Si bien la Tierra no deja de girar sobre su eje, es probable que en algunos ámbitos el mundo parezca haberse detenido cuando empiece el Mundial de fútbol. En lugar de luchar contra ello, el Institut Pasteur de Montevideo decidió aprovechar la euforia mundialista para dar a conocer el trabajo de algunos de sus investigadores. El evento llevó por nombre “El fútbol y la ciencia” y se realizó el pasado martes en la sede del Institut Pasteur. En el la invitación del evento se invitó a hablar “sobre lo que diferentes disciplinas científicas pueden (y no pueden) hacer por el rendimiento del deportista”.La disertación corrió por cuenta de tres investigadores del Institut Pasteur: Carlos Escande, del Laboratorio de Metabolismo y Envejecimiento, y Lucía Spangenberg y Gregorio Iraola, de la Unidad de Bioinformática. También estuvo presente Andrés Scotti, ex futbolista de la selección nacional, quien habló sobre el entrenamiento deportivo.

Deporte viejo y querido

Carlos Escande lleva tiempo estudiando el envejecimiento y es desde esa experiencia que hará el vínculo con el deporte. Sin embargo, propone alterar el orden de los factores: “En lugar de hablar de qué puede aportarle la ciencia al deporte, voy a hablar de qué cosas la ciencia puede aprender del deporte”. Su idea es clara: “contar avances que se han hecho a nivel científico como consecuencia de lo que hemos aprendido de personas que realizan ejercicio físico”. Si bien estas investigaciones no se centran tanto en los deportistas de élite, como sería el caso de un futbolista convocado a la selección por el maestro Óscar Tabárez, Escande apunta a que “hoy se sabe que las personas que hacen ejercicio envejecen de una manera un poco más saludable, y vamos a ver qué pistas nos dan quienes hacen ejercicio en relación con el metabolismo y con enfermedades vinculadas a la vejez”.

Es frecuente escuchar que el deporte es salud, aun cuando el mundo alrededor de uno esté plagado de amigos que sufren lesiones importantes de rodillas y meniscos por tener la sana costumbre de jugar un fútbol cinco pasada la treintena de años. Sin embargo, Escande cuenta que la ciencia hoy tiene nueva información sobre de qué manera el deporte es salud: “Históricamente a los adultos mayores se les recomendaba el ejercicio aeróbico. Hoy se sabe que el ejercicio anaeróbico –por ejemplo, el trabajo con aparatos– es muy bueno para prevenir la pérdida de masa muscular y la pérdida de densidad ósea, lo que es relevante para evitar fracturas por caídas”. En un país con una alta tasa de fracturas de cadera y con una población envejecida, el dato no debería ser pasado por algo, algo que Escande recalca: “Hoy el ejercicio de musculación se recomienda combinado con el ejercicio aeróbico”.

Por otro lado, Escande abordó recientes investigaciones sobre terapias antienvejecimiento, probadas en ratones y que comienzan a estudiarse en humanos. “Son terapias que tienen que ver con algunas moléculas del metabolismo que son muy conocidas”, expresa Escande, quien explica que eran tan conocidas que habían dejado de estudiarse hasta que el aumento de la expectativa de vida obligó a la ciencia a estudiar el envejecimiento. La molécula en cuestión es la nicotinamida adenina dinucleótido, más conocida por su sigla en inglés, NAD: “Hasta hace poco era una molécula bastante aburrida, porque se pensaba que tenía una función muy específica, pero en los últimos 20 años se ha empezado a ver que era una molécula clave en los procesos que tienen que ver con el envejecimiento. En investigaciones de los últimos años se ha observado que el ejercicio físico, así como la correcta alimentación, previenen o enlentecen la caída de esta molécula, y se piensa que puede ser una de las razones por las que personas que hacen dietas saludables o que practican ejercicio de forma regular presentan un enlentecimiento en la aparición de enfermedades relacionadas con el envejecimiento”. Habrá que ir a escuchar a Escande, pero a priori se puede decir que hacer deporte no es sólo una cuestión de sentirse bien hoy, sino que además contribuye a una vejez más saludable.

Credulidad genética

Lucía Spangenberg no habló de deporte y envejecimiento, sino tal vez de lo contrario, ya que abordó un problema que pueda afectar a los jóvenes y futuros deportistas. En un mundo en el que lo genético está de moda, la idea de Lucía “fue ver en la literatura científica qué estudios había que corroboren, correlacionen o describan la relación entre genes y la capacidad deportiva o buena performance deportiva, ya sea en fútbol o en cualquier otro deporte”. La revisión tenía una motivación práctica: “Hay mucha cosa por la vuelta, muchas empresas que ofrecen servicios de secuenciación genética para ver si te conviene hacer velocidad o resistencia, o cuál es tu estado atlético. Y quería ver si tienen base científica o no”.

Lucía Spangenberg.

Lucía Spangenberg.

