Julio Fernández, investigador y docente del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias, es un astrónomo de muy bajo perfil. Sin embargo, su humildad y sencillez contrastan notoriamente con los grandes descubrimientos que ha realizado en el campo de los cometas y la formación de planetas. Tan importantes son sus aportes que en mayo de 2016 la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NAS, por su sigla en inglés) lo aceptó como miembro extranjero. Ahora ese reconocimiento internacional a su labor científica se magnifica, ya que la División de Ciencias Planetarias de la Sociedad Astronómica Americana le acaba de otorgar el premio Gerard P Kuiper por sus “contribuciones destacadas en el campo de las ciencias planetarias”.

En la fundamentación del otorgamiento de la distinción, la Sociedad Astronómica Americana hace mención a tres grandes publicaciones de Fernández: “Sobre la existencia de un cinturón de cometas más allá de Neptuno”, publicada en 1980, mismo año en que publicó un segundo paper en el que además “demuestra que los cometas de la nube de Oort deben provenir de la región comprendida entre Urano y Neptuno, habiendo sido desplazados por las perturbaciones de esos planetas”, y un tercer trabajo, de 1983, que en conjunto con el investigador Wing Ip describe “la migración de órbitas que sufren los planetas en sus primeras etapas de formación y que explica la arquitectura observada en los sistemas planetarios”. Las tres publicaciones cambiaron la forma en que se conciben los fenómenos descritos y fueron ratificadas con observaciones mucho después.

De hecho, cuando predijo, en 1980, que las frecuencias y trayectorias de los cometas periódicos podrían explicarse perfectamente si más allá de aquel planeta se encontrara un cinturón de cometas, su trabajo no tuvo demasiado impacto. Sin embargo, sus predicciones fueron confirmadas con observaciones, y hoy ese cinturón de cometas se conoce como “cinturón de Kuiper”. Fernández fue un pionero en el estudio de cometas y asteroides, y actualmente ese campo goza de mucha atención por parte de los astrónomos, para quienes el estudio de los objetos transneptunianos contribuye a predecir mejor las trayectorias de los cuerpos celestes, al tiempo que podría ayudar a comprender algunos aspectos del origen de nuestro sistema planetario. A nivel mediático, Fernández tal vez sea recordado no por predecir algo nuevo, sino por derribar algo viejo. En 2006 formó parte del grupo de astrónomos que propuso ante la asamblea de la Unión Astronómica Internacional que Plutón, que entonces se consideraba el planeta más alejado de nuestro sistema planetario, debería ser considerado un planeta enano y no un planeta propiamente dicho. La moción, presentada por Julio Fernández y su colega uruguayo Gonzalo Tancredi, fue aceptada por la comunidad internacional y cambió la alineación del sistema solar. Hoy, para la ciencia, Fernández y Tancredi mediante, el sistema solar tiene ocho en lugar de nueve planetas.

Cometas y trayectorias

“Realmente fue una gran sorpresa; es un premio importante, no lo esperaba”, dice Julio, con su habitual modestia, al otro lado del teléfono. “Reconforta ver en vida que algunos estudios que uno ha hecho han tenido repercusión y han dado frutos. En ese sentido puedo decir que soy un afortunado. No toda la gente tiene la suerte, el privilegio o las posibilidades de llegar a ser reconocido por lo que ha hecho, y en muchos casos sucede que recién cuando se muere la persona se acuerdan de sus trabajos importantes”, agrega Fernández, que además de un astrónomo reconocido fue decano de la Facultad de Ciencias entre 2005 y 2010.

Enemigos de Plutón

Julio Fernández y Gonzalo Tancredi presentaron la moción que terminó quitándole el estatus de planeta a Plutón, relegándolo a la categoría de “planeta enano”. La colaboración entre ambos astrónomos ha sido tan estrecha como variada. Sin embargo, al consultar a Tancredi sobre el premio obtenido por su colega, queda en evidencia la admiración que los une.

