Según el reglamento del Concurso Oficial de Carnaval, la categoría Humoristas “se basará en la libre comicidad de escenas, situaciones o personajes. También podrán basarse en obras literarias, hechos o sucesos reales, siempre y cuando estos elementos no sean los determinantes en la base argumental del espectáculo”.
Lo más importante de ese primer párrafo del documento parece quedar resumido en la expresión “libre comicidad”. En efecto, los conjuntos pueden hacer uso de una amplísima variedad de recursos estilísticos y utilizarlos para definir la forma y el contenido de sus espectáculos.
De hecho, en un rápido repaso por la historia de esta categoría, la efectividad del humor de los conjuntos puede nacer incluso de cierta deformidad, del desorden o de situaciones de enredos sin necesidad de que estas queden resueltas en algún momento de sus actuaciones.
Si se piensa, por ejemplo, en la dimensión temporal de las ficciones de los humoristas, a diferencia de la categoría Parodistas, su libertad reglamentaria también supone una especie de elástico con el que se puede jugar y sacar provecho de él, sin preocupación.
“Los gauchos patones” pueden aparecer en cualquier momento y situación en los espectáculos de Sociedad Anónima; se trata de personajes atemporales que se adaptan a cualquier suceso y son libres de meter su cuña, con la complicidad del público, que ya los conoce.
Leo Pacella en Los Choby's -o cualquiera de sus compañeros- puede romper la ficción que se está contando y salir de su personaje, desde una supuesta no ficción, para hacer uno de sus clásicos quiebres humorísticos de desconcierto, como lo hacen este año con el veterano Marcelo Tuala.
La Escuelita del Crimen era una eterna clase escolar donde a lo sumo se iba de paseo. Los Carlitos tomaron decenas de formas, pero su principal atracción era Cachito de León en su personaje pícaro e incorrecto, como cuando el comediante Jerry Seinfeld hace de Jerry Senfield.
Con Los Jokers nunca importó demasiado su trama. El encanto de sus shows, sobre todo los de sus últimos años, se apoyaba en el característico humor de la familia Tuala y su metralleta de chistes.
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Sobre las mechas
“Podrá utilizarse una creación jocosa única o plantearse varios cuadros enmarcados en una faz cómica”, continúa diciendo el reglamento. “Las ocurrencias o mechas improvisadas que surjan de la escena serán un elemento positivo, en el marco de lo establecido en el Artículo 9º ('Las 'mechas' quedan fuera del régimen de presentación, siempre y cuando sean breves y apunten al enriquecimiento del espectáculo'). La obtención del humor en la propuesta y desarrollo de cada rubro técnico que compone el espectáculo será especialmente valorado por el jurado. Se valorará la labor individual en la búsqueda del humor, pero con una mayor apreciación del trabajo colectivo”.
La libertad que otorga el reglamento en esta categoría también permite crear un universo totalmente nuevo, o similar a otro que conocemos aunque nunca idéntico.
La fábula de animales autóctonos que este año presentan Los Rolin podría asemejarse a la de muchos cuentos clásicos de la literatura, pero es única en su concepción y en su relato.
Lo mismo pasa con el robo a un banco del efímero título No te comas los morrones, o del hotel gerenciado por el Gallego Vidal en La naranja mecánica.
En esta categoría “las ocurrencias o mechas improvisadas” resultan un elemento casi imprescindible para los conjuntos, y pueden potenciar la efectividad de sus espectáculos e incluso sacarlos a flote después de un arranque flojo.
Son fundamentales para lograr una buena conexión entre público y conjunto. Su aparición puede encender la chispa de la risa, incluso en los peores momentos, y además les permite a las actrices y actores crecer sobre el escenario si saben cómo seguir el hilo de aquello que está funcionando. Una mecha puede cambiar el clima del lugar y la historia de unos humoristas; puede significar el inesperado nacimiento de un personaje o de una frase que se vuelva marca registrada y recurrencia efectiva para futuros carnavales.
Son ejemplo de este fenómeno los soliloquios del Pato Esteche en Sociedad Anónima, el personaje Virgilio, que hasta tuvo sus propio humoristas (Los Virgilios), y el humor incorrecto de Tití Medina en Los Bergoglios.
En cuanto a la especial valoración del jurado de “la obtención del humor en la propuesta y desarrollo de cada rubro técnico”, los humoristas Cyranos son el conjunto que mejor lo ha llevado a la práctica. En sus propuestas el humor nace desde la puesta en escena y se manifiesta expresamente a través de los textos, la música, el vestuario y las coreografías, con una idea madre que le da sentido a la unión de cada uno de los elementos y acciones sobre el escenario. No casualmente son también los Cyranos quienes construyen sus espectáculos desde una concepción fuertemente colectiva, hasta en sus cuadros más clásicos, donde Jimena Márquez y Jimena Vázquez tienen sus momentos de brillo, la contraescena se mantiene conectada con cada remate o situación de las humoristas.
Por último, el reglamento establece que el tiempo de actuación debe ser de entre 45 y 55 minutos, que los conjuntos pueden tener entre 12 y 18 componentes y un número ilimitado de suplentes, y que el acompañamiento musical “podrá ser orquestal o con pistas secuenciadas, siempre que estas contribuyan al enriquecimiento del espectáculo”.