Las noches de verano en el Capitol se habían vuelto un clásico. Se sabía que desde enero hasta el fin del carnaval la cantina del Jano abría sus puertas amablemente hasta altas horas de la noche junto con la barra de La Trasnochada. Las obras de remodelación que encaró la institución de la calle Gil después de la pandemia obligaron a la murga a comenzar una búsqueda incesante para encontrar un nuevo local de ensayo.
No fue tarea sencilla. Recorrieron más de 60 lugares hasta llegar a un acuerdo con el Club de Pesca Independiente, frente al Planetario, en la zona de Villa Dolores. Tras varias jornadas de limpieza y reacondicionamiento, la murga se instaló nuevamente en su barrio original, presentando un patio carnavalero que noche a noche se vio repleto durante la época de ensayos. Estas modificaciones no fueron las únicas para La Trasnochada, que debió también cambiar varios integrantes de su coro, y ahí es donde surge la oportunidad para que en la cuerda de primos, casi en la punta, se sumara Sebastián Rivero.
Surgido en Murga Quimera y con un breve pasaje por La Margarita, Rivero estuvo más tiempo haciendo murga desde abajo que arriba del escenario. Letrista de Momolandia, Diablos Verdes y De Garufa, se incorporó al grupo de textos de La Trasnochada en 2015 con el espectáculo “Canciones”. Casi desapercibido quedó en su historial murguero el año 2010, cuando salió con Curtidores de Hongos (tercer premio de la categoría) y recibió mención como mejor director escénico.
Es tu regreso al escenario después de 13 años. ¿Qué fue lo que motivó subirse otra vez después de un buen tiempo viviéndolo desde otro lado?
Hace varios años que estaba con la murga en la construcción de espectáculo, tanto de las letras como de lo musical. Al estar cerca e incluso hacer algunas giras durante el año, cubriendo cuando alguien no podía viajar, los compañeros ya me venían diciendo que tenía que salir en carnaval. Ahora se dio que varios componentes no podían seguir y la murga tiene como filosofía invitar a gente muy cercana, así que surgió la posibilidad.
Fue una tremenda alegría. La murga es el género que más me motiva, y poder cantar lo que estamos escribiendo es algo que también me genera otro tipo de lazos, primero con la obra personal, segundo con el público, y después con el colectivo, porque ya te vas dando cuenta de cosas que vas resolviendo en el ensayo. La maneras de decir, la textura, el color ya los podés ir modificando de inmediato. Eso era lo que me faltaba: tomar la temperatura real de lo que se estaba haciendo.
¿Por qué lado buscan cada vez que empiezan a armar el espectáculo, tratando de mantener ese perfil que caracteriza a La Trasnochada?
Para mí los ejes que terminan de construir la impronta de la murga son, primero, la mirada poética hacia lo cotidiano y hacia el mundo, creo que también la mirada de la amistad y lo familiar, y luego la fluidez de su musicalidad. La murga tiene un círculo mucho mayor de lo que se ve en el escenario, de personas que están todo el tiempo ahí, sosteniendo y también marcando el rumbo, porque de cada opinión, de cada conversación se va nutriendo el espectáculo. Por eso esa cuestión más bohemia, que está abrazada al placer de encontrarse, de terminar el ensayo y saber que todo el mundo se queda a charlar.
Esta simbiosis se da entonces por eso, por las ganas de charlar, de encontrarse, de añorar, de reírse, de proyectar, y también quizás porque nos lleva a una época como la del tango, en la que la reflexión y la metáfora estaban mucho más presentes. Ahora es todo mucho más dinámico y mucho más directo. Creo que eso va conformando el estilo. Para decir algo, nosotros como hacedores le buscamos una vueltita más. A veces sí, se hace necesario ir directo, pero vamos construyendo desde lo ornamental que tenía la época bella del tango y la poesía. Es una mirada muy personal, lo sé. Abrir el abanico para que cada persona vaya construyendo su propio relato con las herramientas que le damos. Creo que darle todo digerido al otro empobrece el espectáculo.
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Y si de abrir el abanico se trata, Rivero en un artista que lo hace en forma permanente. Vinculado al carnaval sí, pero buscando constantemente nuevas formas de vehiculizar sus melodías. Como compositor en 2022 fue ganador del Premio Nacional de Música Infantil con su obra Los bichos musicantes. Participó también en otro proyecto premiado por los fondos concursables del MEC, El titiritero, junto a Sebastián Santana y Horacio Cavallo, donde volvió a ponerles música a las palabras. En la murga trabaja a la par de Martín Souz y Maxi Orta para gestar el espectáculo 2023: La historia del Mago Flores.
La Trasnochada no es una murga que suela salir a buscar figuras al mercado, por llamarlo de algún modo. Pero tienen dos puntales que son referentes desde el inicio, ¿cómo es trabajar con Souza y Orta?
Es así. No es una murga que sale a buscar figuras. De Martín te puedo decir que es el director escénico y arreglador musical que más me gusta. Me parece que es el mejor el tipo. Y consigue con su musicalidad una fluidez única y que no se repite año a año, algo muy importante; conviviendo con él en el proceso, conozco esos detalles. Hay años en los que agarramos por lados más del tango, otros más por la música inglesa y otros por otro lado. El loco hace un trabajo increíble. Es compositor, es escritor, es músico, es sesionista, es arreglador, es murguista. Tiene un talento desbordante y es espectacular que un colectivo pueda contar con una figura así.
De Maxi te puedo decir que para mí es el cupletero contemporáneo, de los que quedan muy pocos si es que quedan. Tiene 20 años de carnaval con 36 años, o sea que empezó muy joven, y tiene una impronta que ya no la hay. En los últimos años la figura del cupletero se ha expandido a otras áreas. Pero es un cupletero que te lleva adelante un hilo conductor, que te hace morir de la risa, que te hace reflexionar, que te hace emocionar y canta como los dioses. Encima escribe y hace puesta en escena. Es un tipo que cuando está en el área y le llega, te clava. La combinación Maxi-Martín es única y para La Trasnochada son los capitanes del barco.
¿Cómo conviven el tratar de mantener un estilo y el apostar fuerte en el concurso oficial, algo de lo que se ha jactado La Trasnochada normalmente?
Quienes forman parte del concurso están compitiendo. Rara vez se puede ver a un colectivo que haga las cosas como para que le vaya mal en el concurso. Entonces, más allá de los discursos y de las filosofías de cada conjunto, o de lo que año a año pongan como eje central de sus repertorios, en el concurso oficial damos por sentado que están compitiendo. En ese sentido jugamos el juego que plantea este espacio y este sistema. No es que La Trasnochada sea “concursera” y otras no lo sean. La murga trata de vestirse con las mejores pilchas, hacer las canciones con la poética y las músicas que más nos gustan, compartir las temáticas que más nos interesan. Eso entre los artístico. Y después, en el tema rubros, intentamos que estén lo más fuertes posible, como creo que lo hace la mayoría.