Uno no quiere burlarse del popular libro de Ernest Hemingway, pero si de bañarse en el Río de la Plata se trata, nada de viejos o niños: hay que agradecerle a La Niña. Contracara de El Niño, fenómeno climático que eleva las temperaturas y produce aumento de las precipitaciones, La Niña es más fría y está asociada a lluvias escasas e incluso a sequías. Tanto El Niño como La Niña vinieron para quedarse y hay que tomarlos en cuenta si uno quiere disfrutar de un buen chapuzón en las playas costeras de Montevideo y Canelones. El asunto no es tanto por la ausencia de lluvia, que se asocia a un mayor goce de la playa, sino por una de las grandes amenazas para la salud humana que se origina en el exceso de nutrientes que hay en los cursos de agua de Uruguay, debido mayormente a la actividad agropecuaria: la proliferación de cianobacterias.
No hace mucho tiempo atrás, para habilitar una playa para baños se medía solamente la concentración de coliformes termotolerantes, bacterias que se utilizan como indicador de contaminación tanto del agua como de los alimentos, y cuya especie más famosa, la Escherichia coli, se asocia a la materia fecal porque, entre otros lugares, disfruta de alojarse en el intestino de los animales. Tanto la Intendencia de Montevideo como la de Canelones realizan muestreos semanales, que aumentan en cantidad durante la temporada estival, monitoreando mediante el análisis bacteriológico la calidad de las aguas.
En Montevideo todas las playas, excepto la del puerto del Buceo y Miramar, están habilitadas para baños cuando se miden con la regla de los coliformes, mientras que en Canelones todas pasan la prueba salvo la zona comprendida entre la desembocadura del arroyo Carrasco y la calle Racine. Sin embargo, los tiempos cambian, y hubo que tomar medidas: ambas intendencias adoptaron el uso de la bandera sanitaria –roja con una cruz verde en el centro– para indicar que el agua de mar es potencialmente perjudicial para la salud. La principal razón para el uso de la bandera sanitaria son las cianobacterias, unas bacterias acuáticas maravillosas que fueron los primeros organismos en realizar la fotosíntesis en el planeta, hace unos 2.700 millones de años, y que permitieron que la atmósfera se llenara de oxígeno, ese que hoy todos los animales necesitamos para respirar. Sin embargo, estas bacterias procariotas (es decir, sin núcleo) que hicieron de este mundo un lugar habitable para los que tenemos pulmones, pueden producir toxinas dañinas que, en caso de que se produzca una floración o explosión demográfica, implican un gran peligro para la vida de humanos y otros organismos que entran en contacto con ellas. Las floraciones de cianobacterias se reconocen a simple vista: forman una mancha verdosa inconfundible. Los guardavidas son quienes, al avistar la mancha, colocan la bandera sanitaria y alertan así a la población.
El registro visual de cianobacterias en aguas recreativas de ambas intendencias distingue dos categorías: “Muestreos con presencia sin espuma” que son los que se dan “cuando la concentración de colonias es baja y se encuentran dispersas, no observándose a simple vista desde lejos pero sí al acercarse al agua”, y “muestreos con espuma cianobacteriana”, que se reportan “cuando la concentración de colonias de cianobacterias es muy alta y aparecen zonas de color verde en el agua, pudiéndose observar a simple vista desde lejos”. Obviamente, el riesgo de exponerse a las toxinas es mayor en el segundo caso, pero aunque las cianobacterias estén dispersas y no formen un manchón fluorescente homogéneo, las posibilidad de que causen irritación, alergias o trastornos grandes igual persiste.
La Niña y las cianobacterias
Tanto la Intendencia de Montevideo como la de Canelones monitorean la calidad de las aguas con suma atención durante la temporada estival, ya que es más probable que la proliferación de microorganismos, ya se trate de coliformes o de cianobacterias, suceda cuando las aguas aumentan su temperatura. Y justo es eso lo que sucede en el verano, cuando la gente encuentra en el mar el escape ideal para el calor. Como explica Sandra Acevedo, ingeniera química a cargo del Control de Aguas de la Intendencia de Canelones, la comuna canaria “todos los viernes publica un informe en el que dice si las playas están aptas o no de acuerdo a los monitoreos y análisis que se realizan en base a los coliformes termorresistentes. Las cianobacterias se identifican mediante observación visual de los guardavidas”. Montevideo, por su parte, acaba de inaugurar en su página web un mapa interactivo que, en tiempo real, informa el índice UV, las banderas de cada playa, la ubicación de los guardavidas y hasta la calidad del aire. Susana González, del Servicio de Evaluación de la Calidad y Control Ambiental, dice que “toda la información que poseemos está en esta interfaz de Monitoreo Ambiental y puede ser consultada en tiempo real”. Una vez por semana también se publican los resultados de los análisis de la calidad de las aguas, lo que demuestra el interés por que estos temas sean de público acceso. Asimismo, una vez al año se hace un informe sobre toda la temporada con la evaluación de los distintos fenómenos que afectaron al Río de la Plata.
