Hablar con Juan Carlos Juca Gambarotta, guardaparque pionero de Uruguay que se ha convertido prácticamente, junto con la fauna y la vegetación exuberante, en uno de los atractivos del monte de ombúes de la Laguna de Castillos y el arroyo Valizas, es una tarea más que recomendable. Sobre su experiencia, tanto aquí como en sus viajes para estar en contacto con la naturaleza, ha escrito varios libros. En esta ocasión la idea no es hablar de él ni de su monte de ombúes. Se acaba de celebrar el Día Mundial del Guardaparque y Gambarotta, desde la Asociación Uruguaya de Guardaparques, tiene algunas cosas para decir.
Un trabajo complicado
“El Día Mundial del Guardaparque no es algo que festejemos, sino que es algo que usamos las asociaciones afiliadas en todo el mundo para señalar la importancia de nuestro trabajo e informar, para que la gente sepa, sobre la cantidad de guardaparques que mueren en servicio”, larga Gambarotta con tono grave. “Por lo que sabemos, el año pasado murieron 128 guardaparques en todo el mundo, en muchos casos enfrentando a cazadores furtivos, en otros por accidentes en patrullajes”, agrega y explicita que son, por lo general, muertes violentas, y que no está para nada contento con el dato de que, en lo que va de este año, ya se contabilizan 108 guardaparques fallecidos. A la hora de hablar de la situación de los trabajadores que protegen nuestras áreas protegidas no sólo vigilando sino también mediante tareas de conservación, de interpretación y educativas, Gambarotta no menciona muertes sino condiciones laborales.
A fines del año pasado, la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), organismo en el que está el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, anunció la creación del Cuerpo Nacional de Guardaparques. Hoy el Cuerpo Nacional tiene 28 guardaparques y, según anuncian las autoridades, incorporará en breve a 15 más. Gambarotta reconoce que la creación del cuerpo “es un avance”, pero desde la Asociación Uruguaya de Guardaparques observan que falta camino por andar: “Hoy hay guardaparques que trabajan para las intendencias, por ejemplo los de Cabo Polonio; hay tres que son funcionarios de la Dinama –yo soy uno de ellos–; hay guardaparques que dependen de Probides [Programa de Conservación de la Biodiversidad y Desarrollo Sustentable en los Humedales del Este], que son cuatro intendencias junto a la Dinama, e incluso hay una ONG que tiene un guardaparques que trabaja facturando con una unipersonal”, dice. Esta diversidad de formas de contratación, sostienen los guardaparques, atenta contra la propia idea de cuerpo. Juca razona: “Un cuerpo tiene que tener, justamente, un cuerpo, una institución. Los bomberos son un cuerpo, también lo es la Policía. Los guardaparques tenemos condiciones tan dispares que no funcionamos como cuerpo. Por ejemplo, a ningún aspirante a bombero se le pediría que abra una unipersonal para poder conseguir el trabajo. Tampoco creo que suceda en un llamado a policías. En nuestro caso ocurre, y no puede ser así”.
Los guardaparques señalan que la formación del cuerpo es un avance, pero que su creación, en realidad, sólo ha “tratado de emparejar tanto la capacitación como las facultades” del ejercicio de la función. Sin embargo, Gambarotta afirma: “Es difícil lograr que las facultades de acción sean las mismas cuando dependemos de organismos distintos. Hay una máxima de la administración pública que sostiene que un empleado sólo puede ejercer las funciones que tiene la institución que lo emplea. Entonces los guardaparques de las intendencias, en algunas ocasiones, no pueden hacer algunas cosas que deberían hacer como guardaparques, porque no es labor de las intendencias”.
Para este experto del trabajo en áreas de gran riqueza natural, las intendencias, “si bien están a cargo de la gestión de varias áreas protegidas, no tienen entre sus funciones específicas la conservación de la naturaleza, y por eso sucede que algunas veces tienen intereses encontrados”. Como señala Líber Sequeira, guardaparque del Santa Lucía contratado por la Intendencia de Canelones, algunas intendencias sí se preocupan por el tema. “En el caso de las intendencias, la visión de la conservación depende del intendente. Y la conservación de la naturaleza no puede depender de la voluntad de una persona que mañana puede no estar”, objeta Gambarotta. Para él y los demás asociados, la solución es clara: “Más allá de que en Uruguay nunca hay dinero para hacer muchas cosas y que siempre las prioridades son otras, como asociación lo que queremos es que se cree un cuerpo de guardaparques en una misma institución que tenga por cometido el manejo de las áreas protegidas”. Un cuerpo unificado también solucionaría otros problemas: “Con un cuerpo dependiente de una única institución, los guardaparques podríamos hacer carrera, ya que tendríamos el mismo régimen laboral”.
