Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Hace casi 15 meses, a fines de agosto del año pasado, Germán Cardoso tuvo que renunciar al Ministerio de Turismo, golpeado por una serie de denuncias sobre irregularidades en la compra de publicidad que luego siguieron acumulándose, iniciado por el también colorado exdirector nacional de Turismo Martín Pérez Banchero, en una entrevista con el semanario Búsqueda.

Cardoso se había reunido con el presidente Luis Lacalle Pou para darle explicaciones, y en principio logró su respaldo, pero pronto quedó en evidencia que había omitido referirse a algunas cuestiones poco claras, era inminente la formación de una comisión investigadora parlamentaria, y se precipitó su alejamiento del cargo.

La decisión fue dada a conocer, de modo bastante irregular, en la casa del líder sectorial de Cardoso, Julio María Sanguinetti, y en esa ocasión el renunciante pasó de la defensa al ataque. No sólo quiso atribuirse la iniciativa de formar una investigadora en la Cámara de Representantes (a la que iba a regresar) sobre su desempeño como ministro, sino que además anunció su pretensión de que también se indagaran los dos períodos anteriores en los que gobernó el Frente Amplio (FA), apuntando a los años en que la ministra fue Liliam Kechichian y la subsecretaría estuvo a cargo de Benjamín Liberoff.

Fue un caso extremo de vostambienismo, ajeno a los criterios éticos más elementales. Cardoso había sido ministro durante un año y medio, y resultaba muy difícil de creer que hubiera “descubierto” prácticas presuntamente indebidas de sus predecesores recién cuando fue acusado por Pérez Banchero. Sólo cabía interpretar su actitud como una especie de vendetta, condenable si realmente creía que Kechichian y Liberoff habían actuado mal pero había callado hasta ese momento, y escandalosa si sabía que habían procedido correctamente pero intentaba enchastrarlos para aliviar su propia situación.

Sea como fuere, Cardoso presentó sus denuncias y el oficialismo no sólo aprobó formar una comisión investigadora, sino que además incurrió en la insólita innovación de fusionarla con la creada para ocuparse de la gestión del exministro colorado, que fue a la vez acusado y acusador.

Cuando Kechichian y Liberoff comparecieron ante esa comisión, quedó muy claro que las presuntas denuncias no tenían fundamento, pero esto no impidió que el oficialismo decidiera trasladar las actuaciones de la investigadora a Fiscalía.

En julio de este año Kechichian y Liberoff declararon ante Fiscalía, y al mes siguiente el fiscal Gilberto Rodríguez dispuso el archivo de lo referido a su gestión, porque no halló nada “pasible de reproche penal”, mientras seguía adelante con lo relativo al período de Cardoso.

Los denunciantes solicitaron que el caso fuera reexaminado por otro fiscal, y Ricardo Lackner ratificó ahora lo decidido por Rodríguez, señalando que las acusaciones carecían “de sustento lógico”.

El sistema judicial puso, por fin, las cosas en su sitio, pero desde agosto del año pasado se ha difamado gratuita e impunemente a Kechichian y Liberoff, y es posible que en el futuro haya quienes insistan en que “algo habrían hecho”. A ese nivel de bajeza se ha llegado.

Hasta mañana.