Y es justamente en el informe anual de la temporada 2016-2017 (que va desde abril a marzo del año siguiente) donde se dice claramente que “el incremento de frecuencia de floraciones [de cianobacterias] continúa vinculado directamente a las fluctuaciones de salinidad (más precisamente salinidades inferiores a 5) y por lo tanto a la descarga del Río Uruguay, que determina menor salinidad en las playas de Montevideo”. Ampliando sobre los datos, el informe dice que “la presencia de espuma cianobaceriana en la costa montevideana ocurrió principalmente entre los días 27 de enero y 14 de febrero. Si observamos el caudal del Río Uruguay (medido en la represa de Salto Grande) en estos dos meses, se observa un aumento considerable de este aproximadamente 10 días antes, alcanzando casi el doble del volumen vertido”. Dicho en otras palabras: cuanta más agua dulce proveniente de la descarga del río Uruguay recibe el Río de la Plata, más propicio es el ambiente para las cianobacterias.
Pero el mayor aporte del río Uruguay también es negativo cuando uno no desea tener grandes cantidades de coliformes en el mar, y en el informe se da cuenta del fenómeno de forma clara: “Se ve que los valores de media geométrica elevados están asociados generalmente a fenómenos de El Niño, mientras que los más bajos se dan cuando se presenta el fenómeno de La Niña. Durante la ocurrencia de los primeros se registran habitualmente precipitaciones abundantes en las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay, que son afluentes importantes del Río de la Plata. Por el contrario en ocasión del fenómeno de La Niñas es habitual que se presenten condiciones de sequía con intrusión de agua salina en el estuario, lo que contribuye a disminuir los valores de coliformes fecales. Al haber sido un verano asociado a período de La Niña se verifican generalmente valores bajos de coliformes fecales”. Pero, ¿por qué se da esta relación Niño-más cianobacterias y coliformes / Niña-aguas con menos microorganismos perjudiciales?
Luis Aubriot es investigador de la sección Limnología del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias. Si bien la limnología estudia los ecosistemas de agua dulce, Luis tiene mucho para aportar, ya que las cianobacterias que aparecen en el Río de la Plata, estuario que cambia su salinidad de acuerdo a las mareas y los aportes del río Uruguay y su cuenca, son organismos de agua dulce. “El Río de la Plata es muy susceptible a los cambios de caudal que se producen en la cuenca gigante que tiene, en la que confluyen los aportes del Paraná, del río Negro y del río Uruguay. Y los fenómenos de La Niña y de El Niño influyen mucho en la descarga de agua dulce que recibe el Río de la Plata”, comienza Aubriot, y luego explica cómo es que nuestro mar se llena de los verdes visitantes: “Tenemos años en los que predomina el agua dulce que hace que se transporten blooms [floraciones de cianobacterias] desde los embalses del río Negro y del río Uruguay. Esos blooms llegan al Río de la Plata, que está muy eutrofizado por la ciudad de Buenos Aires y por lo que aportan los propios ríos, a lo que se suma los aportes de Montevideo. Los vientos hacen que esas floraciones que suceden dentro del Río de la Plata se acumulen en la costa. Por eso es que cuando hay viento sur o suroeste, se produce el transporte y vemos acumularse en las playas a este tipo de cianobacterias del género Microcystis, que forman manchas en la superficie y colonias grandes que tienen una gran capacidad de flotar debido a sus vesículas de gas, lo que las hace susceptibles al arrastre por viento, y así es que llegan a las costas de Colonia, San José, Montevideo y Canelones”.
