El Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología (Conicyt), que funciona en la órbita del Ministerio de Educación y Cultura, es definido por la Ley 18.084 como una institución que asesora del Poder Ejecutivo, al Poder Legislativo y al extinto Gabinete Ministerial de la Innovación en “planes, lineamientos de políticas generales y prioridades relacionadas con la ciencia, la tecnología y la innovación” (CTI). También se le encomienda “elaborar propuestas de bases y estrategias, áreas de interés e instrumentos de políticas” de CTI, “proponer la creación y reglamentación de programas de CTI” y“efectuar el seguimiento del funcionamiento de los diferentes programas de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación [ANII]”. Sin embargo, con la creación de la Secretaría de Ciencia y Tecnología y la Secretaría de Competitividad en la órbita de Presidencia de la República, la institucionalidad de los organismos encargados de establecer políticas de CTI ha cambiado. En este contexto, la elección, por unanimidad, del ingeniero agrónomo y experto en innovación Miguel Sierra como presidente y del economista Carlos Bianchi como vicepresidente es el pretexto ideal para dialogar sobre hacia dónde y cómo piensa Uruguay sus políticas de CTI.

¿Qué significa hoy, con el actual ordenamiento institucional de las políticas de ciencia e innovación, estar al frente del Conicyt? ¿Qué espacio tienen para incidir en las políticas de CTI?

Miguel Sierra (MS): –Es un momento complejo, de mucha incertidumbre y con un marco institucional que requiere algunos ajustes. La institucionalidad hoy tiene algunos baches, ya que estaba pautado que el Gabinete Ministerial de Innovación definiera políticas, un organismo como el Conicyt asesorara y que la ANII fuera el organismo ejecutor. A partir de que el Gabinete no está funcionando como tal, se plantea la paradoja de que, en algunas ocasiones, la ANII está tomando también espacios de definición de políticas, al tiempo que no se sabe a quién está asesorando el Conicyt, ya que no hay una figura clara que defina las políticas de ciencia y tecnología. De todos modos, creo que nunca es mal momento cuando hay que hacer las cosas que se necesitan. Esto es como la democracia para [Winston] Churchill: el Conicyt es el peor espacio para analizar las políticas de ciencia, tecnología e innovación, exceptuando a todos los demás.

Carlos Bianchi (CB): –El Conicyt es un foro de todos los actores, y eso, en una política que por definición es transversal, a mi juicio es algo necesario para la democracia.

MS: –Es un organismo que tiene una virtud única: es el único espacio que existe en Uruguay en el que participan delegados del sector industrial, del PIT-CNT, de la Universidad de la República, de las universidades privadas, representantes del gobierno y del Congreso de Intendentes y un delegado elegido por los propios investigadores. Esa pluralidad de abordaje y representatividad es muy necesaria a la hora de analizar las políticas de CTI y, pensando a futuro, lo validan como un espacio de pienso cuando haya que definir los nuevos lineamientos del Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación del Uruguay [PENCTI].

CB: –Por otro lado, hay un espacio vacío en el ordenamiento institucional, que es el de la elaboración de ideas. Generar tal espacio sin presupuesto es como tirarse de un avión sin paracaídas, pero el asunto es que hoy no hay nadie que se esté tirando, no hay nadie que esté elaborando propuestas, y lo digo con mi mayor respeto a colegas que están trabajando mucho en otros ámbitos cercanos. Uno de nuestros desafíos consiste en lograr un equipo de trabajo que no se base sólo en el esfuerzo personal de tratar de dar lo mejor de sí, sino de construir en base a información y propuestas a argumentos de hacia dónde queremos llegar. No es imprescindible que ese foro deliberativo y asesor sea democrático para hacer políticas de CTI. Corea, por ejemplo, no lo hizo de forma democrática, Cuba tampoco, pero el desarrollo que yo quiero para Uruguay es con espacios democráticos de participación, y eso no tiene nada que ver con ser ineficiente. Creo que podemos aceptar el desafío de ser participativos, de ser corteses y valientes, a pesar de que hay momentos difíciles. El que crea que se puede hacer políticas democráticas sin conflictos, que me avise.

