Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, pronosticó hace una semana, antes de que se conociera el proyecto de Rendición de Cuentas, que este año el crecimiento del producto interno bruto “se va a dar de la mano [...] de la creación de puestos de trabajo, que estarán en el entorno de los 40.000”, una proyección que ya había adelantado el 1º de mayo el ministro de Trabajo, Pablo Mieres.

Desde las cámaras empresariales se afirma que la cifra puede ser “alcanzable”, pero en el PIT-CNT hay dudas importantes, tanto sobre la cantidad de puestos de trabajo como acerca de su calidad y nivel de formalidad. Esto remite a una discusión de fondo.

El actual oficialismo alega, desde que estaba en la oposición, que el aumento del desempleo en el último tramo de los gobiernos del Frente Amplio se debió a que los niveles salariales dificultaban la contratación de trabajadores, y que es necesario “flexibilizar” los acuerdos en Consejos de Salarios. Esto da para preocuparse, porque ya en los gobiernos previos a este el PIT-CNT señalaba la existencia de demasiados empleos precarios y mal remunerados.

Arbeleche sostiene que “el foco de la política económica siempre está en la generación de empleo”, e insiste incluso en que “la mejor política social es el empleo”, una afirmación que conduce a ideas muy equivocadas. Aun en condiciones de pleno empleo puede haber personas con remuneraciones insuficientes para sus necesidades básicas, y eso requiere políticas sociales que tiendan a amortiguar la desigualdad y las discriminaciones por las que esa gente, si bien trabaja, vive muy mal.

Es demasiado simplista sostener que el mercado laboral se ajusta en función del costo salarial, y que si el costo de emplear trabajadores disminuye, la cantidad de personas empleadas aumentará. Como explicó Carlos Grau Pérez en el suplemento Economía de la semana pasada, inciden mucho otros factores. Entre ellos, la productividad del trabajo y el destino de lo que se produce.

Si hay caída de los salarios, las empresas que venden al mercado interno disminuyen sus costos, pero también puede caer la demanda de su producción, y no necesariamente quedan en condiciones de contratar a más trabajadores. Por otra parte, las que producen con escaso personal no tomarán más gente porque los salarios bajen: aumentarán sus ganancias con la misma cantidad de trabajadores.

Un caso particular de esto último, como apuntó Grau Pérez, es que cerca de un tercio del crecimiento de las exportaciones en 2021 se debió a operaciones en las que se adquirieron bienes procedentes del extranjero para revenderlos y lucrar con la intermediación. Obviamente, en estas actividades la disminución de los salarios no conduce a un aumento del empleo.

En general, es mejor estar empleado que desempleado, pero esto tiene límites. Las características del trabajo, de la relación laboral y de la remuneración pueden ser atroces. No basta con tener cualquier tipo de empleo, o un contrato por 12 días de “jornales solidarios”, sobre todo en períodos de alza de precios. La gente lo sabe, y ese es uno de los motivos por los que está desconforme.

Hasta mañana.