Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La interna del Partido Nacional se orienta cada vez más hacia la definición de las precandidaturas para 2024, y están especialmente activas la vicepresidenta Beatriz Argimón y la excandidata de la “coalición multicolor” a la Intendencia de Montevideo, Laura Raffo.

En la búsqueda de apoyos y alianzas, las dos plantean, por distintas necesidades, ubicarse un poco al margen de la polaridad entre las tendencias a las que se suele llamar herrerismo y wilsonismo, aunque no son exactamente las que se identificaron así antes.

Cuando Luis Alberto Lacalle Herrera participó en la fundación del sector llamado Herrerismo en 1987, era discutible que hubiera una continuidad política clara con todas las orientaciones de su abuelo, Luis Alberto de Herrera. Quizá la seña de identidad original más clara fue representar una alternativa programática al fuerte predominio en el PN de Wilson Ferreira Aldunate.

Por otra parte, el liderazgo actual de Luis Lacalle Pou tampoco representa estrictamente una continuidad del de Lacalle Herrera. No sólo porque una generación de dirigentes del sector Herrerismo quedó en posiciones laterales, sobrepasada por el equipo más joven que promovió el actual presidente de la República, sino también porque en lo que va de este siglo hubo sucesivos realineamientos internos que complican el mapa.

A su vez, ser wilsonista cuando estaba vivo Ferreira Aldunate siempre fue seguirlo, pero esto no significó lo mismo antes del golpe de Estado, durante la dictadura y en los primeros años de la restauración democrática. Tras la muerte de aquel caudillo, en 1988, la etiqueta fue haciéndose más difícil de descifrar, y tampoco tuvo el mismo significado durante todo el período en el que la figura más relevante que reivindicaba el wilsonismo era Jorge Larrañaga, al final ni siquiera estuvo claro que el común denominador fuera constituir una alternativa programática al herrerismo de los Lacalle, y hoy coexisten opiniones distintas sobre cuál es o podría ser.

Raffo es una de las nuevas figuras promovidas por Lacalle Pou y su padre fue un lugarteniente de Lacalle Herrera, pero ella debe representar algo distinto por varias razones. Tiene competidores muy fuertes por una candidatura “de sucesión” (empezando, obviamente, por Álvaro Delgado); su trayectoria como dirigente ha sido breve, sin un aparato sectorial propio, y su perfil está muy identificado con Montevideo, de modo que necesita alianzas en el resto del país, donde hay perfiles diversos y quizá los más alineados con el tronco herrerista no sean sus más probables seguidores.

Argimón también carece de una estructura propia, y si la busca sólo con acuerdos en el área del wilsonismo jugará en su contra el amplio predominio de la actual mayoría. En su caso, de todos modos, las posibilidades de acumulación son distintas de las de Raffo: esta existe ante todo como portavoz del antifrenteamplismo montevideano, y programáticamente le sería difícil proponer algo distinto a una profundización del rumbo actual, mientras que la vicepresidenta está relativamente mejor perfilada para postularse en nombre de una política con mayor sensibilidad social. Sea como fuere, ambas la tendrán difícil.

Hasta mañana.