“Este premio requiere una postulación”, señala Tancredi, y prosigue con su relato: “Con Tabaré Gallardo y Daniela Lázaro, del Observatorio Nacional de Brasil, hicimos una propuesta y recolectamos cartas de apoyo de científicos de todo el mundo para la postulación de Julio”. La propuesta se elevó hace tres años, cuando Julio Fernández cumplía 70 años. Sin embargo, en aquel entonces nuestro compatriota no ganó el premio. “Las candidaturas permanecen por dos o tres años, y justo cuando habíamos perdido la esperanza, nos enteramos de que ganó el premio”, sonríe Tancredi. “Obviamente el mérito es para él, nosotros sólo juntamos las firmas y redactamos algo que sólo remarca sus trabajos pioneros en cuanto al origen de los cometas y la formación del sistema solar exterior”, agrega, para que nadie piense que el premio no es merecido.

“Una de las cartas que conseguimos que más me llamó la atención fue de un gran referente mundial sobre esos temas”, confiesa Tancredi. “Decía que una persona, a lo largo de su vida académica, intenta cambiar las ideas o proponer un paradigma y, si lo logra, se siente exitoso. Julio a lo largo de su carrera logró hacer eso tres veces”, recuerda Tancredi.

Para su colega es importante recordar que este premio “es el más importante de las ciencias planetarias a nivel mundial” y que esta es “la primera vez que se lo otorgan a un sudamericano. Sólo en cinco ocasiones se lo dieron a un no norteamericano. Eso da cuenta de la importancia que tienen las contribuciones que ha hecho Julio”.

Un astrónomo está acostumbrado a relacionarse con el pasado: la luz que nos llega de las estrellas se emitió hace mucho tiempo. Algo similar sucede con este premio: el reconocimiento de Fernández llega casi tres décadas después de su publicación. Sin embargo, Fernández recuerda aquellas investigaciones como si hubieran sido hechas hace escasos minutos. “Cuando escribí ese paper del cinturón transneptuniano, no era un tema que estuviera en boga. Entonces pasó desapercibido por muchos años. Recién pasados ocho años tuvo algún efecto importante”, rememora. Al preguntarle por qué se interesó por estudiar ese sector de cielo, por qué los cometas periódicos, no puede definirlo; sin embargo, recuerda que estaba solo en eso: “Fue una línea de investigación que yo mismo me tracé, nadie trabajaba en esos temas cuando empecé, y además estábamos en dictadura”. Es que la dictadura, como en tantas otras cosas, generaba una sensación de desamparo enorme. “Podemos decir que en ese sentido fui un autodidacta. No tuve ningún orientador ni ninguna persona que me dijera que investigara esa línea porque era interesante o podía dar frutos”, recuerda Julio, que además señala que “leyendo trabajos por mi cuenta, noté que había algunas inconsistencias en cuanto al origen de los cometas y de dónde podían provenir. Y esas inconsistencias señalaban que algunos cometas debían provenir de un disco o un anillo que estuviera más allá de Neptuno”.

La idea zumbaba en su cabeza. Pero en aquellos años, hacer ciencia era complicado. “Esos trabajos fueron esencialmente teóricos, trabajé con computadoras sólo para realizar algunos cálculos pesados. En Uruguay, mientras pude, logré utilizar la IBM 360 que estaba en la Facultad de Ingeniería. En su momento era una computadora importante y su compra fue un esfuerzo grande que realizó el país. Había llegado al país en 1969 y yo tuve unos cuantos años para familiarizarme con el cálculo pesado antes de que la dictadura no me permitiera usarla”. Como muchos, Julio Fernández se fue del país: “Me fui en 1979 con las ideas, pero con muy pocas herramientas”. Aterrizado en el Observatorio Astronómico de Madrid, España, prosiguió trabajando sobre las inconsistencias que había encontrado. “No es que en Madrid hubiera gente trabajando en el tema, pero por lo menos tenían una bibliografía actualizada, lo que era importante porque en esa época no había internet y uno tenía que ir a las bibliotecas a leer los artículos de los otros científicos”.

