Hoy es 10 de julio. Faltan 109 días para las elecciones nacionales.

Uruguay se encamina hacia las novenas elecciones nacionales desde la dictadura. Van a ser 40 años de alternancia en el gobierno, con tres presidentes del Partido Colorado, otros tres del Frente Amplio y dos del Partido Nacional. Las orientaciones han sido distintas, con duras contradicciones en algunas áreas clave, pero también hay continuidades, y entre ellas es preciso destacar la del respeto por las urnas para resolver tales contradicciones. Mientras recorremos este camino, en la región y en el mundo hay quienes eligen otro, coordinando cada vez más sus esfuerzos.

En Brasil, el diputado ultraderechista Eduardo Bolsonaro trabaja desde hace un año y medio para formar una organización transnacional que se llamará Alianza por la Libertad y será lanzada formalmente en octubre, con apoyo del partido español Vox. Aquí estaremos votando, y en Portugal se constituirá un movimiento que niega las decisiones electorales en su contra.

El legislador lo confirmó el fin de semana pasado en un encuentro internacional organizado por la filial brasileña de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), de origen estadounidense. Participaron, entre otros, el presidente argentino Javier Milei y el chileno José Antonio Kast, derrotado en balotaje por Gabriel Boric hace tres años.

La narrativa de Eduardo Bolsonaro sobre la situación de su padre, Jair, es llamativamente similar a la del expresidente estadounidense Donald Trump, orador central en la reunión de la CPAC central que se realizó en febrero de este año cerca de Washington. En aquella ocasión asistieron, entre otros, el mismo diputado brasileño, el presidente salvadoreño Nayib Bukele, Milei, su ministra Patricia Bullrich y el asesor y operador internacional de ultraderecha Steve Bannon.

Trump y Jair Bolsonaro fueron presidentes con sendos mandatos de cuatro años, buscaron la reelección y la ciudadanía de sus países los rechazó. Ambos alegan que hubo fraude: después de sembrar el odio contra sus adversarios y presentarlos como seres malignos a los que hay que aplastar, no pueden reconocer que la gente los haya preferido y urden nuevos relatos sin fundamento. Milei viene recorriendo el mismo camino de descalificación violenta a quienes se le oponen.

La extrema derecha suele invocar el nacionalismo para disfrazarse de salvadora de la patria contra presuntas conspiraciones internacionales, que le atribuye a enemigos tan diversos como la burocracia de la Unión Europea, el Foro de San Pablo y la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, se vuelve internacionalista cuando le conviene. Cuando gana las elecciones, desprecia, tergiversa y reprime las posiciones de las fuerzas adversarias; cuando pierde, invoca la libertad de expresión y se presenta como víctima de persecución ideológica y censura.

El presidente Luis Lacalle Pou, con buen criterio, toma distancia del extremismo incendiario de Milei, pero en Uruguay existen, lamentablemente, actitudes y narrativas políticas semejantes a las del presidente argentino. Aunque nos guste creernos excepcionales, no estamos a salvo de la siembra de veneno antidemocrático en escala internacional.

Hasta mañana.