Gambarotta, que señala que en las últimas décadas ha habido muchos cambios, se cuida de no parecer pesimista o de quejarse por la queja misma: “Mucha gente dice que no hay que ver el vaso medio vacío; cuando lo veo medio vacío es para pensar cuál es la mejor manera de llenarlo. El problema es que a los guardaparques nos cuesta ser optimistas, porque si bien aumentó el número de áreas protegidas, y si bien es cierto que hay muchos más guardaparques hoy que cuando arranqué, hace 27 años, y era el único, el tema es que la naturaleza y el ambiente uruguayo se han deteriorado de una manera que ni siquiera imaginábamos en aquel entonces”, dice con convicción. Para quien trabaja en conservación de la naturaleza, a veces ser realista es pasar como un amargo. Pero el sol no se puede tapar con la mano, y Gambarotta añade: “Si uno va a ver la capacidad del Estado de contrarrestar el deterioro, se da cuenta de que estamos muy por detrás. Creo que en lo ambiental hoy estamos mucho peor que hace 30 años. Es obvio que se trata de algo que trasciende a los guardaparques, porque los temas ambientales son mucho más grandes que las áreas protegidas”.
Lo que propone la Asociación Uruguaya de Guardaparques podría incluirse en lo que suele llamarse dolores de crecimiento: hoy, con más de 28 guardaparques reconocidos y de 15 áreas protegidas, es más razonable pensar en formas más coherentes y racionales de contratación. “Desde la Asociación Uruguaya de Guardaparques creemos que es nuestro deber pedir que se profundice en el tema y que se dé a las áreas protegidas la relevancia que tienen. De las tres Américas, Uruguay es el país que tiene una institución más chica para la gestión de sus áreas protegidas.
Hay países en los que las instituciones que coordinan las áreas protegidas son casi subsecretarías de Estado”, señala Gambarotta, que también aclara: “Nosotros no dejamos de ponerle el hombro a la cosa. Sólo queremos mejorar las condiciones de trabajo, porque eso va a redundar en mejores resultados”.
Bajo fuego
Para Gambarotta, hay guardaparques en áreas muy concurridas que tienen poco tiempo para realizar tareas de conservación. Y hay problemas acuciantes: “Por ejemplo, la invasión de las plantas exóticas, que está desequilibrando a las áreas protegidas de una forma muy veloz. No es suficiente el personal disponible para combatirlas, así que va a ser necesarios que seamos innovadores si queremos enfrentarlas”. Otro tema, tal vez no tan grave en términos de biodiversidad pero sí más peligroso, es el de la caza.
Se suman 108 guardaparques muertos en el mundo en lo que va del año. Uno podría suponer que es una realidad tan triste como lejana. Gambarotta carraspea y en su voz se nota la preocupación: “Acá los cazadores furtivos están bravos. Están muy bien armados y tienen tremendas camionetas 4x4. Ya ha habido agresiones. Realmente la situación está complicada”, dispara, pese a que nuestros guardaparques no portan armas ni pueden disparar. Muchas veces se alega que los cazadores son personas de bajos recursos, que cazan para parar la olla o para alimentar a su núcleo familiar. Esos, que existen, no son los que preocupan a Gambarotta: “Los cazadores más violentos y agresivos de Uruguay son gente de plata que se lleva el mundo por delante. Si pueden, te pisan con la camioneta. Tienen lanchas y llegan a cualquier lado. Están muy bien equipados, manejan armamento potente, y probablemente tengan conocidos más arriba, que los hacen sentir invulnerables. El que caza un carpincho para comer, por lo general, no es tan preocupante. Los que cazan para vender son distintos: consideran que cazar es su trabajo y suelen tirar unos buenos tiros también”.
