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Luis Alberto Heber (Archivo, febrero 2023)

Foto: Mara Quintero

Un narco prófugo y un presidente enjuiciado

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Desde que se escapó de Emiratos Árabes con un pasaporte que le facilitó la cancillería uruguaya –o, más bien, desde que esto se supo, allá por mayo de 2022–, el narco Sebastián Marset nunca estuvo mucho tiempo alejado de las noticias, fuera por la repercusión internacional de sus acciones o por sus efectos en el gobierno uruguayo, cuyos ministros del Interior y de Relaciones Exteriores están siendo indagados en la causa que investiga cómo se tramitaron los papeles que le permitieron salir de la prisión emiratí, entre otros sacudones políticos.

El domingo pasado, Marset protagonizó una nueva fuga mucho más espectacular que su expeditivo escape de 2021. Para más detalles hollywoodescos, el narcotraficante había comprado un equipo de fútbol en Santa Cruz, y, además, era uno de sus jugadores.

Dos futbolistas uruguayos que estaban con él sí fueron detenidos, pero las consecuencias en Uruguay de este capítulo de la historia no acaban ahí. Marset hizo sus propias operaciones mediáticas y dirigió amenazas a periodistas de Bolivia y de aquí.

Las vinculaciones de Marset con las fuerzas de seguridad uruguayas, además, tienen un buen tiempo, de acuerdo a la investigación que publicamos este sábado.

El responsable del Ministerio del Interior, Luis Alberto Heber, que hace pocos días anunciaba que había conexiones entre un empresario detenido en el barrio privado La Tahona y Marset, reclamó protagonismo en el aviso a las autoridades bolivianas sobre el paradero de Marset, pero ahora vuelve a ser objeto de cuestionamientos por su accionar en este caso, y la oposición afirma que él “sigue de atrás” el asunto.

Fue por estos días que el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, afirmó en términos bélicos que el enfrentamiento al narcotráfico es una de las prioridades del gobierno, aunque se trata de una “guerra” bastante desfinanciada.

El ascenso de Marset señala los descuidos y las vulnerabilidades de la prevención y el combate al crimen en Uruguay, donde el narcotraficante inició su carrera delictiva y donde mantiene intereses y vínculos.

Trump y la hora de la verdad

Se pueden escribir kilómetros de críticas y denuncias a la política exterior de Estados Unidos –y, de hecho, en nuestra última edición de Le Monde Diplomatique hay un dossier que recoge investigaciones periodísticas recientes sobre el tema–, así como también sobre las enormes injusticias que se mantienen dentro de la mayor potencia económica y militar del planeta.

No obstante, es indiscutible la centralidad que la valoración de la democracia representativa ocupa en el discurso de las instituciones estadounidenses, tanto domésticamente como hacia el resto del mundo. Ese consenso se quebró en enero de 2021, cuando el sistema político no alcanzó a condenar unánimemente el intento de golpe de Estado que protagonizaron los seguidores del entonces presidente Donald Trump al atacar la sede del Congreso.

Dos años y medio después, Trump será llevado a juicio por haber tratado de revocar el resultado de las elecciones de 2020 y por obstruir la entrega del poder al candidato elegido por la ciudadanía.

Cabe preguntarse si el prolongado lapso entre que ocurrieron los hechos y el inicio del proceso judicial se debe a la intensidad del trauma que representaron las acciones de Trump y sus seguidores o a la falta de convicción colectiva para llevarlo ante tribunales. Resulta deprimente para los demócratas de todas partes que el Partido Republicano estadounidense siga sin alinearse en el rechazo a las acciones del expresidente.

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