Hoy es 28 de octubre. Faltan 26 días para el balotaje.

La jornada electoral de ayer terminó con algunos datos claros y varias incógnitas de gran importancia, que en parte persistirán cuando se completen el escrutinio y la distribución de las bancas. Anoche muchos hablaron como si ya tuvieran asegurada la victoria, pero buscaban promover el entusiasmo de sus electores, con miras a un desenlace aún incierto en el balotaje del 24 de noviembre.

La fórmula del Frente Amplio (FA), integrada por Yamandú Orsi y Carolina Cosse, fue la más votada y competirá en segunda vuelta con la del Partido Nacional (PN), integrada por Álvaro Delgado y Valeria Ripoll. Anoche, el oficialismo destacó la cifra que le convenía desde el punto de vista anímico, aferrándose a que los partidos Nacional, Colorado, Cabildo Abierto e Independiente sumaron más votos que el FA. Sin embargo, hay que tener en cuenta otros datos.

Con relación a la primera vuelta de 2019, el FA creció y el actual oficialismo decreció, con variaciones en su interior que parecen básicamente redistribuciones. El PN estuvo muy cerca de su apoyo de 2019 y sigue siendo la fuerza mayor; el Partido Colorado votó mejor, pero sigue lejos del primer lugar; Cabildo Abierto se desplomó y el Partido Independiente mejoró pero se mantiene en un porcentaje pequeño.

En la segunda vuelta está convocada a votar toda la ciudadanía, no sólo la que apoyó a uno de los dos grandes bloques en la primera. Y el grupo de votantes por partidos menores, en blanco o anulado es un poco mayor en esta elección que en la de hace cinco años. En todas las elecciones presidenciales anteriores con balotaje hubo variaciones del respaldo a las fórmulas en pugna entre la primera vuelta y la segunda. Por último, en las encuestas previas sobre intención de voto en una segunda vuelta entre Orsi y Delgado fue mayoría el frenteamplista.

En lo referido a la integración parlamentaria, anoche parecía que lo más probable era que el FA lograra mayoría propia en el Senado y que en la Cámara de Representantes no la obtuvieran ni el actual oficialismo ni el frenteamplismo. Esto instalaría una situación inédita en Uruguay, y como el sector nuevo será el partido Identidad Soberana, conducido por Gustavo Salle, nadie piensa que vaya a aliarse antes del balotaje con ninguno de los bloques mayores (y quizá no acuerde con ellos casi nunca o nunca en el Parlamento). Por lo tanto, ni Orsi ni Delgado podrán hacer campaña para el balotaje con la considerable ventaja de tener asegurada la aprobación de leyes.

La mejor salida posible de esta configuración parlamentaria será que haya disposición a buscar acuerdos, e incluso alianzas estables. Está por verse quién negociará desde la posición presidencial, pero es obvio que promover la polarización sólo puede conducir a bloqueos, tensiones y desprestigios del sistema partidario. Esto debería determinar en buena medida el estilo de las campañas hacia el balotaje.

Las dos propuestas de reforma constitucional que se sometieron a plebiscito estuvieron lejos de ser aprobadas, pero lograron porcentajes importantes de votación. Esto también indica la necesidad de que en el próximo período de gobierno aumenten mucho el diálogo y la búsqueda de acuerdos.

Hasta mañana.