Hoy es 29 de agosto. Faltan 59 días para las elecciones nacionales.

Con el reciente pronunciamiento de Carolina Cosse, candidata a vicepresidenta por el Frente Amplio, se consolidó la unanimidad en contra del “Sí” a la reforma de la seguridad social entre los integrantes de las fórmulas presidenciales de los partidos con representación parlamentaria. La misma postura es muy mayoritaria entre profesionales de la economía y otros saberes asociados a la seguridad social.

Esa aparente uniformidad puede haber contribuido a la relativa escasez de debate público sobre un plebiscito cuyo resultado –en esto todos coinciden– tendrá gran incidencia en las políticas sociales y económicas de los próximos gobiernos. Luego de las elecciones internas, los más interesados en discutir el tema son el PIT-CNT, que busca dejar sin efecto la reforma, y algunos sectores del gobierno, que la defienden y ven en su jerarquización mediática la posibilidad de remontar una campaña electoral adversa. El Frente Amplio, en tanto, decidió prolongar sus diferencias internas, y esto tiene como expresión electoral la libertad de acción de sus votantes, y como táctica política, la minimización de las discrepancias entre correligionarios.

Además, es probable que a la falta de debate contribuya la idea de que es difícil que triunfe el Sí, dado que los grupos políticos que lo promueven han sido minoritarios (al respecto, es muy recomendable el artículo de Fernando Esponda “Dime a quién votas y te diré qué votas). Recordemos que, en este tipo de consultas, sólo hay una papeleta, que debe contar con más de la mitad de los votos emitidos para resultar aprobada, por lo que es gravitante el ensobrado previo junto a las listas partidarias.

El resultado del plebiscito, sin embargo, dista de ser absolutamente previsible, de acuerdo a sondeos recientes, que dan cuenta de una gran cantidad de indecisos. Además de connotar ideas compartibles por buena parte del electorado –presupone cierta noción de justicia social–, la campaña del Sí presenta argumentos de innegable atractivo inmediato, como la equiparación de las jubilaciones al salario mínimo o el retorno al piso de 60 años como edad de retiro. Una buena porción de los votantes se muestra de acuerdo con ellos, según las encuestas.

Ante ese margen de incertidumbre, y frente a la escasez de discusión sobre el tema, un grupo de especialistas en asuntos económicos asociados a la postura mayoritaria en el Frente Amplio decidió dar a conocer sus propios argumentos en contra del plebiscito. Detectaron, entre la militancia frenteamplista, la necesidad de contar con argumentos claros y convincentes para entablar discusiones mano a mano con quienes piensan apoyar el plebiscito. Además de proveer razonamientos prácticos –por ejemplo, emparejar salarios y jubilaciones puede implicar la baja de los primeros–, este conjunto de académicos, dirigentes y exfuncionarios intenta dejar claro que estar en contra del plebiscito no significa apoyar la reforma del actual gobierno. En paralelo, el proyecto “Frenteamplistas por el No al plebiscito de la Seguridad Social” buscará incorporar los argumentos de profesionales de otras disciplinas, además de la económica.

Más allá de su orientación, se trata de una iniciativa sana, porque siempre es deseable que el resultado de un plebiscito provenga de decisiones informadas y no de la falta de discusión.

Hasta mañana.