De un lado, la clase política, que con muy pocas excepciones respalda el accionar del presidente Alberto Fernández, y las (duras) restricciones a la circulación que ha ordenado ante la pandemia del coronavirus. Del otro, la gente que inunda las calles de Buenos Aires los fines de semana, los empresarios que abren las puertas de sus comercios, los periodistas que editorializan haciendo hincapié en una situación económica que se perfila cada vez más difícil.

Este sábado Fernández informó que la cuarentena se extiende dos semanas más, hasta el 7 de junio. Este domingo el jefe de gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, daba detalles de cómo deberá endurecerse la cuarentena en Buenos Aires. Pertenecen a los principales bloques políticos de Argentina –Fernández, al Frente de Todos; Larreta, a Juntos por el Cambio–, pero recibieron insultos de unos y otros en las redes sociales, críticas de los programas de televisión y las columnas de los diarios, y el rechazo de los comerciantes. “Yo no voy a cerrar”, dijo este fin de semana el dueño de una librería al diario Clarín.

En los últimos 15 días se quintuplicaron los casos de coronavirus en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, lo que se conoce como AMBA, epicentro de la pandemia en Argentina. En la conferencia del sábado Fernández informó que, si bien es verdad que hay un aumento de casos en las villas, la mayoría de los casos nuevos son del resto de la ciudad de Buenos Aires.

El aumento de casos ocurría mientras el jefe de gobierno implementaba una flexibilización de la cuarentena muy mínima en comparación con el resto del país, en coordinación con Fernández: abrieron algunos negocios no esenciales y se permitió a los niños de hasta 14 años salir durante una hora los domingos. Pero en los hechos la flexibilización fue mucho más allá, o al menos así lo entendieron los porteños, que empezaron a salir más y más, según muestran tanto distintos indicadores –como los de la movilidad y la venta de combustible– como las imágenes que se pueden ver en los medios del país vecino. Fue en ese marco que el fin de semana se habló de una marcha atrás en las flexibilizaciones y en las dos conferencias se mencionó una serie de medidas que nunca dejaron de estar vigentes, pero habían perdido sus controles.

Así las cosas, se reformuló la solicitud del permiso para circular por motivos excepcionales –que era para un único día, pero se emitía sin la fecha, por lo que permitía circular libremente–, se informó que aumentará el control de quienes circulan –tanto automóviles como peatones– y se reiteró que el transporte público es únicamente para los trabajadores esenciales –y ahora volverá a pedirse el identificador correspondiente para poder utilizarlo–. El único cambio: deberán volver a cerrar los negocios no esenciales que en las últimas dos semanas reabrieron con una serie de cuidados. En las conferencias de Fernández y Larreta se hizo hincapié en la peligrosidad del coronavirus y la necesidad de mantener los cuidados: ambos parecían querer revertir esa pérdida de miedo que parecen estar experimentando los porteños.

Argentina en _default_ selectivo

El viernes Argentina no pagó 503 millones de dólares de intereses a los tenedores de bonos extranjeros, con los cuales está negociando una reestructuración de esa deuda. Esas negociaciones se extenderán hasta el 2 de junio, indicó el gobierno, pero mientras tanto Argentina entró en default selectivo.

El vencimiento para el pago de intereses era el 22 de abril, pero Argentina pidió una prórroga de un mes, que le fue concedida. En las negociaciones el gobierno de Fernández propuso una quita de 5% del capital adeudado (66.238 millones de dólares) y de 62% de los intereses. Esa propuesta original fue rechazada por los acreedores.