Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El miércoles publicamos una entrevista con el nacionalista Walter Zimmer, exintendente de Colonia, quien dijo que los actuales dirigentes de su partido destruyeron el wilsonismo, y que si el frenteamplista Yamandú Orsi llegara a la presidencia de la República, él estaría dispuesto a participar en su gobierno. En la edición de hoy, algunos dirigentes del Partido Nacional (PN) le responden.

En los últimos tiempos ha sido inusual que se hablara de la eventual alianza entre una figura proveniente del actual oficialismo y el Frente Amplio (FA), aunque el actual presidente de esta fuerza política, Fernando Pereira, insiste sobre la importancia de formar una “nueva mayoría” que entre otras cosas incluya ese tipo de aliados, retomando un camino que se recorrió antes.

Por lo general se destaca que la creación del FA fue un proceso de unificación de partidos y movimientos de izquierda, precedido e inspirado por la unificación de organizaciones sindicales con fuerte peso de militantes izquierdistas en la Convención Nacional de Trabajadores (CNT). Sin embargo, la convocatoria frenteamplista incorporó también a colorados y nacionalistas, como había ocurrido antes en la formación de la central sindical y, muy especialmente, en la experiencia del Congreso del Pueblo.

La combinación de crisis socioeconómica y creciente autoritarismo represivo contribuyó a que fueran posibles esas confluencias: como decía Hugo Cores, “las fusiones se producen a altas temperaturas”. Algo parecido sucedió, durante la dictadura, cuando la Convergencia Democrática Uruguaya unió en el exilio a dirigentes frenteamplistas y del Partido Nacional, y la militancia en organizaciones sociales reunió a jóvenes de muy distintas ideologías y afinidades partidarias.

Tras la salida de la dictadura, y a menudo en el marco de coyunturas que polarizaron el sistema partidario, se sumaron al FA personas que habían tenido trayectorias de importancia en filas blancas y coloradas. De todos modos, el crecimiento de los frenteamplistas y su consolidación como actores protagónicos, con adversarios cada vez más cercanos entre sí (sobre todo después de la reforma constitucional de 1996), han hecho menos habitual que dirigentes de otras fuerzas políticas crezcan en ellas hasta llegar a los primeros planos nacionales y luego crucen la línea divisoria. Las opciones se volvieron más evidentes, y por lo general se encaran antes.

En los últimos tiempos hubo también pasajes en la dirección contraria, por ejemplo, del FA al PN. A veces de cuadros políticos como el diputado Gonzalo Mujica, a veces de dirigentes sin tanta formación pero con experiencia y convocatoria electoral, como el exdiputado Darío Pérez, y a veces de figuras sin ninguno de los atributos mencionados, como la senadora Graciela Bianchi. En todo caso, es evidente que las fronteras se han vuelto menos permeables.

No pasa lo mismo en el nivel de los votantes, donde todavía hay migraciones que pueden cambiar el resultado de una elección nacional. Sobre estos movimientos ciudadanos pueden incidir, en cierta medida, los de dirigentes que cambien de lugar y convoquen a acompañarlos, pero da la impresión de que influyen más otros factores.

Hasta el lunes.