Ida Vitale no necesita presentación. La poeta de 99 años, integrante de la Generación del 45, fue galardonada recientemente con el premio Cervantes, entre otros, y su obra, como suele suceder en estos casos, afortunadamente fue puesta en el tapete. Un invierno equivocado, el flamante título de la editorial Topito, especializada en literatura infantil y juvenil, es su único libro dirigido a ese público, cuya primera publicación data de 1999, tuvo una edición en 2002 en México y en esta, hermosamente ilustrada por María Fló, aparece como una ocasión ideal para presentar a la autora a los más chicos.

Aunque es un texto narrativo, la poesía está presente en la creación del universo entre idílico y de ensueño de Nodar, un pueblo perdido, gozoso en su aislamiento, y que, instalado en el terreno de la imaginación, se ofrece como puente entre la poeta y su público. Esa definición de “perdido” que lo pone en tensión con la posibilidad de encontrarlo, o con el destino de ser encontrado, Nodar se define por lo que no es: no está en los mapas, no queda de paso a ninguna parte. Esa peculiaridad dialoga con el “equivocado” invierno que se anuncia en el título. Sin embargo, el extrañamiento no se define por lo raro sino por un desplazamiento: se trata de un pueblo sencillo, habitado por personas comunes, con árboles, pájaros, ovejas, gatos, cuya pureza radica en su carácter ignoto.

En el tono intimista de la narración parece anidar la voz de la poeta contándoles a esos nietos –ya grandes ahora– a quienes lo dedica. Las ilustraciones de María Fló, que se juegan a los colores de la tierra, acentúan lo ilusorio de este pueblo al que, desde la tapa y las guardas, cobijan entre ramas y hojas de un bosque que inevitablemente nos conduce a esos escenarios tan propios de los cuentos infantiles. Todo en esta edición es delicado y sutil, y la anécdota, que se desgrana sin sobresaltos, se toma su tiempo, se detiene en los detalles, en lo sensorial, y apela al humor, un humor no exento de ternura, en el remate. La armonía entre los habitantes de Nodar y el entorno se pone en juego sobre todo en el vínculo entre humanos y animales –los pájaros, las ovejas–, que permite una colaboración solidaria para enfrentar a ese invierno que llega cuando nadie lo espera.

Un invierno equivocado, de Ida Vitale y María Fló. Topito, 2022. 40 páginas. $ 450.

Tres amigos y un titiritero

Foto del artículo 'Poesía que se cuela: dos títulos imprescindibles que dejó el 2022'

La historia detrás de El titiritero es de amistad. Hace varios años, el escritor Horacio Cavallo, el músico y poeta Sebastián Rivero y el incansable ilustrador y –si se me permite– activista del arte Sebastián Santana pergeñaron la idea de “hacer algo juntos”. Poco a poco, charla va, charla viene, con hallazgos significativos en el medio, fue surgiendo esta pequeña obra de arte con forma de libro ilustrado que podríamos ubicar en el campo de la literatura infantil y juvenil o, simplemente, en el de las artes, a secas, en el que distintas disciplinas se intersectan y contaminan entre sí. Libro objeto de factura minuciosa, fue posible gracias a haber sido seleccionado por los Fondos Concursables para la Cultura, una herramienta que permite que proyectos como este se concreten y salgan a la luz, y puedan llegar a los lectores a un precio accesible.

Como su subtítulo lo explicita, consta de un poema, dos canciones y seis ilustraciones en los que los tres autores crearon y trabajaron en diálogo, con tiempo y en el transcurso del tiempo, y en el objeto que el lector tiene entre manos da cuenta de esa vocación de unidad que estuvo en todo el proceso de creación.

Quizá no haya nada más íntimamente ligado a la magia de los niños cuando juegan, a su capacidad de inventarse mundos, que la labor del titiritero, cuyo arte es, precisamente, dar vida a objetos, convertir un retablo en un mundo pequeño en el que ocurren cosas, sin perder el hilo que lo conecta con la realidad, con el espacio donde se instala y esas vidas de madera salen a la luz y los personajes van y vienen, sin que deje de ser el jardín de la casa del cumpleañeros o la sala de teatro del pueblo. De manera similar opera El titiritero: con la primera canción –es importante seguir el orden que los autores proponen: el primer paso es bajar la primera canción descargando el código QR– nos traslada a un espacio-tiempo otro, entonces estoy en el balcón del apartamento que súbitamente se transformó en taller con olor a madera y aserrín volátil que captura los rayos de luz.

Todo en El titiritero es homenaje: al arte trashumante de esa suerte de demiurgo que es el titiritero, a la música, a la poesía, a la madera –y en ella a la materia natural que se nos da para crear–, a la lija y el garlopín del carpintero, a la voz que canta. Pero, al homenajear, los autores se ubican en las antípodas del bronce: nos llevan directo a la experiencia, y en cada página del libro habita una actualización de ese arte vital.

El gran tema es el tiempo –ese tópico infinito de la literatura–: el tiempo de la vida, el tiempo de la creación, el tiempo de la poesía. En el texto de Cavallo aparece en una poesía de métrica precisa y en elementos del entorno que marcan la pausa y el ritmo, como las gotas de lluvia, el latido de la madera, los meses del año y la alusión al relojero. El tiempo pasa lento en El titiritero, y esa calma del taller es, al mismo tiempo, fugaz: pasa la tarde y pasa la vida. La canción de Rivero también parte de cierta nostalgia tanguera, pero con una dicción murguera que le da un aire festivo e invita a unirse al coro. Las ilustraciones de Santana, lúgubres a simple vista, se ahondan en las sucesivas miradas que permiten leer una historia hermosa y de honda tristeza, como la vida misma; se abren para adentrarse en los detalles y en los contrastes de luz y sombra.

Todo el conjunto exuda belleza y, definitivamente, no es para leer rápido y olvidar en un estante, sino para tenerlo ahí y volver: seguro aparecen nuevos haces de luz en las motas de aserrín en las que dejar que la vista se pierda.

El titiritero. Un poema de Horacio Cavallo, dos canciones de Sebastián Rivero y seis ilustraciones de Sebastián Santana. Ediciones del Estómago Agujereado, 2022. 28 páginas. $ 500.