Felicidad en el mar, tragedia en el río
La relación entre los fenómenos de El Niño y La Niña con la proliferación de cianobacterias ya está establecida. “Es esperable que con un clima seco haya menos floraciones de cianobacterias en el mar”, dice Acevedo, casi cruzando los dedos para que la bacterias verdosas se apiaden de esta temporada en la Costa de Oro. Y tiene razón en abrigar esa esperanza, ya que como bien dice Aubriot, “este verano vamos a zafar bastante de la presencia de cianobacterias, justamente porque estamos en un fenómeno de Niña con patrones de viento más del sureste y de este, que traen agua salada y empujan el frente de agua dulce hacia el oeste. Pero mientras Montevideo y Canelones estarían zafando, no estarían zafando todos los que viven en el litoral y el río Negro”. No es que Aubriot disfrute de ser alarmista, pero sucede que La Niña con su merma en las precipitaciones provoca un menor aporte de agua dulce del río Uruguay y del río Negro, y si bien eso es una gran noticia para el que se quiera bañar en la costa canaria o la montevideana ya que el agua, más salada, lo protege tanto de cianobacteria como de coliformes, lo que sucede tierra adentro es al revés: “Cuando bajan lo caudales del río Uruguay y del río Negro se da cierto estancamiento del agua y aumenta el tiempo de residencia de las cianobacterias, que se suma a que están los nutrientes, la temperatura y la penetración de la luz”, cuenta Aubriot y remata: “Ahí tenés el combo completo para que se generen las grandes biomasas de cianobacterias. Cuando arranca a llover, se transportan aguas abajo y entonces se ‘limpian’ los ríos, pero se acumulan en nuestras costas. Y si no llueve, se acumulan y proliferan en lo ríos, lagos y embalses”.
Un tema fundamental para comprender la proliferación de las cianobacteria es el de la eutrofización, fenómeno que se produce cuando un cuerpo de agua recibe un aporte exagerado de nutriente que desencadena un desequilibrio de ecosistema. Ese desequilibrio, causado por los seres humanos y en nuestro país en particular por el aporte exagerado d nitrógeno y fósforo, entre otros elementos presentes en productos con destino agropecuario, provoca un explosivo aumento de las cianobacterias y otro seres que proliferan en esas condiciones, que hacen disminuir la cantidad de oxígeno disponible en el agua, con la consecuente mortandad de peces y otros organismos que necesitan de él. Vale la pena aclararlo una vez más y todas las que sean necesarias: las cianobacterias no son malas de por sí. De hecho, son organismos con los que compartimos el planeta y sin los cuales la vida, tal como la conocemos, no sería posible. Pero como con muchas cosas en la vida, el tema está en la cantidad y la justa medida. Al eutrofizar los cuerpos de agua, se generan desequilibrios y no hay más remedio que hacerse cargo y tomar las medidas pertinentes. Se comprenderá entonces por qué la Ley de Riego, que prevé embalses artificiales para hacer frente a las sequías, genera tantas resistencias: porque, entre otras cosas, al contrario de lo que afirma el refrán popular, agua que has de beber, déjala correr.
La Niña entonces es una gran noticia para los que gustan de bañarse en ese río que se porta como mar, pero nos obliga a estar más atentos que nunca a lo que pasa tierra adentro. Aubriot es consciente de ello y no oculta su perplejidad: “Es mucha la gente que se mete al agua en el interior, y me sorprende que no haya más casos de intoxicación por cianobacterias”. Para el científico tal vez estemos ante un fenómeno de subdetección de problemas en la salud causados por cianobacterias en el interior, tal vez porque los médicos no estén muy familiarizados con los síntomas. “Por el estado de nuestros ríos, los casos, sobre todo en niños, lamentablemente deberían ser muy comunes. Tal vez se confunden con otros síntomas, como la gastroenterocolitis”, ensaya Aubriot como explicación sobre el desencuentro entre lo que su grupo de investigación sabe del problema en nuestros ríos y los pocos casos registrados en policlínicas y centros asistenciales.
