Prácticamente no hay nadie que no acepte que la inversión en ciencia en Uruguay es insuficiente. La promesa del presidente Tabaré Vázquez de aumentar la inversión en I+D (investigación y desarrollo) a 1% del Producto Interno Bruto (PIB) no se cumplirá, y ante una nueva votación de la Rendición de Cuentas hay cierto escepticismo en cuanto a que la inversión supere el magro 0,38% del PIB actual. Por eso, cuando Héctor Cancela y Diego Vallespir, docentes e investigadores del Instituto de Computación (InCo) de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República (Udelar), se ponen en contacto con nosotros para hacernos llegar una idea sobre apoyo a la investigación en informática, tenemos el impulso de salir corriendo a hablar con ellos para determinar si saben algo que el resto del ambiente científico desconozca, si son unos optimistas empedernidos convencidos de que hay que hacer un esfuerzo en beneficio del país o si viven en una realidad paralela.

La propuesta de Cancela y Vallespir, actual y ex director del InCo, respectivamente, en este momento se está sumando el apoyo de investigadores en informática y puede resumirse así: dado que la Agenda Uruguay Digital 2020 de Presidencia de la República tiene entre sus metas la “creación de un centro de investigación nacional en informática”, y puesto que eso puede llevar años, se “deben buscar otras posibilidades para que la investigación en informática crezca en el país”. Entre esas posibilidades, ambos investigadores señalan la de “crear líneas de financiación de proyectos de mediano plazo específicas para el área de informática” mediante la “creación de un fondo concursable para potenciar equipos de investigación con programas de desarrollo de líneas estratégicas en informática, con proyectos de una duración de cuatro años y montos del orden de los 500.000 dólares estadounidenses por proyecto por año”. Los investigadores sostienen que con este fondo y con esos montos se podrá “potenciar el desarrollo del país, generando recursos humanos y conocimiento en áreas dinámicas y de alto impacto industrial y social, y que con capacidad disruptiva” se consolidará “el posicionamiento a nivel regional e internacional, aumentará el atractivo de la plaza uruguaya para la instalación de empresas con requerimientos de personal a nivel doctoral” y se robustecerá “la industria del software local mediante la transmisión de conocimientos y la formación de investigadores que puedan conformar futuros equipos de I+D+i [investigación, desarrollo e innovación] en las empresas”.

Para establecer un parámetro de comparación, las principales líneas de financiación de proyectos de investigación de Uruguay, como el Fondo María Viñas o el Clemente Estable, entregan unos 40.000 dólares para proyectos de hasta tres años. De este modo, cuando me reciben en el InCo me sorprendo al no encontrarme con dos personas que tengan problemas para leer la realidad, sino –lo que es muy distinto– con dos tipos lógicos que se niegan a aceptar que las cosas sigan siendo como son.

Dejar de ser tomadores de tecnología

“Formamos parte de un colectivo que ha venido conversando y discutiendo cómo fomentar la informática en el país y cómo ayudar al desarrollo de un área científica que tiene un impacto directo en el desarrollo de toda la sociedad”, dice Cancela, consciente de que si bien toda ciencia podría decir que su desarrollo impactará en la sociedad, ellos creen que hoy hay una oportunidad que Uruguay no debería desaprovechar. “Es el tipo de oportunidades que el país reconoció a mediados de los 60, cuando no había informática en el país y muy poca en el mundo, y se resolvió armar un nuevo instituto –en aquel momento el Cecur, el Centro de Computación de la Udelar– y se compró la primera computadora universitaria del país, que implicó una inversión de 3,5 millones de dólares de hoy”, agrega. En aquel entonces la situación económica no era holgada, pero “de alguna forma la Udelar rascó sus bolsillos y consiguió un dinero importante, logrando generar algo que no era un proyecto pequeño de ningún investigador o grupo, sino un programa, una visión de infraestructura”, sostiene. Cancela afirma que aquella gran inversión, que trajo informáticos del exterior y formó profesionales en el medio, tuvo “un impacto muy grande en el país, impacto que vemos hoy, porque de aquellas iniciativas surge la industria del software actual”.

Hablar de la gran inversión en informática en la década de 1960 es una forma de poner en contexto lo que sucede hoy: “Nosotros vemos que el país ha crecido mucho en distintas áreas. Vemos que hay una diversidad de instrumentos de apoyo a la investigación, pero hay una carencia de instrumentos de investigación con un potencial y una visión más estratégica. Hoy un grupo de investigación puede pelear por un Fondo María Viñas o un Fondo Clemente Estable, un fondo CSIC [Comisión Sectorial de Investigación Científica] I +D, puede conseguir un posdoctorado, puede traer un profesor, pero no puede armar un plan de desarrollo de cuatro años para abordar una temática nueva e importante de una manera que tenga una versión integrada y un impacto relevante”, diagnostica Cancela mientras Vallespir asiente en silencio.

Ambos docentes concuerdan en que estas temáticas de gran potencial podrían ser la inteligencia artificial, la internet de las cosas, la interacción entre las personas y las computadoras o la seguridad informática, entre otras. “Son áreas esenciales porque van a tocar otros aspectos y van a permitir un desarrollo industrial, o van a cambiar la forma en que la industria elabora y que va a afectar la vida de mucha gente que va a usar las apps, que hoy están diseñadas como se puede y no están pensadas para una población que las tiene que usar desde los tres años hasta los 90”, comenta Cancela, que luego razona: “Busquemos los recursos para esa área particular, de manera que al cabo de cuatro años podamos tener una veintena de personas formadas en el tema, que luego se van a insertar en todos los ámbitos. Algunos se van a insertar en la academia, otros en la industria, otros van a asesorar al gobierno. Todos ellos van a permitir un salto de calidad”.

