Argentina, a diferencia del resto de los socios del Mercosur, está enfrentando no una, sino dos pandemias: el coronavirus y la pandemia provocada durante los años del gobierno de Mauricio Macri. Esta otra pandemia tuvo el efecto de generar un endeudamiento de tal magnitud que casi con seguridad provocará que Argentina, una vez más, caiga en default ante la imposibilidad de hacer frente a sus obligaciones.

Es por estos motivos, por la pandemia y por la situación económica y social, que el 24 de abril la cancillería argentina comunicó a sus socios del Mercosur que abandonaba las negociaciones comerciales que se venían haciendo con Canadá, Corea del Sur, Singapur y Líbano, así como las conversaciones que, con el mismo fin, se han iniciado con India, Vietnam, Israel e Indonesia. La cancillería manifestó: “Argentina se previene de los efectos de la pandemia mientras protege las empresas, el empleo y la situación de las familias más humildes. Lo hace a diferencia de las posiciones de algunos socios, que plantean una aceleración de las tratativas hacia acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, Singapur, Líbano, Canadá y la India, entre otros. [...] La incertidumbre internacional y la propia situación de nuestra economía aconsejan detener la marcha de las negociaciones”.

La decisión adoptada causó asombro, incertidumbre y malestar en los otros socios del Mercosur. En tal sentido, la cancillería de Paraguay, en ejercicio de la presidencia protémpore del bloque, comunicó que Argentina dejaba de participar en las negociaciones, pero que ello no implicaba afectar los acuerdos negociados con la Unión Europea y la Asociación Europea de Libre Comercio, la EFTA. Asimismo, dejó constancia de que tanto Paraguay como el resto de los países del Mercosur evaluarían “las medidas jurídicas, institucionales y operativas más adecuadas”.

Corresponde señalar, en relación con el asombro que la medida adoptada causó entre los socios del Mercosur, que no debería haber sido tanto, ya que desde principios de año se habían llevado a cabo tres encuentros de los equipos negociadores, en los que los argentinos advirtieron que no estaban en condiciones de seguir avanzando, especialmente, en el acuerdo con Corea del Sur. Explicaron que existían rubros, como los vinculados a la electrónica, los electrodomésticos y el automotriz, que no podían ser abiertos en función de las asimetrías existentes con esa potencia industrial, ya que implicaría una pérdida muy importante de puestos de trabajo.

De más está decir que esta postura de Argentina no fue tomada en cuenta por el resto de los equipos negociadores, que, por el contrario, demostrando inflexibilidad y falta de comprensión, buscaron acelerar el proceso negociador. La medida adoptada tiene fuertes repercusiones en la marcha de las negociaciones que el Mercosur está llevando a cabo, ya que estas quedan bloqueadas, porque la decisión 32/00 del Consejo del Mercado Común (CMC) establece, en su primer artículo, que los estados partes del Mercosur “deberán negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias”.

Argentina toma esta medida en tiempos en que el relacionamiento entre los dos países socios más grandes del Mercosur no está atravesando un buen momento. Un distanciamiento se viene incubando desde el momento en que Alberto Fernández fue elegido presidente. Tanto el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, como dos de sus ministros, inapropiadamente, manifestaron que si Fernández resultaba elegido, Brasil abandonaría el Mercosur. Tal exabrupto se basó en que las políticas aplicadas por los gobiernos kirchneristas entorpecieron la concreción del acuerdo con la Unión Europea.

No podemos soslayar las circunstancias históricas en las que Fernández asume la presidencia: la totalidad de los gobiernos del Mercosur ha dado un giro a la derecha, generando un aislamiento de Argentina en la región. Esta circunstancia aumenta las diferencias, de corte ideológico, entre, por un lado, una visión económica pragmática y, por otro, la de los gobiernos alineados con el pensamiento neoliberal, que, con diferentes matices, apuestan a sostener y ampliar los intercambios comerciales mediante acuerdos de libre comercio, fundamentalmente con países de fuera de la región.

Argentina asumió la medida mencionada, fundamentalmente, por la importancia que reviste para ella el Mercosur. En 2019, el total de las exportaciones argentinas alcanzó la suma de 65.115 millones de dólares, de los cuales 12.691 millones fueron al Mercosur. De ese monto exportado al Mercosur, 5.000 millones son exportaciones del sector automotor. Si se firmase el acuerdo con Corea del Sur, la industria nacional automotriz de Argentina tendría que competir con la industria de un país que en ese rubro la supera, en todos los aspectos, ampliamente. La profundización de la apertura comercial genera, para la producción industrial Argentina, una competencia asimétrica, que pone en riesgo su acceso al mercado de su principal socio comercial, Brasil.

No hay unanimidad en la propia Argentina respecto a la postura asumida por su gobierno en relación con las negociaciones del Mercosur. Si bien es cierto que la Unión Industrial Argentina le ha dado su aval, no es menos cierto que la Cámara Argentina de Comercio ha manifestado su disconformidad, ya que esta decisión “hace de la Argentina una economía muy cerrada, que desestimula los intercambios comerciales y dificulta la llegada de inversión extranjera directa”. La Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias de Argentina tampoco está de acuerdo con la medida del gobierno. Expresó que Argentina produce alimentos en cantidades ampliamente superiores a las que demanda el mercado interno, por lo tanto, que resulta necesario exportar esos excedentes y, para ello, se hace necesaria la apertura de nuevos mercados.

Si el gobierno de Fernández entiende, como lo ha declarado, que Argentina precisa un modelo de desarrollo que incluya otros sectores más allá del agrario, resulta evidente que, en las negociaciones de acuerdos comerciales, va a tener que atender las necesidades de los diferentes sectores de la producción, que por momentos pueden resultar contradictorias.

