Comenzó la segunda temporada de Sunderland 'Till I Die en Netflix y hay mucho para ver. Lo primero que salta a la luz, igual que en la primera parte y hasta por encima de cualquier intención que tenga la serie documental, es la pasión que los ingleses tienen por el fútbol.
Ese entusiasmo inglés es destacable, aunque tal vez no ocupa el lugar que merece en una búsqueda rápida o en el propio tráiler. “Es una docuserie que sigue todos los acontecimientos de la temporada 2017-2018 de Sunderland mientras lucha por recuperarse después de descender de la Premier League”, dice Wikipedia. No alcanza, queda corto. No es simplemente una serie de gente que sigue a un equipo.
De dónde venimos
Se podrán conocer más o menos jugadores, todos o algunos de los equipos del fútbol inglés, acaso reconocer cuáles son los clubes más importantes en cuanto a títulos, y hasta suponer que Pep Guardiola siempre fue Guardiola y Manchester City, el City. Pero si no se sabe que el fútbol llegó a todo el mundo gracias a los barcos y a los trenes, tendrá que dar el examen de la asignatura Fútbol en febrero.
Sunderland, ahí donde está situado el club del mismo nombre, es una ciudad portuaria. Ya en el primer capítulo de la primera temporada queda explicitada la importancia que eso tiene en el entorno. En el noreste de Inglaterra, Sunderland Association Football Club fue fundado en 1879, cuando la vida de ese lugar del mundo pasaba entre la minería, los astilleros y la fabricación de barcos, la metalúrgica dándole sentido a todo y los pubs, los antros predilectos para reunirse y definir situaciones de la vida. Ese carácter inglés es una constante que se puede apreciar en casi todos los capítulos.
Más allá de lo conceptual acerca de la vivencia del fútbol en las personas, es un gran acierto de la serie que desde el principio se le dé ese lugar de privilegio a la vida entre puertos. Nada hubiera sido igual si no se soltaban las amarras.
Cara con cara
Es muy difícil creer que las series están mostrando lo cotidiano, así nomás, sin tocarlo o sin buscar efectos. Del Sunderland hasta la muerte se puede decir que ese efecto se logra bien, casi al punto de hacernos creer que lo que está pasando realmente fue lo que pasó. “Realmente”.
La eficacia del cuento llano se nota en las personas, especie de personajes que atraviesan los capítulos demostrando los rasgos que podríamos reconocer en cualquier hincha: pasión exacerbada, cábalas impertinentes de dudosa fiabilidad y menor probabilidad de aciertos, sermones para imponer el fútbol como centro de toda conversación, entre otras tantas. La naturalidad con que los personajes se expresan, a veces en primera persona y otras mostrados desde la lejanía, logran convencer al espectador de Netflix, generan empatía e identificación; son ingleses, lejos en la distancia y en las prácticas culturales, pero muy cercanos en el lenguaje de la pelota, uno de los más universales del planeta.
Sí, la serie muestra la campaña del equipo. Dicen que querían dejar el testimonio de que algo bueno pasaría. Como el equipo anda navegando entre las divisionales de ascenso de Inglaterra, con cierta mirada exitista es fácil suponer que no se logró transmitir eso de que algo bueno estaba pasando. Con la mirada (y el pensamiento) dos metros más lejos, puede verse que sí, que lo que un hincha siente puede ser más grande que los resultados. Si hasta los ratos de tristeza pueden ser palpables para alguien que no sabe ni dónde queda en el mapa eso que llaman Sunderland.
Ser o no ser
La serie deja ver otra situación que suele estar en los debates de los futboleros (y una contraposición interesante para el mundo actual): clubes de socios versus clubes sociedades anónimas.
Queda clarísimo que la serie apunta a las sociedades anónimas en el fútbol. Sin pelos en la lengua, pero con los resultados a flor de piel, los y las ciudadanas de Sunderland hablan y discuten sobre si su repentino fracaso es culpa de que “vendieron” el club o si, en su defecto, habría pasado lo mismo si hubieran seguido mandando los socios en asambleas. A usted, que ya sabe que muchos clubes de socios se fueron a pique y que otros tantos fueron campeones, y que además sabe que hay sociedades anónimas deportivas que ganan campeonatos y otras que se fundieron, ¿qué le parece? Del Sunderland hasta la muerte hará pensar.