El célebre trabajo de Fernández fue publicado en 1980 en Madrid, y si bien demoró en trascender, le valió un gran reconocimiento. De hecho, el renombrado científico y divulgador Carl Sagan, ganador también en 1998 del premio Kuiper que recién acaba de ganar Fernández, lo citó en su libro Cometa, editado luego del exitoso Cosmos. “Fue muy grato que él prestara atención a mi trabajo, sobre todo porque nunca lo conocí personalmente”, dice Fernández, una vez más haciendo gala de su gran y sincera humildad.

Migrante estudiando migraciones

Exiliado luego en Alemania, Fernández publicó en 1983, cuando trabajaba en el Instituto Max Planck de Aeronomía, otro paper que cambiaría nuestro conocimiento del universo. “En ese momento me había interesado en la formación planetaria. Con el colega Wing Ip decidimos hacer un modelo de formación de los planetas y vimos que en ese modelo los planetas se iban formando recolectando partículas que estaban en un disco alrededor del sol”, recuerda. Y de pronto, la sorpresa del descubrimiento: “Notamos que los planetas, a medida que se iban formando, no se quedaban en el lugar, sino que migraban de la zona en la que habían arrancado su formación. Eso fue totalmente inesperado. Volví a chequear los datos y entonces publicamos un trabajo que fue muy reconocido posteriormente”.

Hoy publicar papers es casi una obligación si los científicos quieren mantener sus cargos y grupos de investigación. Pero Fernández cuenta que antes era distinto: “Se valoraba que uno publicara, pero no había la fiebre que hay hoy por la publicación. Creo que en un sentido, uno no miraba tanto el número de papers sino publicar cosas interesantes”. Dice que siempre aspiró “a hacer papers que pusieran al menos una idea original sobre la mesa”. Y vaya si lo logró. La Universidad de la República prepara ahora un honoris causa. Julio Fernández es humilde y sencillo. Y eso no va a cambiar por más premios y aplausos, todos merecidos, que le den. Pero el aplauso y el reconocimiento no sólo afectan al destinatario sino al emisor. Y, sinceramente, es un honor aplaudir a semejante investigador.

Al maestro con cariño

Andrea Sosa es astrónoma y coordina el observatorio que hay en el Centro Universitario Regional del Este (CURE) de Rocha. Julio Fernández fue su orientador de maestría y doctorado, y en sus palabras se nota que el premio también la afecta.

“Este reconocimiento es muy merecido porque sus contribuciones fueron justamente en el área de los objetos transneptunianos, y el premio se llama Gerard Kuiper, y el cinturón de objetos transneptunianos se conoce también como cinturón de Kuiper. Para muchos astrónomos se hubiera hecho mayor justicia si el cinturón de objetos transneptunianos se llamara Kuiper-Fernández, porque lo que él hizo fue muy relevante. Predijo, en un trabajo teórico realizado mucho antes de cualquier observación, la existencia de ese cinturón de objetos transneptunianos”, dice la astrónoma. Pero además de contribuir al conocimiento del sistema solar, Fernández contribuyó a la ciencia de este país.

“En Uruguay somos muy poquitos los astrónomos profesionales. Y podríamos decir que la astronomía profesional en Uruguay existe gracias a Julio”, confiesa Sosa, quien además agrega: “Estamos todos celebrando: la comunidad de profesionales, aficionados, docentes. Creo que es un buen ejemplo para todos ver qué tan lejos ha llegado un astrónomo uruguayo”. Y enseguida pone un ejemplo que deja claro este punto de vista: “Julio estuvo presente en la Semana de la Astronomía de Rocha y niños y maestras no podían creer que fue uno de los que sacó a Plutón de la categoría de planeta. Para ellos tenía que ser alguien que trabajara en la NASA, y era un placer decirles que no hacía falta ser de la NASA, que Julio desde acá había hecho muchos descubrimientos trascendentes”. Contagiando la emoción por la línea telefónica, Sosa sentencia: “Creo que es una gran motivación a todo nivel para niños y jóvenes que les gusta la astronomía. Julio pudo haber trabajado en la NASA o donde quisiera. Y decidió volver a Uruguay al terminar la dictadura y gracias a eso hoy tenemos astronomía profesional en nuestro país”.

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