“Todos la admiramos”. Así resumió María Inés Obaldía, sobre el final de su oratoria de presentación, el sentimiento que se respiraba en el escenario del Ramón Collazo desde minutos antes del evento. La directora de Cultura de la Intendencia de Montevideo hizo hincapié desde el comienzo en “darle alma a algo protocolar”: ni más ni menos que la declaración como Ciudadana Ilustre de Montevideo de Elizabeth Emilia Alfaro, popularmente conocida como Milita.
La investigadora, docente y escritora recibió el reconocimiento de las autoridades municipales por sus aportes historiográficos a la cultura montevideana, especialmente vinculados al carnaval.
“En estos tiempos es muy grato para nosotros levantar la mirada y ver docentes comprometidos con la cultura de nuestro país, y en espacios de responsabilidad y de compromiso”, indicó Obaldía, y resaltó la “atenta mirada de investigación de Milita y de su equipo de trabajo durante toda la vida”.
Carnaval: una historia social de Montevideo desde la perspectiva de la fiesta, Memorias de la bacanal, Medio Mundo: Sur, conventillo y después, Jaime Roos, el montevideano y Carnaval y otras fiestas se destacan entre la cuantiosa literatura de Alfaro, quien desde 2013 es coordinadora de la Cátedra Unesco en Carnaval y Patrimonio.
La distinción como Ciudadana Ilustre fue también la oportunidad ideal para presentar su nuevo libro Teatro a cielo abierto, volumen II, que según Obaldía continúa con su “porfiada apuesta a lo intelectual, a lo cultural, sin estar despegado de lo popular”. “Todo eso lo simboliza ella, y creo que está especialmente plasmado en el libro”, sostuvo la directora de Cultura.
Por su parte, el intendente Mauricio Zunino valoró que esta declaración se hiciera en el Teatro de Verano, un “símbolo del carnaval”, que tiene “la esencia de la ciudad” y celebró recientemente un nuevo aniversario con importantes obras de remodelación. “Nos pone muy contentos homenajear a alguien que ha contribuido muchísimo con la fiesta”, añadió el jerarca.
Una amante incondicional de la ciudad
Rodeada de más de un centenar de personas entre autoridades, artistas y público que se acercó al Templo de Momo en el caluroso mediodía del miércoles, Milita se mostró como siempre: cálida, cercana, apasionada y envolvente con sus palabras al momento de acercarnos la historia. Agradecida y “muy feliz” por el reconocimiento, no ocultó haber sentido algo de sorpresa cuando le comunicaron la noticia.
“Estoy emocionada y también un poquito perpleja por este reconocimiento que no sé bien si merezco. Pero obviamente lo agradezco y valoro enormemente no sólo por el honor que significa, sino porque me conmueve y me atañe en más de un sentido. En primer lugar, como amante incondicional de esta ciudad que ha sido, a lo largo de mi vida, mi lugar en el mundo. Un lugar esencial, irremplazable. Eso desde el punto de vista afectivo, pero también por lo que significa para mí Montevideo en mi actividad profesional, como practicante de una historia cultural”, aseguró Alfaro.
La escritora hizo referencia a un concepto que solía manejar Mariano Arana: “Una ciudad son sus marcas físicas, su arquitectura, su geografía, sus calles. Pero, ante todo, la gente que la habita, con sus formas de sentir, de crear, de imaginar. Por eso Montevideo vive en su literatura, en su plástica, en su música y en una infinidad de lenguajes que la reflejan. Y de todos esos lenguajes yo elegí el carnaval por una serie de postulados que me han convertido en una suerte de carnavalóloga”.
“En todo este camino que me tocó transitar hasta aquí, no puedo dejar de evocar a aquella chiquilina que una vez fui, que empezó a seguir el carnaval de serpentinas, de cabezudos, y que pasó buena parte de sus veranos infantiles trepadita al tablado de Cerro Largo y Piedra Alta, allá por los umbrales de los años sesenta. Sin duda, esa chiquilina tuvo que ver con la carnavalóloga que vino después”, afirmó.
Su paso por el Instituto de Profesores Artigas y por la Facultad de Humanidades y Ciencias le permitió descubrir “nuevos lugares y nuevas formas de contar el pasado”. Expresó su recuerdo especial para el profesor José Pedro Barrán, para una época que la impulsó a “ensayar miradas que han estado casi siempre ausentes en el relato historiográfico, que creo que han contribuido a robustecer el análisis de los grandes procesos políticos y económicos. Miradas que tienen que ver con el imaginario de los autores, populares, con la cotidianidad de la gente común y corriente, con la presencia de las mujeres y las infancias en la fiesta, con la muy rica colección de repertorios carnavaleros que, a lo largo del tiempo, recogen el punto de vista de sectores que generalmente no son tenidos en cuenta a la hora de pensar el pasado. En fin, una serie de lecturas que confirman al carnaval como un ámbito privilegiado de una puesta en escena de lo popular”.
“En eso estoy, apelando también al carnaval como forma de pensar la ciudad, de desentrañar los cruces entre la ciudad física (espacio material) y la ciudad imaginada, narrada. Estoy tratando de descifrar también esa poderosa simbiosis por la cual Montevideo inventa un carnaval que a su vez la reinventa”, dijo Milita.
La obra que sigue
A sus 77 años, Alfaro publica un nuevo libro, Teatro a cielo abierto, volumen II, una minuciosa recopilación de los 80 años de historias del Teatro de Verano Ramón Collazo, el mayor escenario a cielo abierto de Montevideo.
En la presentación la escritora hizo una breve reseña del contenido, no sin antes remarcar su agradecimiento a Karina Costa y Belén Pafundi, “dos colaboradoras de lujo en la investigación, que trabajaron coco a codo conmigo”.
“Es una edición espléndida, para cualquier autor sería el sueño del pibe o la piba. En definitiva, un sueño realizado”, subrayó Milita. Explicó, además, que el libro se construye en dos partes: una primera parte a través de una mirada histórica y de la evolución del Teatro de Verano; y otra parte en la que la gente –decenas de entrevistados de distintas edades– cuenta sus vivencias y emociones.
Sus características de anfiteatro griego semicircular, pegado al mar, con un entorno natural que forma parte del espacio escénico; su presencia como emblema de la identidad cultural, que le dio voz a una infinidad de expresiones artísticas; el cruce entre lo material y lo simbólico son algunos de los mojones que la autora describe sobre el Ramón Collazo.
“Es un teatro de cercanías. Ves cómo todo el mundo te está mirando, por su proximidad con las plateas. No hay otro que genere esto”, planteó.
Sin dejar de lado el papel histórico que ha tenido el Teatro de Verano en articular alta cultura con cultura popular, y esa versatilidad que se fue radicalizando como uno de sus rasgos más distintivos, Alfaro destaca la “profunda simbiosis del Collazo con el carnaval: cada febrero se borra la frontera entre un carnaval teatralizado y un teatro carnavalizado”.