Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El suplemento que publicamos hoy muestra la rica diversidad de feminismos que confluyen, en Uruguay como en el resto del mundo, para probar que el 8 de Marzo ya no es un paréntesis anual, sino el despliegue de posibilidades y potencias en construcción cotidiana, que crecen y desafían de muchas formas lo que durante siglos pareció el orden natural de la vida.

Estos desafíos llegan desde diferentes experiencias y elaboraciones, con distintas marcas generacionales y de inserción social, a veces con tensiones entre sí. Por momentos la urgencia de seguir avanzando descuida la consolidación de lo que se acaba de lograr. Sin embargo, los feminismos están articulados por una consistencia profunda, debida en buena parte a que enfrentan un sistema histórico en el que también hay vínculos profundos entre la diversidad de desigualdades, opresiones y violencias.

Los feminismos son, en estos tiempos, un espacio transversal y multiforme de emancipaciones, donde la suma de luchas y denuncias se ha vuelto multiplicación de esperanzas. Mucho les queda por hacer, pero les sobran tenacidad y coraje en las luchas por justicia, libertad y felicidad.

Las fuerzas capaces de cambiar el mundo no suelen avanzar sin resistencias, y el sistema impugnado lucha con los muchos medios de que dispone. Los impulsos reaccionarios abarcan desde el terrorismo de Estado en Irán hasta los berrinches autoritarios en redes sociales contra el lenguaje inclusivo, y desde el horror de los femicidios y la violencia vicaria hasta las narrativas sobre un “feminismo radical” al que se acusa de no saber cuándo detenerse (como se hizo con cada una de las generaciones anteriores de feministas, a las que ahora se llama “sensatas”).

En la sociedad hay conflictos, desencuentros y disputas difíciles por la opinión pública, que se suman a las dificultades de las organizaciones tradicionales para sintonizar con las nuevas realidades, pero el panorama es mucho peor en el sistema partidario, que está fallando notoriamente en su tarea de representación.

En la vida política se mantiene un fuerte predominio del antiguo régimen, no sólo por el dato simple y duro de la (des)proporción de varones, sino también porque en los discursos y las formas de actuar rigen todavía códigos que no sólo ignoran los cambios sociales de las últimas décadas, sino también los que trajo consigo, en el siglo pasado, la oleada feminista de los años 60.

La gran mayoría de los sectores hallaron pronto el modo de burlar la exigencia legal de “cuotas” en las listas, la cantidad de mujeres en altos cargos políticos sigue siendo baja, entre ellas hay varias que poco o nada aportan al avance del feminismo, y algunas incluso militan activamente en su contra, sumándose a los desvaríos machistas sobre la “ideología de género”. La Bancada Bicameral Femenina creada en 2000 por legisladoras del Frente Amplio, el Partido Colorado y el Partido Nacional no se reúne desde hace un año y ni siquiera ha podido establecer una agenda.

Falta mucho, pero falta menos. Las nuevas generaciones ya no aceptan menos y van por mucho más.

Hasta mañana.