Hoy es 4 de noviembre. Faltan 20 días para el balotaje.

Los resultados del domingo pasado le plantean a Álvaro Delgado dos problemas de gran importancia. El primero consiste en que, si llega a la presidencia de la República, los legisladores de los partidos que lo apoyan serán minoría en las dos cámaras. El segundo es que para ganar el balotaje debe convencer a muchas personas de que podrá superar el primer problema para llevar adelante el programa de gobierno que esos partidos han estado discutiendo y anunciarán hoy. Este segundo asunto es, en las actuales circunstancias, la prioridad del candidato nacionalista.

Por consejo de sus asesores o por decisión propia, Delgado actúa como si gran parte del primer problema no existiera. Se ha permitido incluso decir que si la ciudadanía lo elige no descarta enviar al Parlamento un proyecto de ley de urgente consideración, como lo hizo en 2020 el actual presidente Luis Lacalle Pou, con la intención de avanzar rápido hacia la concreción de todas las iniciativas respaldadas por su coalición de gobierno. Esto sería obviamente inviable el año que viene, con mayoría frenteamplista en el Senado.

Esa misma mayoría impediría que Delgado impusiera, como lo hizo Lacalle Pou, proyectos de presupuesto y de rendiciones de cuentas con los recortes y los aumentos correspondientes a su plan de gobierno. Si lo intentara, fracasaría y quedaría vigente durante cinco años más el presupuesto actual, lo cual le impediría poner en marcha políticas nuevas. Si, por el contrario, quisiera que el presupuesto y las rendiciones se aprobaran, debería modificar sus objetivos y adecuar la asignación de recursos a lo que pudiera acordar con el Frente Amplio (FA).

Delgado no habla de esto, y en cambio busca una imagen de apertura a la cooperación. Alega que su coalición no sería “egoísta ni sectaria”, sino que reconocería que “los mejores” para ocupar algunas posiciones de gobierno “pueden estar también en el FA”.

Como señaló el coordinador de la campaña de Yamandú Orsi y Carolina Cosse, Alejandro Sánchez, el candidato nacionalista y sus aliados dedicaron gran parte de su campaña hasta octubre a criticar al FA y afirmar que era una prioridad del país que no volviera al gobierno nacional. Esto fue, además, consistente con la actitud adoptada desde 2020 por toda la “coalición multicolor”, empezando por el presidente Luis Lacalle Pou.

Al FA no se le ofreció ningún cargo de responsabilidad en el Poder Ejecutivo, se afirmó en forma reiterada que no tenía nada que aportar porque sus gobiernos habían causado todo tipo de desastres e incluso se destituyó en octubre de 2020 al jefe de Policía de Montevideo, Erode Ruiz, sólo por haberse reunido con el exdirector frenteamplista de Seguridad y Convivencia Ciudadana Gustavo Leal para recibir de este información acerca de acciones del crimen organizado en barrios de la capital.

Cabe preguntarse, por lo tanto, si en opinión de Delgado ha sido egoísta y sectario Lacalle Pou, de quien fue secretario de Presidencia, o si piensa que recién en los últimos meses han aparecido figuras frenteamplistas nuevas que sí merecen ser convocadas a cargos de gobierno porque están entre “los mejores”.

Hasta mañana.