La Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) eligió de setiembre para celebrar los primeros diez años del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), ya que el 29 de ese mes de 2008 se aprobó el decreto que convirtió a la Quebrada de los Cuervos en el primer paisaje protegido en ingresar al sistema. Desde entonces la incorporación de tierras y ecosistemas se ha dado a un ritmo sostenido, y hoy el sistema cubre 285.265 hectáreas que se distribuyen en 15 áreas protegidas. Si bien es un gran avance, esas 15 áreas abarcan menos de 1% de la superficie de nuestro territorio, porcentaje que preocupa ante la acelerada pérdida de biodiversidad que registran países como Uruguay ante la intensificación de los monocultivos y la forestación.
Lejos de mirar para el costado, las autoridades encargadas de la oratoria en el evento que tuvo lugar en el museo Juan Manuel Blanes fueron enfáticas en reconocer tanto los logros alcanzados en esta década como la necesidad de ampliar tanto la cobertura de áreas protegidas como la de los resultados obtenidos. Que haya mucho por hacer, que la lucha por preservar –y restaurar– la biodiversidad no permita respiro y que las condiciones materiales no sean siempre las deseables no impidió que, al mirar para atrás, no se encuentren hoy muchos motivos para celebrar el camino andado.
Mirar el país de otra manera
El encargado de dar inicio a las ponencias de las autoridades fue Ramón Méndez, director de Planificación de la Intendencia de Montevideo y uno de los grandes responsables del cambio de la matriz energética del país. Luego de excusar la ausencia del intendente de Montevideo, Daniel Martínez, Méndez habló desde el rol de la comuna como coadministradora del área protegida Humedales del Santa Lucía, área que ingresó al sistema en 2015. Méndez dijo que lo más importante de la creación del área protegida fue “la transformación del sentir colectivo”. Acto seguido, explicó su punto: “El lugar pasó de ser un pajonal donde pululaban los mosquitos a ser un paraje motivo de orgullo para los pobladores. Dejamos de ver los humedales como algo que había que rellenar para transformar en algo productivo a verlo como un lugar con un valor propio y singular”. Dijo además que las áreas protegidas son “oportunidad de desarrollo social y económico” y enfatizó que “aportan una mirada diferente para el país”.
Áreas de encuentro
Alejando Nario, director de la Dinama, recalcó que el país “obviamente no arrancó hace diez años a proteger paisajes y áreas naturales”, y reconoció la labor de pioneros y personas que permitieron que el proceso no arrancara de cero. A la hora de hacer una memoria –se repartió una publicación detallada sobre estos diez años con áreas protegidas–, Nario destacó que en diez años ingresaron 15 áreas que, pese a que representan menos de 1% del territorio, registran 38% de las especies prioritarias para la conservación y 44% de los paisajes prioritarios.
Nario hizo hincapié en que “las áreas protegidas no son espacios donde el humano no tiene lugar, sino que las concebimos como áreas de encuentro”. La frase no está dicha sólo para que suene bonita: nuestro SNAP está formado tanto por áreas que son propiedad del Estado (53%) como de particulares (47%), y todas ellas son gestionadas según un modelo que, encabezado por el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, del que depende la Dinama, abarca también a varias intendencias departamentales y a los ministerios de Defensa Nacional y de Turismo, así como a organizaciones no gubernamentales, municipios y hasta a una empresa privada (UPM). También lo afirmado por Nario es trascendente, ya que, además del obvio beneficio ecosistémico de conservación, “las áreas protegidas tienen importancia porque permiten experiencias de producción sostenible muy importantes”; destacó, por ejemplo, la ganadería de pastizal. A la conservación y la producción sostenible Nario sumó el valor turístico de las áreas protegidas, así como el de generar identidad y “sentimientos de pertenencia en el territorio”.
Sobre el futuro del SNAP, Nario afirmó que, sin duda, las áreas protegidas “deben seguirse ampliando en el territorio”, pero señaló que “Uruguay es un país antropizado y, por tanto, estas áreas nunca pueden ser impuestas”. Reconoció que en todas hay dificultades y recordó que en breve se incorporarán dos nuevas áreas al SNAP.
Por encima
Siguiendo con el orden jerárquico que tanto gusta a los amantes del protocolo, la encargada de cerrar la oratoria fue la ministra Eneida de León, quien señaló que “el SNAP es una construcción colectiva”. Siguiendo con lo planteado por Nario, De León sostuvo que “este sistema nos permite avanzar hacia nuevos sistemas de producción” y destacó su contribución a generar “arraigo de la gente en su territorio”. Sobre las acciones de cara al futuro, la ministra reconoció que “Uruguay tiene que tener un porcentaje más alto de su territorio de áreas protegidas”. Consideró que en estos temas hay mucho por hacer y que se trata de “un camino que está por encima de partidos políticos y ministerios, un camino que tenemos que crear entre todos”.
Los asistentes se llevaron miel de monte nativo producida en las islas de Esteros de Farrapos y mermelada de arazá de la Quebrada de los Cuervos, y pudieron escuchar las anécdotas de Silvia y Ana María, las mujeres que las elaboran. Su testimonio permite pensar que las áreas protegidas no sólo permiten conservar animales, plantas y ecosistemas, sino soñar con un país que produce y se aprecia de otra manera.