Cerrar los ojos. Dormir. Soñar. A pesar de que el cuerpo permanece en un estado inmóvil, cuando soñamos la actividad cerebral continúa tan activa como en la vigilia y se producen una serie de cambios en el funcionamiento del organismo que afectan, entre otras cosas, la temperatura corporal, la secreción hormonal, la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Pese a que las investigaciones sobre el sueño han demostrado que es una necesidad biológica de casi todos los seres vivos, aún es mucho lo que no sabemos al respecto.

Durante mucho tiempo, los científicos pensaron que sólo los mamíferos y las aves podían experimentar dos fases separadas del sueño –el sueño de movimientos oculares rápidos, o REM, por su sigla en inglés, y el sueño de ondas lentas, o SWM–, pero se desconocía qué pasaba con el sueño de los reptiles, ancestro común de aves y mamíferos. En 2016 un estudio demostró que el lagarto dragón barbudo (Pogona vitticeps) experimenta las dos etapas del sueño, y recientemente investigadores del Sleep Team del Centro de Investigación de Neurociencias de la Universidad Claude Bernard, de Lyon, Francia, replicó esa investigación en el lagarto barbudo e hizo una nueva en el lagarto overo (Salvator merianae). Esta segunda especie de lagarto podemos encontrarla en casi todo nuestro territorio, aunque los investigadores del artículo prefieren el nombre común que se le da en la vecina orilla, por lo que lo llaman “tegú argentino”.

Según determinaron los autores, el sueño en los lagartos overos –cuya actividad cerebral se midió mediante electrooculogramas (EOG), potenciales de campo locales e incluso con tratamientos con fluoxetina, fármaco que inhibe el sueño REM en mamíferos– se compone de dos estados diferenciados y que comparten las etapas del sueño SWS y REM con otros mamíferos –incluidos los humanos–, pájaros y reptiles, lo que permite establecer una evolución del sueño entre las especies.

Pero también se encontraron diferencias. Por ejemplo, en los mamíferos la fase REM se caracteriza por movimientos rápidos de los ojos y actividad cerebral intensa, mientras que en ambas especies de lagartos se caracteriza por “oscilaciones de 15 Hz, una disminución en la frecuencia cardíaca y movimientos oculares más lentos que los registrados en mamíferos”. Los investigadores también encontraron diferencias entre ambas especies de lagartos: en el sueño de nuestros lagartos overos se registró una actividad cerebral muy distinta de la de las horas de vigilia, ya que había “oscilaciones nunca antes reportadas” y “no mostraban un electroencefalograma desincronizado como se ha observado en los lagartos barbudos, mamíferos y aves”.

Para los autores de la investigación, las diferencias encontradas entre el sueño de ambas especies de lagarto “sugiere que el fenotipo de los estados de sueño y posiblemente su rol pueden diferir incluso entre dos especies próximamente emparentadas”. Si bien la investigación demuestra que el sueño con sus dos patrones distintivos también se encuentra en los reptiles, “indicando un origen común de ambos estados de sueño en los amniotas”, también demuestra que el sueño es más complejo de lo que pensábamos en los lagartos, por lo que habrá que investigar más para comprender la evolución de sus distintos estados. A algunos puede parecerles una pesadilla, pero así es el sueño de la ciencia: por cada nueva respuesta, se plantean múltiples nuevas preguntas.

Artículo: “Partial homologies between sleep states in lizards, mammals, and birds suggest a complex evolution of sleep states in amniotes”.

Publicación: PLoS Biology (1º/2018).

Autores: P Libourel, B Barrillot, S Arthaud, B Massot, A Morel, O Beuf, A Herrel, P Luppi.