctora en Historia y responsable del área de investigación histórica del AGU, comentó a la diaria que se cambió el tono de la publicación, ya que “la idea de lo que es la Universidad ha ido cambiando”. “Concebimos una trayectoria no tan celebratoria, sino llena de contradicciones, de memorias que van quedando truncadas, de áreas oscuras y debates internos”, dijo.

La historiadora aseguró que se trata de una ampliación de la forma de entender a la Udelar, ya que la historia de esas 41 personas forma parte de la historia de la institución.

Markarian, que ya ha trabajado en la historia del terrorismo de Estado, dijo que le impresionó el número. “Más de 40 personas estuvieron vinculadas de manera formal. Fueron inscriptas como estudiantes o fueron docentes. No estamos considerando a los egresados”, dijo, pero aclaró que tampoco fue una sorpresa, porque en los años 60, en el período de “radicalización política”, “sabemos que intelectuales, estudiantes y las clases medias fueron los sectores que se volcaron en forma masiva a las organizaciones que trataron de promover distintas formas de cambio social. Ese es un dato que conocíamos”.

La historiadora destacó la importancia de la Udelar en la historia del país, porque fue fundada en 1849 y hasta 1984, cuando se dio permiso a la creación de la Universidad Católica, fue la única institución de educación superior en el país. “Siempre está esa idea de [Carlos] Quijano de que la Universidad es el país. Eso se decía en esas coyunturas complicadas, y la mayoría de nosotros hemos intentado desmontar esa idea, porque muchas cosas de la historia del país no han pasado por la Universidad [...] Sí es verdad que si se empiezan a tirar piolas, gran parte de la historia de este país pasa por la Universidad”. Por ejemplo, explicó que en 1968 los estudiantes fueron los que hicieron crecer al Partido Comunista, a la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay y al Movimiento de Liberación Nacional. “Y no estamos incluyendo, por ejemplo, a Elena Quinteros, que iba al IPA [Instituto de Profesores Artigas], o a los docentes de secundaria”, agregó.

Silencio y pasado reciente

Para Markarian, no existe un silencio sobre lo que pasó en la dictadura y en los años previos, pero sí “posturas muy enfrentadas sobre lo que se recuerda y lo que se olvida”. “El pasado siempre es un terreno de disputa. Pensamos que estos 40 detenidos desaparecidos son parte de nuestra historia institucional; el gesto que estamos haciendo es intervenir en esa disputa. A priori no lo condeno; sobre el pasado siempre hay distintas interpretaciones, sobre todo porque el pasado no existe como tal y sólo existe si hacemos el esfuerzo de hablar de él”, afirmó. “No debería asombrarnos que el pasado sea motivo de disputa”.

La historiadora consideró que lo ocurrido ya no es un pasado tan reciente, y puso el ejemplo de que en 1973 se hablaba del golpe de Estado de Gabriel Terra o de la salida de la dictadura con Alfredo Baldomir como algo que había pasado hacía 30 o 40 años. “Ya tenemos una distancia con respecto a estos hechos [la última dictadura militar], y eso nos permite a los historiadores ponerlos en un continuo un poco más largo. Esto ya no es sólo memoria, es parte de los relatos historiográficos”, sostuvo. Para Markarian, no se trata de “normalizar” lo que pasó, sino de crear “procesos de comprensión que no salgan sólo del trauma histórico: le seguimos llamando ‘pasado reciente’, pero es una etiqueta que está quedando un poco gastada”.

La investigación de la época, explicó, no puede limitarse a los relatos que voluntariamente hacen quienes vivieron aquel período. “Primero supimos lo que ellos contaban. Muchas de esas personas se convirtieron luego en analistas de su propio proceso político-social. Los leímos e intervienen en la discusión pública, pero ese fue el primer acceso. Los historiadores de mi generación empezamos a ver cosas de ese pasado que no estaban en el relato de los protagonistas, porque no era la forma en que ellos las habían vivido, porque su memoria estaba filtrada por todo lo que les pasó”, entonces empezaron a estudiar cosas que no habían sido contadas, como por ejemplo “los vínculos entre la contracultura juvenil y los espacios de militancia”. “Hasta hace muy poco la mayoría de los militantes no hablaban de eso, hablaban del compromiso, de lo que pasó en la dictadura, de las violaciones a los derechos humanos, y quedó un poco borrada esa dimensión juvenil, cultural, que para nosotros es parte de la historia”, afirmó.