Les toca estar al frente de la institución por los siguientes tres años, justo en un período de transición entre dos gobiernos. Uno piensa que el actual no va a avanzar más en cuanto a inversión e implementación de políticas de CTI, y el gobierno que venga tampoco podrá hacer mucho en su primer año. ¿Qué piensan hacer en este momento bisagra?

MS: –Si bien tenemos que definir bien la agenda, hay dos componentes claros. El PENCTI lleva diez años y es tiempo de evaluar los instrumentos de oferta, demanda y articulación que se generaron, el cumplimiento de los lineamientos estratégicos y los objetivos planteados. Luego tenemos que crear espacios de pienso plurales para elaborar un nuevo PENCTI. Con Carlos vamos a iniciar una ronda de contactos con figuras que aporten sobre CTI en los distintos partidos políticos, como para generar una usina que empiece a trabajar con una lógica de Estado que vaya más allá de lo partidario y así aportar insumos para ese nuevo Plan Estratégico. Si esa usina de ideas es plural, con aportes de la industria, los trabajadores, la academia, los institutos y otros actores, difícilmente la fuerza política que triunfe en las elecciones, sea la que sea, desconozca esa creación colectiva.

CB: –Si no llegásemos a elaborar ese documento, sería bueno que definiéramos los espacios. En lo personal, preferiría que esos espacios se estructuraran en torno a un consenso amplio de problemas: amplio en el consenso y restringido en los problemas relevantes. Sin querer alimentar la polémica, creo que eso no pasa por definir una cifra meta del PIB [Producto Interno Bruto]. Eso ya lo hizo la Unión Europea con su meta de 3%, y lo que generó fue una presión tremenda en los institutos de estadística para ver si llegaban a ese 3%. Ese tipo de metas puede ayudar en algunos casos, pero parecería que es más importante que los problemas en sí. Acá tenemos una ampliación de los chiquilines que se están formando en la enseñanza superior, pero no sabemos cuánto aporta eso a que Uruguay produzca cosas más valiosas y de mejor manera y a que la riqueza se distribuya mejor.

MS: –También tenemos el desafío de empezar a poner este tema en su relación con la competitividad, los problemas sociales y la sostenibilidad ambiental. Tenemos el desafío de que estos temas de CTI no se queden sólo en la investigación, que es un tema en sí mismo, sino relacionado con los problemas serios de competitividad que tenemos, con problemas agrarios de intensificación sostenible, problemas graves que requieren investigación nacional como la erosión de suelos, la contaminación del agua, la pérdida de la biodiversidad. Hay un montón de temáticas que requieren ciencia de calidad que aporte insumos para las políticas de actores públicos y privados.

CB: –Uno de los desafíos que tenemos para que esto sea una política de Estado es que el diálogo no sea sólo con los agentes que claramente se identifican con el sistema. Hay una población escondida a la hora de elaborar estas políticas. Los académicos estamos acostumbrados a tener cierta agenda, sobre todo porque este país es tan raro que nos nuclea a casi todos en una única institución. Pero hay empresarios, trabajadores y otros actores que también tienen una agenda en esto. Uno de los actores con los que hemos tenido mejor acogida y con los que ha sido más clara la falta de agenda es el Poder Legislativo. Y parecería que si realmente queremos un PENCTI mejorado o una estrategia inclusiva de desarrollo basada en el conocimiento, el Palacio Legislativo es el espacio donde se acaba definiendo cómo se hacen las cosas. No digo que no sea importante ver cómo se grava una aplicación de transporte que antes no existía, pero sin dudas esa no es la agenda estratégica de ciencia y tecnología de este país.

¿Cuál va ser la relación con el resto de la institucionalidad? ¿Han hablado con las secretarías de Competitividad y de Ciencia y Tecnología, con la ANII? ¿Van a trabajar en conjunto?

MS: –La idea es hacer sinergia, tender puentes. Desde la ANII hablan de “tejer la trama”; nosotros compartimos ese concepto, lo que requiere dedicarse, crear espacios de confianza, construir institucionalidad, aceptar las diferencias y procesar los conflictos. Con Carlos creemos que las vías rápidas que evitan conflictos no conducen a ningún lado y dañan la institucionalidad. Parte del sistema democrático es crear los espacios para encontrarnos con el que piensa distinto. Si quiero encontrarme con el que piensa igual voy a las tribus emocionales de las redes sociales.

