Para enfrentar a la covid-19, los gobiernos de todo el mundo comenzaron a cerrar fronteras, a detener vuelos y a colocar a los militares en la calle para obligar a las personas a guardar cuarentena. Estos esfuerzos no fueron suficientes en Estados Unidos, porque el virus ya había llegado; ninguna fuerza militar detendría su propagación. El coronavirus ya había llegado al continente, cruzado los vastos océanos, y no provenía de inmigrantes o refugiados empobrecidos, sino de individuos que habían viajado a Europa y Asia de vacaciones o por negocios en aviones y cruceros.

Actualmente, en Estados Unidos, más personas han muerto a causa de la pandemia que en las guerras de los últimos 50 años. Hasta el jueves 12 de mayo, se registra que el virus ha cobrado la vida de más de 80.900 personas y 1.351.248 personas han sido infectadas de covid-19, según el Centro de Recursos de Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins.

La covid-19 expone la desigualdad en el país

Al inicio, hace sólo seis meses, la narrativa en los medios era que nos enfrentábamos a un virus que no discrimina. Toda la humanidad era susceptible a la infección, independientemente de su género o etnia. Sin embargo, las personas en situación de pobreza, con enfermedades respiratorias, y los ancianos comenzaron a notar que no todo era igual. Aunque todos estábamos en el mismo barco, no todos estaban en el mismo nivel. Las comunidades empobrecidas, así como las afroestadounidenses, nativas americanas y migrantes, estaban comenzando a ver los impactos de la muerte cara a cara.

La covid-19 exacerbó las situaciones críticas en las poblaciones minoritarias y las comunidades que aún sufren los impactos de la política discriminatoria del gobierno de Estados Unidos.

Los reportes de las muertes comenzaron a mostrar la disparidad: los primeros datos que surgieron del epicentro del virus en la ciudad de Nueva York expusieron que las internaciones y la necesidad de ventiladores eran mayoritariamente para afroestadounidenses, según lo informado por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades.1 La covid-19 exacerbó las situaciones críticas en las poblaciones minoritarias y las comunidades que aún sufren los impactos de la política discriminatoria del gobierno de Estados Unidos.

La pandemia mostró su rostro de muerte, enfocándose principalmente en los ancianos y en las comunidades de los considerados “trabajadores esenciales”. Al instante, los médicos y enfermeras que trataron a los pacientes fueron aclamados como héroes, mientras que, lentamente, el país comenzó a ver que todas las personas obligadas a trabajar no eran necesariamente héroes, sino que se sacrificaban para que el país pudiera continuar “abierto”. Los conductores de autobuses, los trabajadores de las tiendas de comestibles, los empleados de gas, los trabajadores agrícolas, los procesadores de carne, los trabajadores de fábricas y los empleados de comidas rápidas conforman algunas de las personas peor remuneradas en la economía del país. Sin embargo, los individuos en estas profesiones estaban en primera línea en términos de exposición al virus. En una sociedad capitalista como Estados Unidos, las mismas personas que trabajan de 12 a 14 horas son las que viven el día a día; ganan menos de lo que necesitan para pagar el alquiler, la comida, los suministros, etcétera.

Priorizar la riqueza sobre la salud

El número de personas infectadas fue creciendo diariamente en el país y quedaron de manifiesto las carencias en materia de infraestructura y personal médico. La falta de equipos de protección personal, ventiladores y materiales necesarios ha puesto de relieve la grave falta de fondos y la naturaleza privada de la cobertura de salud en el país. Sin embargo, lo que no está claro es si las personas entienden que no hay un sistema público de salud en Estados Unidos. A diferencia de los países más pobres del mundo, que tienen cobertura básica de salud pública, la mayoría de las personas en Estados Unidos tienen planes privados.

Los y las ciudadanas de este país pagan primas mensuales a empresas privadas y organizaciones de gestión de la salud para proporcionar su cobertura. La incapacidad de proporcionar cobertura básica pública tiene una larga historia de discusiones en Estados Unidos. Entre tanto, el libre mercado se benefició de los temores al socialismo y al populismo. 

