El salón del Institut Pasteur de Montevideo está casi colmado de público interesado en la ponencia “Mujeres en ciencia en Latinoamérica y el Caribe” que dará Jana Rodríguez Hertz. Sin embargo, la composición es muy desigual: salvo cuatro personas, el resto son mujeres. “Hay cosas que tienen que ver con nuestra cultura y que están demasiado incorporadas como para que las podamos ver”, dice Rodríguez luego de terminada la conferencia, y agrega: “Por ejemplo, Néstor Gandelman habló en esta misma sala del mismo tema que yo, y casi todos los que asistieron a su charla eran varones”. El comentario de Rodríguez no es una queja, sino un ejemplo de esas cosas que parecen invisibles y a las que no les prestamos atención.

De hecho, en la primera diapositiva que proyecta puede verse a Sue Storm, heroína de los cómics que es más conocida como la Mujer Invisible de los Cuatro Fantásticos. Rodríguez argumenta que el mayor problema que enfrentan las mujeres en la ciencia en Latinoamérica y el Caribe “es la invisibilidad social, tanto de sus problemas como de sus capacidades”, y señala que si bien la región no está mal en cuanto a la cantidad de graduadas de doctorados, en lo que refiere al desempeño profesional, la participación en cargos de toma de decisiones e igual paga por igual desempeño hay mucho por hacer. No es sólo su percepción personal. Expone algunos datos que resulta difícil negar: en Chile, por ejemplo, en 2013 el porcentaje de mujeres que cursaban el primer año de la universidad era de 54% pero el de profesores titulares (equivalente a nuestros grado 5) era de tan sólo 17%. En Uruguay el panorama no es muy distinto: según datos de la Universidad de la República de 2014, mientras que el porcentaje de mujeres entre los estudiantes de grado es de 64% y en el de estudiantes de posgrado es de 62%, en el de profesores grado 5 la cifra baja abruptamente a 28%.

Los números se suceden. Si bien Latinoamérica y el Caribe están mejor que otros países, ya que el porcentaje de investigadoras es de 46% mientras que el mundial es de 29%, Rodríguez, que para colmo es matemática, alerta que los números no reflejan fielmente la realidad. “Me temo que estos buenos valores de Latinoamérica y el Caribe están correlacionados con un mal desarrollo de las ciencias”, dispara. Uno se estremece al pensar que acaba de escuchar que cuanto más mujeres investigadoras, peor es el desarrollo de la ciencia de un país, pero la investigadora trae un poco de tranquilidad: “No digo que sea un causal, pero creo que hay una correlación. Uruguay puede ser una excepción, porque tiene un buen desarrollo científico y a la vez un buen indicador de porcentaje de investigadoras, aunque se concentran casi todas en los grados bajos. Argentina también tiene una producción científica respetable y roza la paridad. Pero en los otros países que encabezan el balance de género –Bolivia, Venezuela y Trinidad y Tobago– su desarrollo científico no es el más avanzado. Son datos que hay que mirar de manera más fina”.

Problemas peores que los números

Rodríguez Hertz llama a generar más datos que permitan pensar, mostrar y corregir los problemas, y señala que “Latinoamérica es una región de la que no hay mucha data: falta información y falta estudio”. Sin embargo, más allá de los porcentajes y números de participación, hay otros temas más difíciles de abordar. En el seminario señala que el tema del acoso sexual en la academia y la enseñanza sigue siendo tabú en Uruguay y que es necesario abordarlo en breve.

“Cualquier mujer que haya estado suficiente tiempo en el ámbito de la ciencia conoce un caso cercano de alguien que lo haya sufrido, o incluso a ella misma. El tema es que no hay números, por eso apuntaba a la necesidad de que se hagan estudios serios, porque de lo contrario uno habla con base en impresiones”, comenta Rodríguez, quien también hace referencia a otros casos que, si bien no son estrictamente de acoso sexual, podrían ser calificados de border o que pegan en el palo. “Hay casos en los que les dicen a las chicas que no pueden quedar embarazadas y les hacen la vida difícil cuando eso sucede”, señala. También menciona el caso de mujeres que “han tenido que cambiar de ámbito o que directamente han tenido que dejar la ciencia porque el acosador es luego el evaluador, la persona de la que dependerá para subir de grado”. Y que nadie piense que está hablando de hechos del pasado: si bien se ha avanzado un poco en este asunto, Rodríguez afirma que “esas cosas pasan en la academia al día de hoy”.