Los dos afirman que no están inventando nada, que es algo que muchos países ya han iniciado. “Hasta ahora hemos sido, en gran medida, tomadores de tecnología. Hacemos un poco de investigación, pero los programas o las grandes líneas nos vienen de afuera. Creemos que hay suficiente masa crítica de investigadores y nichos interesantes en los que podríamos hacer ese esfuerzo y ser nosotros los que marquemos una pequeña agenda en un área, los que generemos una ventaja competitiva y logremos cambios que luego se van a ver en diez o 15 años, como ahora se están viendo, 40 años después, las consecuencias de la inversión del 60 en computación”, afirma Cancela.

La oportunidad llama a la puerta

Diego Vallespir ha permanecido callado, pero no es que no tenga nada para decir. Cuando Cancela aprovecha para tomar aire, Vallespir hace énfasis en la importancia de actuar hoy: “La capacidad en cuanto a masa crítica, cantidad de doctores y la calidad de los investigadores es algo común a muchas otras áreas de la ciencia de este país que podrían reclamar algo similar. Lo que vemos es que en este momento se están dando varias cosas separadas, que convergen en lo mismo: la oportunidad. Al ver cómo está la industria, cómo está el desarrollo, cómo la tecnología de la información está permeando en todos los ámbitos de la vida y en las organizaciones, todo eso nos indica que la informática tiene que crecer más”. Para Vallespir la posibilidad de crecer hoy está limitada: “Podemos seguir haciendo más de lo mismo, pero vemos una oportunidad para un despegue, y es momento de apostar. Todas las ciencias podrían presentar el mismo plan, pero creo que la informática en este momento del país podría permitir un cambio fuerte en el empleo, que otras ciencias no creo que pudieran lograr”.

Ante la proximidad de la Rendición de Cuentas y las pujas presupuestales, Vallespir aclara: “Lo nuestro no es un reclamo: tenemos una idea. Por un lado, se la presentaremos a personas vinculadas al gobierno, pero, por otro, queremos expresarle esta idea a la opinión pública porque pensamos que es algo bueno para el país”. Cancela agrega que entiende que el momento puede que sea difícil, pero que “el PIB de Uruguay sigue creciendo, no podemos decir que el país se está achicando”. “Yo entiendo que no se quiera derrochar, pero si uno no invierte en nada pierde oportunidades de crecimiento posterior. Cuánto, dónde, en qué áreas invertir; ese es el quid de la política. Es el trabajo del político ver qué agranda, qué achica, en qué pone más recursos”, sostiene. Cancela también entiende que “las necesidades siempre son más que las existencias, pero nosotros estamos convencidos de que esta es una oportunidad interesante y que está bueno que se discuta y se ponga en el tapete. Es posible que haya otra más interesante y nosotros no la visualicemos, pero decimos que esta es una vía y que creemos que cada peso que se invierta en informática le va a rendir al país diez, 20 o 100, de acá a 20 años”.

Vallespir remata con sus comentarios precisos y agudos: “Es un momento temporal en sí mismo importante. Si no hacemos cosas ahora, la competencia de la región va a pasar a ser más fuerte y más compleja. Hoy en la industria del software sucede que hay muchas oportunidades de hacer productos nuevos donde no hay otros productos, entonces la competencia es relativamente fácil, con productos que no tienen que tener una calidad importante. El problema se presenta cuando se meten dos o tres empresas a competir en el mismo nicho del mercado en el que estás. Sé de iniciativas muy fuertes en Perú y Colombia en cuanto al trabajo de investigación y transferencia al medio de técnicas, modos y procesos de calidad de software. “Si seguimos esperando que ciertas cosas pasen por sí solas, la potencia de la industria del software para el país puede dejar de serlo. Hace años éramos el país que exportaba más software per cápita de Latinoamérica, y hoy creo que nos supera Costa Rica. No quiero que se tome como una amenaza. Lo que digo es que hoy tenemos una oportunidad de hacer cambios fuertes, y me gustaría que esto se escuchara y se leyera”.

Una resolución polémica

La resolución de Presidencia de la República de fines de abril, que creó un grupo de trabajo, integrado por Miguel Brechner, presidente del Centro Ceibal, y Fernando Brum, presidente de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), con el fin de “identificar y desarrollar acuerdos con instituciones internacionales y locales para la creación de posgrados en áreas de tecnología, innovación y emprendedurismo”, ha generado malestar en ámbitos universitarios, académicos y de los organismos que tienen competencia en esas áreas, ya que ninguno de ellos fue consultado. ¿Esta resolución podría afectar el plan de estos investigadores por más recursos?

Héctor Cancela dice que la resolución “es un síntoma de que hay urgencia para hacer cosas en el área y que hay que crecer. Parte de lo que motiva la resolución es que el país no pierda pisada frente a lo que hacen los otros, que sea atractivo”. Al mismo tiempo, manifiesta: “Si esta es la forma o no, si está bien o mal el armado institucional... De eso es mejor que opinen las autoridades de las instituciones”.

Vallespir, quien, a diferencia de su colega, no es director de un instituto, prefiere hablar a título personal: “Aclaro que hablo como persona y no como parte de esta institución. Pero creo que la Udelar debió haber sido consultada, y también el InCo, por intermedio de la Facultad de Ingeniería. Creo que hay cierto desconocimiento de las cosas que podemos hacer y de lo que realmente somos capaces de hacer, que ha contribuido a lo que hoy es la informática en el país. Asumir que eso surgió de la nada es muy ingenuo. Tal vez no quede muy bien decirlo, pero el InCo e Ingeniería tuvieron muchísimo que ver en cómo está la informática hoy”. Más allá de su descontento, sentencia: “Fue un error y de los errores se aprende. Hay una oportunidad y esto demuestra que existe la necesidad de formar gente en el área”.