Hoy es 20 de junio. Faltan diez días para las elecciones internas y 129 para las nacionales.
En las elecciones departamentales del año que viene, los cinco partidos que integran el gobierno nacional sumarán votos bajo el lema Coalición Republicana en Montevideo, Canelones y Salto, donde gobierna el Frente Amplio (FA). Se habían propuesto hacer lo mismo en Río Negro, Rocha y Paysandú, pero en esos departamentos no hubo acuerdo porque los socios no lograron que quedaran por el camino las aspiraciones de dirigentes locales de los socios mayores, y especialmente del Partido Nacional.
Cada lema puede presentar hasta tres candidaturas. Con lema común, hay sólo tres para repartir entre todos los coaligados, que por separado pueden presentar hasta 15. Esto implica un duro golpe para el histórico sistema de sumatoria entre múltiples caudillos de distinta envergadura, y en los otros tres departamentos que habían sido seleccionados al comienzo pesó más la voluntad de preservar ese sistema que el riesgo de que gane el FA, como ya lo ha hecho en elecciones anteriores.
Hasta la reforma constitucional de 1996, cada lema podía presentar cuantas candidaturas quisiera a la presidencia de la República, pero aquella reforma obligó a que hubiera sólo una por partido, definida en internas. Si las normas en esta materia tuvieran lógica, en cada departamento se aceptaría también, con más razón, sólo una candidatura por lema a la intendencia, ya que se trata de territorios más pequeños y menos poblados, para los que no tiene mucho sentido que compitan hasta tres veces más propuestas.
Sin embargo, eso es lo que pasa, por el motivo evidente de que la limitación de 1996 no se debió a una evaluación racional de cuántos programas de gobierno es sensato que se presenten para un departamento. La relación de fuerzas entre los lemas mostraba una clara tendencia a que el FA llegara a ser el más votado, como efectivamente sucedió en las elecciones nacionales de 1999, inmediatamente posteriores a aquella reforma (y ha sucedido desde entonces cada cinco años). Esto obligó a sus adversarios colorados y nacionalistas a buscar un mecanismo para sumar sus fuerzas electorales: el balotaje.
A su vez, la segunda vuelta sólo puede tener legitimidad con candidaturas únicas por lema. Si se hubiera mantenido la normativa anterior, el balotaje tendría que realizarse entre las fórmulas más votadas de los dos lemas más votados, y esto podría conducir fácilmente a que esas dos fórmulas fueran poco representativas del conjunto de la ciudadanía.
En las elecciones de 1994, últimas previas a la reforma, con candidaturas múltiples a la presidencia y segunda vuelta, habrían competido en noviembre la dupla formada por Julio María Sanguinetti y Hugo Batalla, que tuvo menos de 24% del total de votantes, y la formada por Tabaré Vázquez y Rodolfo Nin Novoa, que no llegó a 30% de ese total. En las de 1989, habrían pasado al balotaje las fórmulas Luis Alberto Lacalle Herrera-Gonzalo Aguirre, con menos de 22% del total, y Jorge Batlle-Jorge Sanguinetti, con poco más de 14%.
Para las departamentales pasa ahora lo mismo que en 1996: la renuncia a la acumulación entre candidaturas sólo se acepta cuando la probabilidad de que gane el FA es grande.
Hasta mañana.