Como si la noche anterior no se hubiera quedado la muchachada jugando al pool y escuchando plena en la cantina hasta muy tarde. Como si nunca descansara de la infinidad de actividades a las que les brinda su espacio, el Club Social y Deportivo Victoria, es punto de referencia ineludible para el barrio a toda hora, cualquier día de la semana. Son las 16.00 del sábado y en la proa de las calles Requena e Itapebí, ya se percibe un movimiento de gente poco habitual para el horario.
Empiezan a llegar los integrantes de La Gran Siete, aunque no todos lo harán. Es que hoy la murga tiene dos tablados de Más Carnaval en la zona de la costa y a varios componentes los pasan a buscar por el camino. También van a levantar a otro conjunto en el trayecto, por eso la hora de salida es más tempranera.
Esta vez tienen que maquillarse y cambiarse en los baños de la cantina, ya que el salón del fondo está ocupado por el alquiler para un cumpleaños infantil. Allí funciona la biblioteca Cina Cina y también un taller de música para niños, además de ser el local de ensayo de varios colectivos artísticos.
Horacio Pezaroglo, uno de los históricos de la Gran Siete, nos cuenta que el club los recibió “de manera espectacular” y que hace dos años salen de ahí: “Lo conocíamos de hace tiempo porque se lo conoce como un lugar tradicionalmente carnavalero. Siempre nos gustó y nunca habíamos coincidido por una razón u otra. Nos abrieron las puertas de una forma maravillosa”.
Aparte de ellos, durante varios meses en el Victoria son locales las murgas jóvenes. Se mamó la Ternera y La Requesón, y la murga del carnaval de las promesas La Descocada estuvieron por ahí. ”Es un club con vida propia, con un ambiente excelente. Con muchísimas actividades, todas conviviendo sin problemas. Hay mucha solidaridad y mucha gente trabajando para el barrio. Estamos muy contentos acá y esperamos poder seguir varios años”.
En la cancha de fútbol 5 unos gurises pelotean ya con el sol empezando a caer. Sobre la pequeña explanada que se extiende en la vereda, la parrilla está prendida hace rato, mientras que de a poco se empiezan a poblar las sillas libres. Una mesa larga de veteranos aguanta desde el mediodía. Por ahí anda El Mora, uno de los dirigentes, canillita de 18 y Tristán Narvaja, repartiendo abrazos y repitiendo anécdotas que fueron contadas una y mil veces, pero que siempre vale la pena volver a escuchar.
De a poco los colores azul, verde y amarillo comienzan a copar la zona. El cuerpo de baile de la Jacinta repasa coreografías por la cuadra de atrás. Las mama viejas se preparan en uno de los recovecos que quedaron libres. Hombres y mujeres, con sus tambores, caminan lentamente hacia el punto de partida del ensayo de Llamadas, que es en Pedernal y Larreta.
De repente un ómnibus negro estaciona en la esquina. Es de La Compañía, la revista de Gustavo Jean Claude Pérez, que muy cerca del arranque del carnaval pidió también para salir del Victoria: “Este club está divino. Agustín nos abrió las puertas. Hay veces que coincidimos los tres conjuntos sin problemas. Hay una unidad total. La verdad que estoy asombrado del movimiento que hay acá”.
Agustín es el joven cantinero que atiende amablemente a las cientos de personas que se arriman. La hora pico del mostrador será más tarde en la noche, pero la caja ya se está moviendo bastante. Pérez agrega que “es un lugar seguro para dejar las cosas. Llegar a la madrugada y tener para comer, para tomar algo, para mirar la tele. Eso es importante también”.
En los últimos años el club tuvo la intención de armar un escenario propio para hacer espectáculos de carnaval en días puntuales, pero no se lo permitieron. Si bien antes el Ronda Momo los elegía para ser parte de su itinerario, después se les complicó ya que la Intendencia clausuró por un tiempo el establecimiento en 2019, por tener pendiente un trámite de habilitación comercial. Desde ese momento tampoco pueden acceder al permiso que requieren de Espectáculos Públicos.
Carlos Baladón, uno de los integrantes de la comisión que impulsa al club, dice que además hay un problema con una vecina, que es quien desde larga data hace los reclamos por ruidos molestos: “El otro día había un cumpleaños en el fondo. Al muchacho que alquiló le regalaron de sorpresa la actuación de los Pikantes en vivo. Esta señora llamó a la Intendencia, midieron los decibeles y como estaba pasando el límite nos pusieron una multa de 40 mil pesos”, explicó.
Ya son las 20.00 y es momento del plato fuerte de la jornada. Una gran cantidad de gente se arrima para disfrutar de la salida de La Jacinta. La comparsa arranca a todo ritmo por Pedernal, evidenciando mucho trabajo y coordinación. Vecinos y vecinas con sus celulares sacan fotos, filman videos o directamente trasmiten por sus redes. Es el evento social del barrio. Muchos van con mate, otros tantos con cerveza o vino: el quiosco de la esquina agradecido.
Uno de los directores del conjunto, Augusto García, resalta la simbiosis que crearon con Jacinto Vera y alrededores: “Justo hablábamos con los compañeros de lo que se ha generado y toda la gente que ha pasado por acá. Es un recorrido de 18 años. Lo que fomenta la comparsa con los vecinos son todas cosas buenas”.
Este año salen con la propuesta Identidad, que “va por el lado de que después de dos años que salimos con otros colores. En 2022 homenajeando a Perico Gularte, un referente del candombe, salimos con los colores típicos de Palermo. Y en el 2020, la propuesta era referida a la mujer entonces salimos de violeta. Hoy por hoy volver a los colores nuestros es como volver a identificarse fuertemente con la comparsa”.
El avance de los tambores es una avalancha. Un niño con la remera de Doña Bastarda, de la mano de la madre acompaña a menos de dos metros con los ojos bien abiertos. Después del corte, se viene el ya tradicional cántico “Abran cancha que venimos gozando”, al que se suman muchas personas desde los dos costados.
En determinado momento, Augusto para de golpe el toque de la comparsa. -¡Acaban de robar un Gol gris!-, repite dos veces. Toda la cuadra escucha, pero el propietario no está ahí. La madera vuelve a sonar en clave y se reinicia la marcha.
Una bailarina rompe el taco de uno de sus zapatos, se lo deja a una amiga que estaba en la vereda y sigue descalza como si nada. Otras ya están sintiendo el desgaste y luego se quejarán de alguna ampolla incipiente, pero no importa, hay que seguir. Las Llamadas están a la vuelta de la esquina.
Llegando al final del recorrido el viento sopla más fuerte. Los tres portabanderas multiplican su esfuerzo. No hay que aflojar: los símbolos de la comparsa tienen que flamear en lo alto. Natalia, la escobera, despliega su arte desde una calzada a otra casi sin interrupción. El atleta olímpico Emiliano Lasa, un habitué de los ensayos, sigue entusiasmado el paso de la comparsa, su novia es una de las vedettes.
A metros de General Flores, se juntan cuerpo de baile y gramilla junto a los tambores. También bajan al asfalto señoras mayores, jóvenes y niñas. Todo el barrio danzando mancomunado entre la cuerda. Termina el ensayo y un aplauso cerrado inunda la calle. “Estamos bien preparados por suerte. Concientizados de que queremos hacer un buen desfile, está todo encaminado”, comenta su director, a sabiendas de que el nombre del conjunto suena como candidato en las Llamadas.
La Jacinta regresa al Victoria. Ahora sí la cantina “suena a Wall Street”, como se aseguraba en Murga Madre. Ya van muchas horas de vida en el club, aunque para algunos, el sábado recién nació.