Hoy es 3 de julio. Faltan 116 días para las elecciones nacionales.
Las fórmulas para octubre del Frente Amplio (FA) y el Partido Nacional (PN) tienen en común la presencia de un varón y una mujer, pero también que la candidatura a la presidencia es la del varón. La diferencia es que Carolina Cosse compitió como precandidata en las internas con base en su trayectoria previa, se ubicó en el segundo lugar y tiene esa legitimación para incidir en la definición de los contenidos y las formas de la campaña, cosa que no sucede con Valeria Ripoll.
Hace cinco años, Graciela Villar y Beatriz Argimón fueron postuladas a la vicepresidencia por decisión de los candidatos ganadores (Daniel Martínez y Luis Lacalle Pou, respectivamente) y no habían competido con ellos ni lideraban sectores de peso. Hay un avance, aunque sea lento y pueda ser considerado insuficiente, sumado al fracaso del proyecto de ley de paridad en mayo de este año, que permite prever sin temor a equivocarnos que en el próximo período de gobierno persistirá la baja proporción de mujeres en el Parlamento.
En esta edición, la politóloga Verónica Pérez Bentancur analiza la situación, plantea posibles causas y señala aspectos de la campaña que habrá que tener en cuenta para detectar desigualdades.
Pérez Bentancur destaca, entre otras cosas, que parte de las personas que no apoyan candidaturas de mujeres alegan que la sociedad uruguaya todavía no está preparada para elegir a una presidenta, y que por lo tanto su partido quedaría en desventaja con una candidata a ese cargo. Esto es por lo menos discutible, ya que países como Brasil y México parecen ser bastante más machistas que Uruguay, pero han elegido presidentas, y puede tener características de profecía autocumplida, porque al no presentar candidatas se contribuye a la consolidación del presunto retraso social en nuestro país.
Que en Uruguay existe una importante desigualdad de género es un hecho confirmado por numerosos indicadores sociales y políticos. Es claro también que esto se debe a la persistencia de fuertes prejuicios machistas y patriarcales, que moldean la convivencia social en forma desfavorable para las mujeres. Parece obvio que tales datos estructurales incidieron en los resultados de las internas, aunque no es posible establecer con precisión en qué medida lo hicieron, y también es obvio que jugaron otros factores no vinculados con cuestiones de género. De todos modos, basta con prestarles un poco de atención a los cuestionamientos contra Carolina Cosse en el Frente Amplio y Valeria Ripoll en el Partido Nacional para ver que el sesgo de género está presente. Las críticas a ambas son distintas, pero tienen en común que muchas de ellas se refieren a características que no se consideran negativas en los varones que se dedican a la política, y que a veces incluso se valoran en forma positiva.
No podemos saber con certeza qué motivos llevaron a cada votante a elegir una precandidatura, y aun si dispusiéramos de una encuesta, sería difícil estimar la incidencia de prejuicios no declarados, pero cada votante, sea varón o mujer, debería tratar de reflexionar con sinceridad al respecto.
Hasta mañana.