La negociación del acuerdo con la Unión Europea se realizó en forma conjunta, más allá de las diferencias de opinión que surgieron en su desarrollo. En esa oportunidad hubo unanimidad entre los miembros del Mercosur en cuanto a la metodología de negociación. Esa sintonía fue lo que permitió que, en sectores estratégicos, como el de la carne y los lácteos, la Unión Europea no aceptase una liberación total de su mercado, sino que otorgara cuotas, y alguna de ellas, como la de la carne, muy exiguas. Increíblemente, la delegación del Mercosur aceptó esta imposición. Aun así, hay quienes sostienen que esta ha sido, para el Mercosur, una negociación exitosa, porque atraerá inversiones. Claro, esto es una suposición; lo concreto son las ventajas comerciales que la Unión Europea obtuvo en esta negociación.

Hoy las divergencias existentes entre los dos signatarios de la Declaración de Foz de Iguazú cuestionan la vigencia de aquella alianza, lo que repercute necesariamente en la estabilidad del Mercosur.

Si bien hubo en este caso una negociación conjunta de los cuatro miembros del Mercosur, la entrada en vigor del acuerdo para cada uno de los socios podrá ser variable en función del momento en el que se lleve a cabo la aprobación parlamentaria. En esta negociación no se tensionó la resolución número 32 del CMC.

Las negociaciones con Corea del Sur ya fueron distintas, porque el nuevo gobierno de Argentina resolvió no seguir avanzando y presionó retirándose, sabiendo que, de acuerdo a la resolución 32/00, las negociaciones no podrán seguir avanzando. También sabe que esta es una jugada muy fuerte y que sus socios, especialmente Brasil, no aceptarán pasivamente este desafío.

La tensión en la que ingresa el Mercosur pudo haber reavivado otros temas pendientes, como la tan deseada flexibilización de las normas que prohíben a sus miembros firmar tratados bilaterales sin el visto bueno de los demás socios, haciendo así impostergable el debate sobre un “nuevo Mercosur”. Una flexibilización de este tipo implicaría la disolución de la Unión Aduanera, el fin del arancel externo común, retroceder a una zona de libre comercio.

Por otra parte, Folha de São Paulo informó que, ante los anuncios de Argentina de que abandonaría las negociaciones, el gobierno brasileño “estaría” estudiando posibles cambios en las reglas operativas del bloque, para hacer así posible la celebración de tratados comerciales sin la participación de Argentina.

Tras arduas negociaciones entre las cancillerías, Argentina modificó su estrategia, asumió que no debe autoexcluirse y que, por el contrario, lo adecuado es mantenerse en las conversaciones, buscando imponer, en la medida de lo posible, sus condiciones. El 7 de mayo la cancillería argentina presentó un documento en la mesa de negociaciones que contiene una serie de condiciones que le permitirán continuar, de forma conjunta, las negociaciones externas. En él señala que, para que el bloque continúe avanzando en conjunto en las negociaciones comerciales, se deberá tener en cuenta la defensa de su tejido productivo y el empleo.

El coordinador nacional argentino, Jorge Neme, destacó: “[El Mercosur] debe estar conectado con flujos de inversiones, de transferencia de tecnología y con los mercados globales, pero protegiendo sus sectores sensibles, el trabajo y la creación de valor agregado en la región. No se trata de una apertura frívola que exponga su estructura de producción a la competencia externa. La situación económica internacional presenta un panorama de incertidumbre, con indicadores a la baja en las economías desarrolladas y una fuerte caída del comercio. La Argentina se enfrenta al desafío de normalizar la enorme deuda externa heredada y niveles muy críticos de su actividad económica”.

La delegación argentina informó que, antes de la firma de un acuerdo comercial, se deberán hacer estudios de impacto socioeconómico, en función de la demanda hecha por los representantes de los sectores productivos nacionales. Manifestó que corresponde avanzar conjuntamente, pero protegiendo los sectores vulnerables. Asimismo, reiteró el interés en ampliar las oportunidades del Mercosur con los países de América Central. Finalmente, consideró imprescindible profundizar la agenda interna del Mercosur, elemento clave para el desarrollo de la competitividad de los países del bloque y su proyección internacional.

La cancillería argentina, en su comunicado de prensa 095/20, informó que la propuesta presentada fue valorada positivamente por el resto de los socios del Mercosur y que se acordó hacer un nuevo encuentro con el objetivo de continuar avanzando en la agenda externa. Este acuerdo al que se ha arribado en la mesa de negociaciones podemos valorarlo como positivo, ya que hubo una aceptación de las propuestas presentadas por la delegación argentina. Los resultados de estas propuestas sólo podrán ser evaluados en la medida en que se avance en las negociaciones y se les dé cumplimiento.

Resulta oportuno recordar que el 30 de noviembre de 1985 se llevó a cabo la Declaración de Foz de Iguazú, firmada, a la salida de las dictaduras en la región, por los presidentes de Argentina, Raúl Alfonsín, y Brasil, José Sarney. Aquel acuerdo estratégico coincidía con el restablecimiento de la democracia en ambas naciones, dejando de lado la hipótesis bélica y sentando las bases de un proceso de integración regional que tuvo su momento cúlmine cuando se produjo el nacimiento del Mercosur.

Argentina y Brasil sellaron así una alianza estratégica que, hasta no hace mucho, no se había visto erosionada. Hoy las divergencias entre los dos signatarios de la Declaración de Foz de Iguazú cuestionan la vigencia de aquella alianza, lo que repercute necesariamente en la estabilidad del Mercosur y nos lleva a dudar de la concreción de aquellos proyectos que nos hacían soñar con la construcción de una Patria Grande.

Roberto Chiazzaro es el secretario de Relaciones Internacionales del Partido Socialista.