Fernando Foglino. Estuario; Montevideo, 2024. 184 páginas, 690 pesos.

Combinar la mirada de un poeta con la de un artista visual es uno de los cócteles más habituales y más habitualmente fallidos del reempaque cultural contemporáneo. Suele enfocarse en la alternancia de territorios que se amalgaman con ese encolado multiuso llamado “dialogar”. Acá, sin embargo, estamos muy lejos de esas argamasas. Para empezar, porque quien es a la vez cultor de la poesía y de lo visual es una misma persona. Para seguir, porque no hay una pretensión de yuxtaponer lenguajes, sino que se trata de exponer –y de exponerse– en una década de trayectoria con “poéticas y experimentaciones”, como reza el subtítulo.

Quien busque bajo ese techo el sopor del ensayo deberá obtener somníferos en otra parte. En muchos segmentos, Foglino apela a la crónica para hacer vibrar sus materiales. Y quien intente encontrar la liviandad del amable anecdotario, también deberá mantenerse lejos. La introspección del autor –que la hay, como no puede ser de otro modo– está atenta a lo que pasa fuera de su arca de marfil, porque no es torre. Ahí caben, por ejemplo, experiencias removedoras, como la serie “Evidencia”. Búsqueda de lo perdido más allá incluso de lo que se perdió. El artista –el cronista, el poeta– toma como excusa las partes faltantes de estatuas icónicas, como la de Vaimaca Pirú en el conjunto mal llamado Los últimos charrúas (1938), y se entromete con todo lo que se nos ha perdido como sociedad. En esa serie impacta en particular la investigación sobre la estatua Abayubá (1944).

Pero tampoco se escuda en el pasado remoto. El libro de Foglino tiene, en la misma serie, un estremecedor apartado sobre La niña y la paloma (1965), con la deriva de una obra del escultor comunista Armando González, Gonzalito, robada y vuelta a fundir tres veces –cuenta–, en el que “tal vez se trate del mayor ejemplo de apropiación de una obra de arte como símbolo de corrientes ideológicas opuestas”. A fin de cuentas, lo que había comenzado tan inocentemente con el goteo del hielo a partir del mármol de Carrara de La meditación (1916) no era tan inocente. Apenas algunos ejemplos de lo mucho que contiene este libro –de excelente edición–, que, se lo mire por la costura que se lo abra, siempre será más de lo esperado.