Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Hace un mes y medio que Daniel Noboa asumió la presidencia de Ecuador, para completar el período de gobierno que terminará en 2025, tras la renuncia de Guillermo Lasso por acusaciones de corrupción. El país afronta desde hace años una gran cantidad de problemas críticos, y entre ellos está el de la potente actividad del crimen organizado, que estalló en estos días con motines carcelarios, fugas, atentados con explosivos y secuestros de policías. Noboa declaró el estado de “conflicto armado interno”, con toque de queda, intervención militar en las cárceles y suspensión de los derechos de reunión y de inviolabilidad del domicilio.

El peligro de que se instale este tipo de situaciones aumenta en el mundo actual, donde no sólo hay matanzas como las de Ucrania y Medio Oriente, sino que además avanzan procesos de profunda fragmentación social, desde lo económico hasta lo ideológico. Se polariza la política, se angosta el espacio para buscar acuerdos, se desprestigian los partidos, mengua la capacidad integradora de la acción estatal y hay condiciones propicias para que aumente el control de territorios y el poder de las grandes organizaciones delictivas, articuladas en escala internacional.

La política ultrapolarizada se parece mucho a la guerra. En Estados Unidos se conmemoran tres años del asalto a la sede del Poder Legislativo por una turba que intentó frenar el proceso de asunción de Joe Biden, azuzada por Donald Trump con un relato inverosímil sobre fraude electoral. En Brasil, hace poco más de un año, se produjo un ataque semejante a las sedes de los tres poderes del Estado, por parte de golpistas que se resistían a admitir la derrota de Jair Bolsonaro.

Trump es sometido a varios procesos penales, pero no ha cesado su prédica incendiaria y se perfila como contendiente de Biden en las elecciones del año que viene. Bolsonaro está inhabilitado por el Tribunal Supremo Electoral de Brasil para ejercer cargos públicos hasta el año 2030, pero conserva una fuerte influencia en la política de su país y se hace ver por el mundo junto con figuras de la extrema derecha, como ocurrió hace un mes en la asunción de Javier Milei.

Por cierto, las circunstancias que condujeron al triunfo electoral de Milei, los cientos de medidas extremistas que intenta aplicar y la oposición social y política que enfrenta, desde una posición de debilidad en el Parlamento, hacen temer que en Argentina se agudicen aún más los conflictos, incluso con riesgo institucional.

¿Y por casa, cómo andamos? Uruguay está mejor que otros países, pero no inmunizado. La salud de la democracia depende mucho de su calidad, y las políticas específicas de seguridad ciudadana no pueden ser exitosas sin medidas potentes de integración social y de prevención contra los avances del crimen organizado. Esto requiere, a su vez, partidos mucho más dispuestos al diálogo y la construcción de entendimientos, no sólo entre ellos sino también, y quizá sobre todo, con la sociedad civil, en la que urge renovar y fortalecer solidaridades y confianzas. Aún tenemos tiempo, pero no mucho.

Hasta mañana.