Más allá de ese acoso repudiable, hay otro problema que deberemos enfrentar si queremos una mejor academia y una mejor enseñanza. “Hay cuestiones de acoso que no son estrictamente sexuales, sino más bien de relaciones de abuso de poder”, dice la matemática, quien luego amplía: “En la academia, por lo general, el menos poderoso es el más vulnerable. Eso sí me ha pasado: que un poderoso decida que ya no soy útil para sus fines y busque eliminarme del Departamento. Tuve que sobrevivir a esa situación y puedo asegurar que es jodidísima”. Uno no puede evitar pensar hasta dónde tendrá eso que ver con que esté ejerciendo como profesora titular en la Southern University of Science and Technology de China y viva en la ciudad Shenzhen. “La excesiva jerarquización y la verticalidad de la academia hacen que a una persona en un grado bajo le sea difícil sobrevivir si tiene un grado alto en contra. Es un problema de las estructuras de las academias, tanto de la nuestra como de las del resto del mundo, que generan este tipo de abuso. Si a eso le agregamos el componente sexual y a ese grado 5 se le ocurre tener algo con una chica o un chico, el tema se agrava”, sentencia.

Hay que organizarse

En la charla en el Institut Pasteur, donde además de las investigadoras locatarias estaban presentes encargadas de la Comisión de Género del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), científicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, organizadoras de eventos científicos y una persona que intenta abordar el tema en la Administración Nacional de la Educación Pública, Rodríguez afirmó: “Hay que organizarse para que este tipo de cosas dejen de pasar”. Su afirmación no es panfletaria, sino que tiene sustento: desde 2016 es vicepresidenta por América Latina y el Caribe de la Organización por las Mujeres en Ciencia del Mundo (OWSD, por su sigla en inglés), que depende de la UNESCO. Su charla, entonces, podría interpretarse como un acto de reclutamiento en un momento más que oportuno: en la OWSD se está armando el Capítulo Uruguay, país que ya cuenta con 67 científicas afiliadas.

Afiliarse tiene sus ventajas, que Rodríguez describe así: “Es importante compartir información y conocernos; estar más conectadas ayuda. Además, hay premios, becas y posibilidades económicas de organizar eventos que muchas veces se pierden por falta de candidatas”. También señala: “Hay que empezar a hablar de cosas que muchas sabemos que pasan pero que no se dicen en voz alta. Organizarse ayuda a visibilizar problemáticas con las que las más viejas ya hemos tenido contacto, pero que las más jóvenes a veces no tienen tan claras”. Como una veterana de guerra, agrega que organizadas pueden darse “una mano entre todas y pasarnos consejos. Algunas podemos dar algunos tips de supervivencia”. Todas las científicas, consagradas o en formación, pueden afiliarse a la OWSD. “Si estás cursando tu primer año universitario podés afiliarte –y lo recomiendo– para tener contacto con las otras científicas, distribuir mejor la información y ayudarnos entre nosotras”. Para ser miembro pleno y tener derecho a voto, las candidatas deben tener una maestría o un doctorado.

El bien de ellas, el bien de todos

Rodríguez llama entonces a las mujeres a organizarse y a combatir la invisibiliad y los abusos. Pero afirma que la lucha tiene que tener una base mayor: “Hasta que el varón no se meta en estos temas también, se va a avanzar poquito. El hombre tiene que considerar que lo que sucede con las mujeres en la ciencia es importante y que no es algo que las afecta sólo a ellas”. Esto podría malinterpretarse, pero Rodríguez no busca el aval ni el permiso de los opresores, sino la inteligencia de todos: “Tenemos medio mercado laboral desaprovechado. Si vos elegís entre la mitad de la población, obviamente vas a tener una ciencia de peor calidad que si elegís entre el 100%”. Para Rodríguez, el asunto se agrava debido a otro gran problema: “La gente del menor quintil de ingresos no accede a la ciencia, lo que también es muy preocupante a la que también hay que atacar cuanto antes”. Rodríguez finaliza diciendo: “Si la mujer no se incorpora a la ciencia, hay ciencia de peor calidad”. La frase es tan evidente como contundente, y posee la belleza de los enunciados matemáticos, disciplina que Rodríguez domina y de la que fue la primera grado 5 en la historia de Uruguay.

La OWSD y el Capítulo Nacional Uruguay

Presidenta: Madeleine Renom (Ciencias de la Atmósfera, Facultad de Ciencias).
Vicepresidenta: Silvia Batista (Bioquímica, IIBCE).
Secretaria: Ivanna Tomasco (Biología, Facultad de Ciencias).
Tesorera: Ana Zambrana (Biología, IIBCE).