Hoy es 13 de noviembre. Faltan 11 días para el balotaje.
Con la cercanía de la segunda vuelta, aumenta el riesgo de que los discursos de campaña se simplifiquen, exageren y se aparten mucho de lo verdadero. Un ejemplo notorio es la discusión sobre lo que ha pasado con los salarios durante este período de gobierno.
Los datos oficiales están a la vista. De marzo de 2020 a julio del año pasado, el promedio del salario real (o sea, de la capacidad de compra de los salarios) estuvo por debajo de su valor en 2019; desde entonces volvió a situarse por encima de ese nivel, aunque no mucho (algo menos de tres puntos porcentuales). El aumento había sido 7% durante la segunda presidencia de Tabaré Vázquez y 14% en la de José Mujica.
El oficialismo señala los impactos de factores internacionales como la pandemia de covid-19 y la invasión rusa a Ucrania; la oposición alega que el gobierno no hizo todo lo que podía para atenuar esos impactos, y en especial para proteger a los sectores más vulnerables, de modo que la pobreza y la desigualdad social se agravaron.
El debate es legítimo mientras ambas partes reconocen los mismos datos de la realidad, e incluso se puede considerar tolerable que algunos de ellos se disimulen. La política monetaria del Banco Central contribuyó a que disminuyera el ritmo inflacionario y mejorara la capacidad de compra de los salarios, pero con la contrapartida del llamado “atraso cambiario”.
Lo que no resulta tolerable es que los datos se nieguen o se tergiversen. Decir que desde 2020 “los salarios crecieron”, porque hoy están un poco por encima de su nivel de 2019, no resiste la confrontación con una simple gráfica. Como se dijo antes, es innegable que cayeron y estuvieron por debajo del promedio de 2019 durante 40 meses, o sea la mayor parte del período de gobierno.
Durante esos 40 meses, en promedio, las personas asalariadas pudieron comprar menos productos que en 2019 con sus ingresos mensuales. Y a esto hay que agregarle que, por el aumento de la pobreza y de la desigualdad, el manejo de promedios encubre que la pérdida de calidad de vida golpeó más a quienes estaban peor, mientras que la minoría con mayores ingresos mejoraba su situación.
Un informe del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT ilustra sobre el crecimiento de la desigualdad con el indicador de la masa salarial (el total de dinero que se paga en salarios a trabajadores dependientes públicos y privados) y su relación con el producto interno bruto (PIB). En 2019, la masa salarial había sido 41,6% del PIB; en 2023 fue 40,4%.
Hace unos días, Mujica dijo que este gobierno “congeló” salarios y jubilaciones durante 40 meses. No fue la expresión que correspondía técnicamente, porque se habla de “congelamiento” cuando no hay ajuste alguno, pero sí es cierto que salarios y jubilaciones crecieron menos que los precios durante 40 meses, perdiendo capacidad de compra en relación con 2019. El exministro Pablo Mieres respondió que Mujica había mentido porque lo que hubo no fue un congelamiento, sino “una disminución temporal del poder adquisitivo”, y que “hoy estamos dos puntos y medio arriba de 2019”. Lo que no mencionó es que la “disminución temporal” se mantuvo durante la mayor parte del período.
Hasta mañana.