A medida que la pandemia creció en número de infectados, los informes del gobierno mostraron una falta de preparación para la crisis que se avecinaba, la desesperación por la pérdida de vidas quedó en un segundo plano y surgió la preocupación por la caída de la economía que significaba el alza en desempleo, que desde principios de marzo pasó de 5% a 20%. La respuesta de los gobernadores de estados no se hizo esperar; un claro ejemplo fue la del vicegobernador de Texas, quien declaró: “Aquellos que tenemos más de 70 años nos ocuparemos de nosotros mismos. Pero no sacrifiquemos el país”.2 La súplica apasionada de reiniciar la economía, a riesgo de aquellos que son mayores o médicamente vulnerables, muestra de primera mano cómo la clase gobernante del país ve a los gobernados como objetos que se utilizarán para el crecimiento y el beneficio de la economía.

Entonces, para salvar la economía, comenzaron a firmar el cheque más grande, la vacuna rápida que necesita la economía para salvarse: la inyección de dinero a grandes empresas, negocios y universidades, que fue recibida con aplausos. Mientras tanto, cada 12 minutos en la ciudad de Nueva York una persona muere de covid-19. 

El racismo emerge una vez más

Si bien la mayoría de los países del mundo tiene órdenes de refugiarse en cuarentenas obligatorias para controlar el virus, pequeños segmentos de la población estadounidense, mayoritariamente blanca, creen que las medidas afectan sus libertades y derechos. Alentados por los discursos de Donald Trump de abrir la economía, o convencidos de que la covid-19 realmente no es tan grave, los manifestantes, principalmente blancos, adornados con la parafernalia “Make America Great Again” (un sello distintivo de la campaña presidencial de 2016 de Donald Trump) protestaron contra las órdenes que fueron diseñadas principalmente para garantizar su seguridad y la de los demás. Las protestas fueron protagonizadas por una mezcla de simpatizantes del presidente, entusiastas de los derechos de armas y activistas del Tea Party.3 En Michigan, los manifestantes armados violaron las normas de distanciamiento social para protestar, mostrando cómo los hombres blancos pueden portar armas, a diferencia de lo que sucede en otras protestas, en las que los agentes de Policía arrestan a personas negras por protestar pacíficamente.

Para dar una imagen de control y de autoridad, el Trump comenzó a brindar sesiones informativas diarias de prensa sobre covid-19, pero a menudo se convirtieron en discursos racistas y ofensivos contra China, con una notable falta de comprensión de la pandemia y del virus, y un insensible desprecio por la vida.

La realidad es que millones de hogares no pueden teletrabajar, y no trabajar es equivalente al hambre, debido a la imposibilidad de pagar las facturas, el alquiler o la cobertura médica. Algunas personas pueden pensar que esto se debe a que el sistema está funcionando defectuosamente. Sin embargo, el sistema funciona bien para unos pocos privilegiados, mientras que el resto de la sociedad se sacrifica por la economía. De hecho, los ricos se vuelven más prósperos como resultado de esta pandemia, mientras que los pobres se vuelven más pobres.

La desigualdad en Estados Unidos no es nueva, está arraigada en la fundación del país y en el transcurso de más de 400 años de historia. Sin embargo, en momentos de crisis y pandemias, las sociedades tienen la oportunidad de reorientar y priorizar los valores, y la revisualización de la desigualdad aquí puede conducir a un cambio real. Para que esto ocurra, debemos analizar honestamente no sólo la respuesta actual ante el virus, sino también la estructuración de la sociedad. Durante décadas, el sistema económico del país ha seguido ampliando la brecha entre ricos y pobres. En esta situación, ¿qué esperanza podemos tener? El gobierno de Trump ha fallado y continuará haciéndolo mientras sólo apoye a corporaciones y líderes conservadores de la iglesia evangélica que apoyan su campaña de reelección.

Yenny Delgado es psicóloga, teóloga y especialista en desarrollo. Reside en Washington DC, Estados Unidos.


  1. “COVID-19 en grupos de minorías raciales y étnicas”. Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Consultado el 6 de mayo de 2020. 

  2. “El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, sugiere que él y otros adultos mayores están dispuestos a morir para que la economía vuelva a funcionar”. Noticia de NBC consultada el 1º de mayo de 2020. https://www.nbcnews.com/news/us-news/texas-lt-gov-dan-patrick-sugiere-él-otros-mayores-dispuestos-n1167341 

  3. Russell Berman, 23 de abril de 2020. https://www.theatlantic.com/politics/archive/2020/04/coronavirus-protests/610363/