Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La jornada de ayer fue de gran tensión, porque todas las encuestas indicaban una situación de paridad entre las fórmulas que competían en el balotaje. Parecía posible que los resultados tardaran en ser claros, e incluso que hubiera que esperar el escrutinio de los votos observados. Sin embargo, apenas terminó la veda y se divulgaron las proyecciones de las encuestadoras, todas adelantaron un triunfo irreversible de Yamandú Orsi y Carolina Cosse, con una ventaja mayor que la de Luis Lacalle Pou sobre Daniel Martínez en la segunda vuelta de 2019.

A los efectos de la gobernabilidad futura, fue el mejor resultado. Si Álvaro Delgado llegaba a la presidencia, no iba a poder aprobar ninguna ley sin el aval de la oposición. Esto iba a ser motivo de fricciones y reproches mutuos durante cinco años, y podía recrudecer los discursos y las prácticas de confrontación. Delgado insistió ayer en que “nadie tendrá mayoría”, pero ahora el FA podrá legislar si logra acuerdos con apenas dos de los 51 diputados elegidos por otros lemas.

En cuanto a las perspectivas del país, hay un mensaje nítido y otro que pudo pasar inadvertido en el fragor de los festejos. El primero tiene que ver con las causas de que la fórmula integrada por Delgado y Valeria Ripoll resultara derrotada.

Sin subestimar el costo de los numerosos escándalos y de la sensación de alta inseguridad, veamos las consecuencias sociales del período de gobierno que termina. La gran mayoría de la población, trabajadora y retirada, perdió poder de compra. Además, aumentaron la pobreza y la desigualdad, y sólo el pequeño sector que ya estaba mejor aumentó sus ingresos, sin nada parecido al “derrame” que se prometió tantas veces.

Este resultado, que se puede calificar en términos duros desde el punto de vista ético, fue sin duda muy perjudicial para el desarrollo económico y humano del país. El crecimiento de los sectores sociales excluidos y vulnerables significa menos personas capaces de aportar todo su potencial para que el conjunto de la sociedad avance, y también condiciones aún más propicias para el crimen organizado.

El segundo mensaje, difícil de escuchar anoche para quienes cantaban bajo la lluvia, es que una parte muy considerable de la población sigue alineada con el actual oficialismo, o quizá incluso en mayor medida contra el FA: gran parte del discurso de Delgado y del elenco de dirigentes que lo apoyó le dio prioridad, expresamente, al objetivo de evitar un nuevo gobierno nacional frenteamplista.

Está por verse que ese sector de la ciudadanía sea representado en los próximos cinco años por una alianza estable de toda la actual Coalición Republicana. Ayer Delgado insistió en que esta “vino para quedarse”, pero Guido Manini Ríos expresó que ya “no tiene sentido una coalición que actúe para oponerse”. Sea como fuere, pese a las consecuencias sociales antedichas, a los escándalos, los homicidios y la integración del futuro Parlamento, cerca de 46% de la ciudadanía consideró que con el FA el país iba a estar peor.

Es crucial que Orsi haya reiterado anoche su compromiso de dialogar y construir acuerdos para lograr “una sociedad más integrada”. Si esto no se logra, seguiremos llevando un pesado lastre.

Hasta mañana.