El que avisa no es traidor
De cualquier forma, en Montevideo y Canelones tampoco se debe bajar la guardia: un verano con Niña no implica que el Río de la Plata esté libre de cianobacterias. De hecho, las bacterias verdosas ya nos visitaron antes de que terminara 2017: según los dos últimos informes de la Intendencia de Montevideo, si bien “no se registraron eventos de espuma cianobacteriana en ninguna de las playas”, sí se detectó su presencia dispersa en la Playa Zabala y en la Playa del Nacional el 21 de diciembre y en las playas Pajas Blancas, Punta Yeguas, Santa Catalina y Del Cerro el 29 del mismo mes. Aubriot advierte que no se trata de que en Montevideo haya más cianobacterias que en el resto del Río de la Plata, sino que “es el departamento en el que más se mide y más muestreos se hacen. En la costa de San José casi no hay muestreos, y en Colonia hay muy pocos”, aunque reconoce que “las costas de Montevideo, con tanta playa y tanta ensenada, facilitan también la presencia”.
Por ahora, la única forma de advertir al bañista es mediante la colocación de la bandera sanitaria tras la detección visual del guardavidas. Acevedo, de la Intendencia de Canelones, muestra lo complejo que es el tema: “El problema es que las cianobacterias pueden aparecer de un momento a otro. Y puede ser un fenómeno que dure una hora o varios días”. Tanto la Intendencia de Canelones como la de Montevideo hacen todo lo que pueden ante la posible invasión de cianobacterias generadas por el exceso de nutrientes en las cuencas del río Uruguay y el río Negro: analizar el agua y alertar ante la presencia visual. Porque una vez que la cianobacteria llega a la costa, no hay nada que ninguna de las dos intendencias puedan hacer, salvo alertar a los ciudadanos. Aubriot dice que lo que se hace aquí es elogiado en otras partes: “Venimos de unos talleres sobre cianobacterias en Mar del Plata y los argentinos elogian la gestión de playas que tenemos acá. Entonces empecé a ver con otros ojos lo que tenemos. El autor del artículo sobre la niña que se intoxicó con cianobacterias en Montevideo y tuvo que ser intervenida en Argentina –para hacerle un trasplante de hígado– me decía que era una lástima que a nosotros nos pase eso, porque tenemos el sistema de alerta, las banderas sanitarias, los monitoreos de playas, cuando en Argentina es un desastre cómo previenen esas cosas y cómo les advierten a los bañistas”.
En momentos en que la pregunta de por qué invertir en ciencia ha adquirido notoriedad, el caso de las cianobacterias es una buena respuesta. La situación uruguaya elogiada por los argentinos es producto de cómo la gestión pública incorpora lo que los científicos aportan. Aubriot cuenta sobre el trabajo que están haciendo investigadores del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable: “Mediante estudios genéticos están viendo que las las cianobacterias evolucionan durante su viaje desde el río Uruguay hasta el Río de la Plata. Mediante selección natural, se van seleccionando cepas que son más resistentes a las condiciones del Río de la Plata, por ejemplo la de una mayor salinidad. Esas cepas, que son seleccionadas y siguen siendo tóxicas, continúan su desarrollo en el Río de la Plata”. Aubriot está lejos de quedarse de brazos cruzados: “Le planteamos a la Intendencia de Montevideo la idea de armar un sistema de alerta temprana que, aprovechando las boyas que ya hay en el Río de la Plata, permita ver desde dónde viene la mancha y prever hacia dónde va. Eso, sumado a todo el sistema de alerta que la intendencia tiene a través de los guardavidas –que es visual y que si bien es eficaz, alerta cuando la mancha ya llegó a la orilla– permitiría tener un sistema de alerta que funcione las 24 horas y que ayudaría a disminuir la probabilidad de contacto de la gente con las cianobacterias”. Según Aubriot, la idea fue bien recibida.
Una alerta temprana sería de gran ayuda, pero también es cierto que alertar no es suficiente. Alcanza con ver la cantidad de personas que están en la playa a la hora en que el sol causa más daño por la alta radiación ultravioleta, a pesar de la abundante literatura sobre el cáncer de piel y las decenas de campañas realizadas para concientizar a la población. “Los guardavidas no son policías, no pueden sacar a la gente del agua a palazos∫ Muchas veces cuando alertan sobre las cianobacterias los mandan a pasear”, se lamenta Aubriot, y uno agradece a La Niña y espera que el próximo Niño nos encuentre más informados, con médicos preparados para detectar los primeros síntomas de contacto con cianobacterias, con un sistema de detección temprana y, si fuera posible, ya que soñar no cuesta nada, con menos nitrógeno y fósforo del agro en nuestros ríos.