El tema del uso de armas es discutido, y hay distintas posturas entre los guardaparques. “Los resultados en conservación y protección de animales y plantas llegan cuando los guardaparques tienen la capacidad de actuar de inmediato”, afirma Gambarotta, que no quiere ahondar en el tema pero reconoce que hoy los guardaparques deben pedir apoyo de la Policía cuando constatan un ilícito. “Me parece que en Uruguay está faltando generar la mística de las áreas protegidas. Mucha gente cree que las áreas protegidas son lugares cercados en los que no se puede cazar y nada más. Nos está faltando mostrar todo lo demás: que son lugares en los que se puede acampar, en los que los guardaparques hagan fogones educativos, etcétera. No pasa por decir que en el Cabo Polonio no se puede acampar, sino que hay que ver de qué manera sí es posible hacerlo. Al Cabo lo están comiendo las acacias exóticas; hagamos entonces fogones con acacias”, dice el guardaparques pionero, al tiempo que anuncia que se va a dedicar a inculcar esa mística. Al despedirse, añade: “Hay que buscarle la vuelta para que la gente adore las áreas protegidas”.
Camino andado
Guillermo Scarlato es el gerente de Ecosistemas de la Dinama, área de la que depende la división del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP). Reconoce que el sistema uruguayo de áreas protegidas “tiene una estructura y una gobernanza bastante particular”, que responden “a cómo se ha ido construyendo el sistema en todos estos años”.
Scarlato señala que si bien el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, por intermedio de la Dinama y la división del SNAP, es “la institución que tiene la conducción del sistema”, “salvo Esteros de Farrapos, todas las áreas están administradas bajo figuras de coadministración con gobiernos departamentales, con el Ministerio de Defensa Nacional, con un municipio y una ONG, o en manos de un privado bajo pautas del ministerio. Eso determina que el personal de las áreas esté formado por personas que pertenecen a distintas instituciones, ya sean guardaparques como directores de área. Esa es la realidad actual del personal de las áreas protegidas”.
Esta organización afecta, obviamente, a los guardaparques. “El Cuerpo de Guardaparques está constituido por personas contratadas de distinta manera, pero que responden a un perfil determinado. Obviamente, este esquema de funcionamiento implica cierta dificultad, y es nuestra intención acercar las condiciones de contratación, tanto de los guardaparques como de otros funcionarios”, dice Scarlato. Sostiene que como el sistema ha ido creciendo, en la Dinama están “pensando en otras formas de organización para la gestión del sistema”. “Pero hoy es el sistema que tenemos y, desde nuestro punto de vista, se ha podido hacer avances, sobre todo en el reconocimiento y en la formación de los guardaparques. Si uno compara la situación con lo que había diez años atrás, hay un cambio sustantivo”.
Nuevamente, se trata de ver el vaso con lo que tiene pero también con lo que le falta: “Hemos avanzado mucho, pero son muchos más los desafíos que tenemos por delante que los logros alcanzados hasta ahora”. Scarlato finaliza señalando que “institucionalmente tenemos la convicción de que estamos en un primer escalón del desarrollo del sistema, y en la medida en que nos acercamos a determinados cambios, incluso de escala, es necesario avanzar en el desarrollo institucional y en la dotación de recursos y las formas en que los recursos se manejan. Es un proceso gradual pero sostenido durante todo este período; apostamos a que siga siéndolo. Durante mucho tiempo trabajamos sin cuerpo de guardaparques, y luego de un proceso acumulativo, junto con los propios guardaparques y con otras instituciones, se creó el Cuerpo Nacional. Fue un salto cualitativo y muy reciente. Obviamente, la idea es seguir avanzando”.
Para despedirnos le pregunto, en caso de que el Ministerio de Economía y Finanzas diera rienda suelta al gasto, cuántos guardaparques más hacen falta. Scarlato ríe y luego afirma: “Hay algunas áreas que tienen una dotación razonablemente satisfactoria y hay otras en las que hay que crecer, y eso está proyectado. A diferencia de otros sistemas de la región, el nuestro aún está creciendo, porque es un sistema chico y joven. Se necesitan más guardaparques, pero tampoco es que tengamos que dar un salto fenomenal en el número, al menos no con las áreas que tenemos hoy”.