Con una dilatada trayectoria en los medios, vinculada más que nada al periodismo deportivo, Álvaro Recoba fue también desde toda la vida un hombre del carnaval. Comenzó como animador de tablados en el escenario del Centro Social del Paso de la Arena. Después estuvo en La Expo, que se ubicaba en el predio que está pegado al Shopping de Tres Cruces, el Defensor Sporting, la plaza 1° de Mayo, el Monumental del Buceo y el tablado de Piedras Blancas, en la esquina de General Flores y José Belloni.
“Mis padres no eran carnavaleros, pero tenía dos primas que cuando tenía 7 años empezaron a llevarme al tablado de Maroñas. Ahí, de chiquito, me prendió el bichito de lcarnaval, una de las grandes pasiones que tuve junto al fútbol. Como no sabía bailar ni cantar, mi sueño era ser presentador”, cuenta Recoba a la diaria sobre su primer acercamiento a la fiesta de Momo.
Después de su recorrido animando en los escenarios barriales, en agosto de 2009 llegó una oportunidad que lo sorprendió. De casualidad se encontró por el Paso Molino con el Gato José Morgade, por aquel entonces Secretario de Daecpu, y lo citó para una reunión al día siguiente, en la que también iba a estar el presidente de la entidad, Enrique Cachete Espert. Recoba le pidió al histórico director de La Reina de La Teja que le adelantara algo, y la respuesta fue: “Seguramente te ofrezcan ser el presentador del concurso oficial de carnaval”.
La etapa de acuerdos con Tenfield había llegado a un impasse en esos momentos, por lo que Jorge Coco Echagüe iba a dejar de ser el presentador de los conjuntos. Al otro día Recoba fue a la sede de Daecpu y le confirmaron la noticia de que iba a empezar a trabajar en el Teatro de Verano desde el Carnaval 2010.
Una vez contaste que cuando te ofrecieron ser el presentador del Teatro de Verano te pidieron sólo una cosa. ¿Qué fue?
Enrique Espert me dijo que lo único que querían era que presentara a la murga más humilde y de menor nombre, con 50 personas a primera hora, de la misma forma que a la más encumbrada que cierra la etapa con el teatro lleno. No sé si éxito, pero la permanencia en esto me la dio eso, el respeto hacia todos los conjuntos. Y por más que tenés un panorama diferente en distintas noches, he tratado de presentar a todos igual. Creo que los directores y los componentes notan ese respeto, y ha sido fundamental en este camino que llevo acá en el Teatro de Verano.
¿Cómo fue el cambio del público de los tablados al del Teatro de Verano?
Vine con mucho temor. Yo llevaba 25 años de presentador en tablados. Y ahí vos sos el dueño de todo. El animador dirige la batuta, larga el bingo, sube a hacer de payaso si el conjunto demora en venir. Y además está prácticamente la misma gente todas las noches. En los tablados no se juega lo que se juega en el concurso. Es una forma más distendida.
En el Teatro de Verano enseguida empiezan a aparecer los fantasmas de que los abonados dicen tal cosa, de que acá es distinto, que vas a tener lío con los directores… pero nada más alejado de la realidad. El respeto con el que me ha tratado la gente ha sido increíble. Los abonados para mí son el sostén del carnaval. Es gente que lo ama y que invierte en él. Pagan adelantado de su salario para tener asegurado su lugar, y además sacan la licencia de todo el año para venir. Creo que hay que tener un respeto bárbaro por ellos. Por todo el público, en verdad, pero ellos evidentemente dan el puntapié inicial.
Voy a estar eternamente agradecido. Se cayó una barrera, la de que decían que el público del Teatro de Verano era muy difícil. Tenés que ser consciente de que no te están esperando a vos, están esperando al conjunto. Hacer las cosas cortitas y al pie, concretas. Presentar al conjunto de manera respetuosa y sencilla. Siempre digo: si tenés la pelota en la puerta del arco, mandala al fondo; no la saqués para la media luna. Acá pasa lo mismo.
¿De qué manera se viven esos momentos previos a la apertura de telón, en los que se conjugan un montón de situaciones en el escenario?
Es la parte más difícil, quizás. No conozco ningún carnavalero que haya hecho plata, pero ahí arriba se juegan un montón de tiempo y dinero invertido, tanto directores como componentes. Entonces esos momentos son de mucha tensión. Es donde tenés que tener calma para equilibrar esos nervios y esa locura. Poner la pelota contra al suelo, dar tiempo para solucionar algún problema con los micrófonos o lo que sea. Es algo que aprendí con el tiempo, y creo que en eso radica gran parte del respeto que me tienen los conjuntos.
Hay cosas que no se ven, alguna discusión o peleas que por suerte después pasan. Tengo dos colaboradores a nivel de escenario, Hugo Correa y Carlos Nípoli, que son directivos de Daecpu, que trabajan para que todo se solucione. También hay un muy buen relacionamiento con los compañeros de las radios y la televisión, que son los que pagan por los derechos y claramente si hay que estirar un par de minutos por algo, lo hacemos.
Evidentemente uno viene por dinero acá, porque es un trabajo. Pero yo vengo a disfrutar del carnaval. El día que no me pase eso, que no corra por mis venas, no vengo más. Espero ser por varios años más el presentador, pero ya te digo, yo amo el carnaval y disfruto lo que hago.
A la par de ser el presentador oficial del concurso, seguís presente en la radio con Carnaval de gala, por Monte Carlo. ¿Cómo se regulan esas dos tareas?
Ahí participo menos, no me gusta mezclar los tantos. Yo durante el carnaval no opino de nada. Después que termina el concurso sí, te puedo decir cuál murga me gustó, cuál no... Incluso tenemos el programa durante todo el año. Nunca nadie me dijo nada, yo sólo me puse el objetivo de no comentar. En febrero soy el presentador oficial y me tengo que concentrar en eso.
¿Qué reflexión hacés sobre el carnaval de hoy a diferencia de aquel que conociste hace muchos años? ¿Qué pensás sobre el señalamiento de algunos que sostienen que la evolución le hizo perder su esencia?
Yo creo que tiene muchas más cosas positivas que de las otras. La profesionalización ha mejorado sustancialmente al carnaval. Todos los espectáculos que vemos en el concurso son dignos de tener un espectador que paga la entrada. En eso se ha mejorado notoriamente. Años atrás, realmente había espectáculos bravos de bancar. Y también mejoró la parte de los rubros técnicos. No hay un conjunto que no te venga con su puestista, coreógrafa, iluminador, sonidista, todo lo que se necesite. Sobre que se perdió un poco la bohemia, y sí... pero había que agiornarse, dar pasos hacia adelante. Y lo que nos falta a los carnavaleros, lo digo incluyéndome, es venir a disfrutar más de los espectáculos. Que la competencia no sea tan grande, tan sangrienta.
Yo entiendo algo: si el carnaval no tuviera concurso no sería carnaval, en el sentido de que no sería para nada lo mismo. A veces escucho que no debería existir el concurso, para mí no tendría razón de ser. Hasta en el Carnaval de las Promesas tiene sus premios. Lo que sí, no estar buscando que el otro se equivoque para yo ganar. No, que todos mejoren, mi conjunto y el otro, para que se enriquezca a la competencia. Creo que eso es lo que tenemos los carnavaleros en el debe.