CB: –Nadie por sí solo tiene la solución única. No es sólo un tema de la participación por la participación, sino porque además los problemas son extremadamente complejos. No se me ocurre una manera para que destrabemos las políticas de desarrollo que no sea participativa; por un lado, por una cuestión de valores, pero, por otro, por eficiencia. En unos años se nos acaba el bono demográfico, ya no vamos a producir con mano de obra barata; tenemos riquezas naturales notorias, pero sabemos que no somos Brasil y tenemos una fuerza de trabajo muy poco calificada, a pesar del mito de la educación vareliana. Lo bueno que tenemos es que somos un país que opta por la inclusión, que ha sacado gente de la pobreza, y todo eso sale carísimo. La democracia es cara, y la forma de bancarla es hacer cosas con mayor valor. No es algo que vamos a solucionar nosotros dos, por eso el camino debe ser participativo.

Aunque van a hacer una evaluación y luego un trabajo participativo para ver hacia dónde y cómo ir, ¿qué áreas les parece que hay que apuntalar en CTI?

MS: –Creo que ahora hay una oportunidad histórica para Uruguay en el paradigma de la bioeconomía. Tenemos la oportunidad de agregar valor en toda la cadena relacionada con los recursos naturales, ya sean marinos o terrestres, tanto antes de la materia prima como después de la transformación. Ahí entran la genética, la agricultura de precisión vinculada con las TIC, la robotización y la capacidad ingenieril para generar sensores y automatizaciones. Es un tema complejo, que requiere un abordaje interministerial. Con los consejos sectoriales en el período anterior tuvimos una experiencia buena, pero fue un poco frustrante, ya que todo terminaba en los laberintos internos del Estado. El Estado son muchos estados, los ministerios son muy diferentes entre sí, y muchas veces hay diferencias dentro de los ministerios. Tenemos que poner en la mesa los desafíos y nuclearnos todos, seamos del ministerio que seamos, para encontrar una solución óptima para el país. No podemos volver a hacer que los desafíos se tabiquen por ministerios. Si volviéramos a hacer un PENCTI deberíamos definir metas de forma más clara, desafíos y responsables, y que esos responsables, ya sean institutos, grupos de la Universidad de la República, expertos o empresas privadas, definan en cada desafío los objetivos de todo tipo, ya sea la formación de personas, de investigación de calidad o de innovación, pero tratando de ver qué nuevos productos desarrollamos, qué nuevos mercados capturamos con esta nueva ciencia y tecnología aplicada, cuáles pudimos mantener, qué cambios hicimos en las condiciones de vida de la gente. Tenemos el desafío de saltar de evaluar instrumentos y proyectos, que son válidos en sí mismos, a analizar la foto global.

CB: –La agenda es infinita y la definición de prioridades es una arena de conflictos. A lo que decía Miguel me gustaría agregar que hay mucho por hacer en cuanto al acceso al conocimiento. El ejemplo más claro está en el acceso a la tecnología médica, y eso es un partido que también deberían jugar el Conicyt y los poderes públicos. Parte de la función pública consiste en ver que el conocimiento y la información vinculada a la CTI genera cosas muy buenas pero también inequidades. Esas inequidades muchas veces no están relacionadas con limitaciones estructurales, sino de coordinación de los actores. Insisto: eso no lo va a resolver el Conycit, pero yo quisiera que dé evidencias de que esos problemas están relacionados con ciertas cosas, por ejemplo, con el aumento de ciertos profesionales en ciertas áreas, o con el hecho de que para incorporar ciertos equipos de última generación el Estado aporta mucho. La agenda es infinita. Si tuviéramos que descartar prioridades entre cosas triviales, la cosa sería fácil. Pero tenemos que elegir entre cosas complicadas. Nosotros no somos los que vamos a elegir, pero sí somos capaces de proveer información y espacios para deliberar sin temor.