Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los medios de comunicación en inglés suelen usar “líder” como sinónimo de “gobernante”. Como tantas otras cosas, esta presunta equivalencia ha penetrado el español, aunque no todas las personas que gobiernan son líderes y otras lo son durante largos períodos sin acceder a posiciones de gobierno. Ejemplos sobran, en Uruguay y en el resto del mundo.

El presidente Luis Lacalle Pou ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con apoyo de una coalición, y su Partido Nacional está lejos de tener mayorías parlamentarias que le permitan aprobar leyes. Para eso son indispensables, por lo menos, los legisladores del Partido Colorado (PC) y de Cabildo Abierto (CA).

Ya antes de que Lacalle Pou asumiera el 1º de marzo del año pasado, el secretario general del PC, Julio María Sanguinetti, y el conductor de CA, Guido Manini Ríos, expresaron tras reunirse que consideraban necesaria la instalación de una especie de “mesa política” oficialista, en la que representantes de todas las fuerzas que integran la coalición de gobierno discutieran lineamientos e iniciativas más allá del documento “Compromiso por el país”, firmado antes del balotaje. Esa demanda no ha sido satisfecha.

En más de una ocasión, dirigentes de ambas fuerzas políticas han señalado que sus obligaciones con el Partido Nacional (PN) no van más allá de apoyar lo que se negoció para redactar aquel texto, que dista de ser un programa de gobierno y es bastante vago en numerosas áreas temáticas. Es una forma relativamente elegante de decir que Lacalle Pou y el PN deben volver a negociar si quieren votos para otras propuestas, y que colorados y cabildantes son libres de plantear sus propias iniciativas sobre lo mucho que no fue acordado a fines de 2019.

Calentando los motores para la actividad política de este año, el PC y CA han hecho saber que consideran necesario destinar más recursos a paliar las consecuencias de la crisis y a la reactivación de la economía. Ayer Lacalle Pou afirmó que esas propuestas “son bienvenidas”, pero acotó que muchas de ellas ya se están llevando a cabo, que habrá que ver “qué margen hay” para hacer más, y que él no aceptaría “un manejo conjunto” de las decisiones.

“Se escucha a todos y me toca tomar la decisión, soy el presidente y el último responsable”, aseveró.

Lacalle Pou no se caracteriza por la disposición a ceder en este terreno, ni por reivindicar su primacía en términos amables. Pero si bien él es el presidente y gobierna, no es el líder de Sanguinetti ni de Manini Ríos. Está por verse qué consecuencias tendrá esto.

En la vereda de enfrente, Javier Miranda señala, al final de su período como presidente del Frente Amplio (FA), que el lugar institucional que ocupa “debería ser un espacio de liderazgo”, pero que él no tuvo la capacidad de proyectarse en ese sentido.

La presidencia del FA no implica por sí misma mando político alguno. Desde ella es posible construir un liderazgo, como lo hizo Liber Seregni, pero también ha ocurrido que alguien fuera elegido presidente de la fuerza política (o determinara quién debía ocupar ese cargo) porque ya era el líder, como sucedió con Tabaré Vázquez.

Hasta el lunes.