Foto: Federico Gutiérrez

El estudio de las investigaciones científicas sobre el tema le permite afirmar a Lucía que, si bien hay estudios que asocian variantes o mutaciones en un gen con un tipo de performance atlética, como por ejemplo la resistencia o la velocidad, “se trata de asociaciones, lo que no quiere decir que esos estudios establezcan una causalidad. No se puede decir que si uno tiene tal variante de tal gen va a ser terrible atleta de resistencia y que va a ser bueno corriendo una maratón”. Es bueno y saludable para la sociedad que los científicos se tomen su tiempo para combatir discursos que, pese a que usan el lenguaje de la ciencia, no tienen nada de científicos. Spangenberg hace precisamente eso: “Las investigaciones señalan cierta asociación, pero se ve que son efectos chicos, porque el estado atlético general y la performance dependen de muchos genes. Es posible que cada una de las variantes de esos genes sume un poquito a tu mejor estado, pero por lo que vi, conocemos unos 150 genes o variantes que pueden aportar cada una un poquito, por lo que tener alguna no quiere decir que se pueda apreciar la diferencia”.

Es sabido también que además de los genes que heredamos, la interacción con el medioambiente es determinante. Por más que carezca de los genes adecuados, es esperable que una persona que entrena a diario tenga una mejor performance que una que jamás hace ejercicio. Spangenberg asiente y remata: “El ambiente siempre juega: no por tener determinada variante de determinado gen vas a ser campeón mundial”. Si bien en Uruguay no se hace ese tipo de estudios, hay empresas, como 23andme, que permiten que uno remita una muestra desde cualquier parte del mundo. Pero Spangenberg advierte: “Que vos tengas una de esas variables no quiere decir que vayas a correr más rápido. Yo tengo hecho mi exoma [estudio de parte del genoma que se transcribe para expresar proteínas] y, ya que estaba, me fijé en esas variantes. Resulta que tengo alguna de las que te hacen correr más rápido; no obstante, seguramente me vaya horrible al correr en una competencia. La presencia de esas variantes no quiere decir mucho; el efecto es chico porque es un fenómeno poligénico”. Es decir, en esta ocasión ciencia y sentido común van de la mano: si uno quiere destacarse en un deporte, por más genes que le hayan tocado en la lotería, no tiene otro remedio que seguir entrenando.

¿La garra nace en el intestino?

Gregorio Iraola se ha dedicado a estudiar la microbiota humana, esto es, el ecosistema de microoganismos, como las bacterias, que todos llevamos dentro. “No sólo sabemos que 99,9% de las bacterias no son dañinas, sino que sin bacterias no podríamos vivir, porque cumplen funciones en nuestro cuerpo que ayudan a que nuestra fisiología sea normal”, dice Iraola como introducción. “Un componente importante de esas bacterias está ubicado en nuestros intestinos. Hoy sabemos que lo que pasa en el intestino, que en gran medida está determinado por las bacterias, puede tener efecto en señales que viajan a través del sistema nervioso y que pueden tener efectos como promover la ansiedad o la depresión”, dice Gregorio, y uno sabe hacia dónde va: lo que pasa en el intestino –en particular con las bacterias– puede tener un efecto en los futbolistas.

“La competencia y el esfuerzo físico al que están sometidos los deportistas de alto rendimiento provocan estrés. Ese cansancio, en el que al futbolista le duelen todos los músculos, tiene un efecto sobre las bacterias, lo que puede exacerbar los efectos adversos después del entrenamiento o durante una etapa prolongada de ejercicio”, dice Iraola como adelanto de lo que dirá esta tarde. También hablará de las “dietas personalizadas”: “Las bacterias del intestino ayudan a digerir los nutrientes de los alimentos, y se sabe que cada persona tiene un patrón casi único de bacterias. Un deportista, que está sometido a una dieta muy estricta, puede seguir una dieta personalizada que le permita llegar al mayor rendimiento posible, en función de conocer cuáles son las bacterias en su intestino”.

Para hacer estos perfiles de la microbiota hay que analizar la materia fecal del deportista. “Hoy se está haciendo esto de una forma casi lúdica: se analizan muestras para determinar qué bacterias tenés antes de empezar a correr y cuáles luego de determinado tiempo de entrenamiento”, cuenta Iraola. Pero en un futuro cercano, sostiene, la cosa será distinta: “Hoy ya se está hablando de probióticos personalizados: uno podría diseñar bacterias que hagan el efecto que la persona necesita. Seguramente eso es algo que va a dar muchos resultados en el campo de la nutrición en los próximos años”. Uno pregunta si en el futuro habrá que incluir a las bacterias intestinales en los controles antidoping. Iraola se ríe y contesta: “El tratamiento con bacterias hoy está en pañales. En el futuro, tal vez, las bacterias tengan que pasar por ciertos mecanismos de regulación, porque podría ocurrir que te comas una bacteria que genere dentro de vos una sustancia que está prohibida. No te estás dopando, pero el bicho que te comiste genera algo que te puede dar una ventaja. Como toda cosa disruptiva nueva, es un campo que todavía no está regulado, pero seguro estará sujeto a las mismas regulaciones que hoy en día dejan a Paolo Guerrero sin Mundial”. Para finalizar la conversación, no puedo evitar la pregunta que tengo rondando desde que me habló de materia fecal y deporte. Le digo que en el fútbol cagarse es algo negativo, pero que en lo que refiere al estudio de la microbiota, tal vez el cuadro que se cague tenga un mejor conocimiento sobre cómo rendir más. Iraola estalla en una carcajada, pero sigue siendo un científico: “Sí, pero si lo que quieren es conocer qué es lo que necesitan para optimizar el rendimiento, tendrían que cagarse antes del partido, no durante ni después”.