Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Ayer el presidente Luis Lacalle Pou admitió que fue poco generoso no haber reconocido el rol de su antecesor Tabaré Vázquez en la puesta en marcha del Plan Ceibal, cuyos 15 años habían sido celebrados por autoridades del gobierno.

Tampoco nombró a Vázquez el ministro interino de Salud Pública, José Luis Satdjian, cuando, con pocas horas de diferencia, hizo anuncios relativos al Día Mundial Sin Tabaco, aunque sí mencionó que “el antitabaquismo como política de Estado” se instaló en “anteriores administraciones”.

La coincidencia se presta para reflexionar un poco acerca de eso que por aquí llamamos “políticas de Estado”.

Solemos pensar que las iniciativas que trascienden a un período de gobierno (o a gobiernos de orientación política similar) nacen de “grandes acuerdos nacionales”, como el que el Frente Amplio intentó conformar en torno a la seguridad pública y el que el actual gobierno busca para encaminar una reforma de la seguridad social. Sin embargo, esas dos políticas de Estado que puso en marcha Vázquez no se apoyaron en pactos interpartidarios, sino más bien al contrario: ni siquiera eran centrales para su propia fuerza política. Su campaña contra el tabaquismo siempre tuvo una fuerte impronta personal y el Plan Ceibal no figuraba en el programa de gobierno frenteamplista (en una entrevista que publicamos hace 15 días, Miguel Brechner da una idea de cuánto pesó la voluntad individual de Vázquez en la materialización del proyecto).

Ambas iniciativas de Vázquez resultaron exitosas; no sólo produjeron resultados comprobables (integración digital, mejora de indicadores de salud) sino también una épica (el juicio contra Philip Morris, Soñar robots, las clases virtuales en pandemia). Aunque no partieron de un consenso amplio, Ceibal y el antitabaquismo se transformaron en políticas de Estado porque su interrupción sí hubiera sido vista, bastante consensuadamente, como un retroceso.

En este esquema, cabe pensar por qué no percibimos de forma consensuada como una interrupción de políticas de Estado la pérdida de calidad de la educación pública y de las empresas estatales, o, si se quiere ir a asuntos más concretos, el descabezamiento de las jerarquías policiales que tuvo lugar en 2020, y el intento de desnaturalizar la Institución Nacional de Derechos Humanos del que fuimos testigos hace pocos días.

Viene al caso mencionar que Lacalle Pou llamó la atención sobre el legado de Vázquez en un ámbito (el Acuerdo Interinstitucional para el Desarrollo de la Quesería Artesanal) que fue iniciativa de Jorge Batlle, y también recordar que se trata del mismo Batlle a quien Vázquez no dudaba en invitar a los actos oficiales cuando le tocaba inaugurar emprendimientos iniciados por el gobierno que lo había antecedido. Habrá que ver si lo que Lacalle Pou percibió como una injusta omisión resuena en los legisladores oficialistas cuando les toque considerar el proyecto del senador Sabini, que propone homenajear a Vázquez en el nombre mismo del Plan Ceibal.

Hasta mañana.