La Antártida es el continente más remoto por su ubicación geográfica, y se caracteriza por una singular belleza que, aunque parezca de un blanco monótono, está lejos de ser así. Gigantes muros de hielo, cumbres congeladas y aguas cubiertas de capas de hielo pueblan el lugar. Además hay una reducida presencia de animales y aun menor de humanos. A pesar de las condiciones hostiles para la vida y del aislamiento, es un lugar excepcional en el que existe una enorme diversidad de microorganismos capaces de sobrevivir y reproducirse a bajas temperaturas, que llaman la atención de científicos de alrededor del mundo, que han protagonizado grandes descubrimientos, como por ejemplo el estudio de científicos uruguayos de la sección Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Ciencias (Fcien), de fines de 2017, quienes analizaron una enzima de una bacteria que permite reparar el daño causado por la radiación ultravioleta. La curiosidad sobre el continente antártico no se limita a esos pequeños organismos: también se han estudiado sus ecosistemas y fauna. En resumen, la Antártida presenta un enorme potencial para el desarrollo de la ciencia, y en ese sentido ofrece oportunidades excepcionales para la formación de jóvenes científicos uruguayos.

En ese marco, 16 estudiantes de las licenciaturas en Ciencias Biológicas, Bioquímica, Biología Humana y Ciencias Geológicas de la Fcien partieron el 10 de enero hacia el continente blanco y pasarán diez días en la Base Científica Antártica Artigas como parte de la tercera edición de la Escuela de Verano de Introducción a la Investigación Antártica (EVIIA). Estarán acompañados por un equipo multidisciplinario de seis docentes, entre los que se encuentra el virólogo y ex decano de la Fcien Juan Cristina, quien también es director de la EVIIA. Cuando hablo con Cristina me comenta con mucho entusiasmo su confianza en el grupo de jóvenes de entre 21 y 22 años que cursarán esta experiencia, y me cuenta sobre la intensidad de esos días de trabajo y aprendizaje.

La EVIIA tiene el objetivo de promover la investigación en temas relacionados con la Antártida y la formación de profesionales. “La formación de recursos humanos en calidad es lo más caro de un sistema de investigación y desarrollo, y es donde nosotros invertimos. La escuela es una actividad de formación universitaria que está acreditada como cualquier curso de nuestra Universidad de la República, y apostar a los jóvenes es fundamental”, resalta Cristina.

Laboratorios de hielo

Los futuros científicos y sus docentes montarán cuatro laboratorios simultáneos organizados en torno a cuatro módulos temáticos. Por un lado, un laboratorio de microbiología, que este año incorporará por primera vez técnicas de biología molecular. Por otro, uno de fisiología y toxicología que incluye el análisis de los ritmos circadianos humanos –cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo diario y responden, principalmente, a la luz y la oscuridad– desafiados por las condiciones ambientales extremas. Cristina sostiene que esta línea de estudio se puede aplicar incluso en el sistema educativo en relación con adaptaciones de los jóvenes que están “mediatizados por las luz de las pantallas digitales”. Un tercer módulo incluye estudios de zoología, es decir de invertebrados polares y bioinvasores y cómo estos afectan los ecosistemas antárticos y la biodiversidad en el continente. El último módulo se concentrará en los ecosistemas acuáticos antárticos, y “tiene que ver con el estudio de los lagos antárticos, el clima y el palioclima”, explica el virólogo, y agrega: “La Antártida es como un laboratorio natural, por eso es importante ver los cambios que están ocurriendo allí. Es que buena parte del clima en el Atlántico Sur está determinado justamente por el océano austral, y estos estudios sirven para profundizar sobre aspectos vinculados al cambio climático”.

Los días se organizan en virtud de las advertencias climáticas, entre tormentas de nieve inesperadas y días que se dividen en 20 horas de luz y cuatro de noche. Las actividades de la escuela incluyen trabajo de campo –que son instancias didácticas en las que participan todos los estudiantes y docentes, implican recolección de muestras y clases prácticas–, clases teóricas de los profesores, trabajo en laboratorios y ciclos de seminarios dictados por los estudiantes sobre temas particulares de la investigación antártica. El virólogo adelantó que se está coordinando un espacio de seminarios con el Instituto Antártico Chileno en el que participarán investigadores de diversas partes del mundo.

Un gran valor

El docente resaltó que las investigaciones pueden derivar en aplicaciones en las áreas industrial y médica, además de aplicarse en el campo de las biotecnologías. En ese sentido, destacó que la Antártida ofrece un enorme potencial para el desarrollo de la ciencia en Uruguay. “La Antártida como política de Estado es una cuestión fundamental”, señala, y añade que el continente blanco tiene un gran significado político para el país porque “integramos un club muy exclusivo; [es muy importante] que una comunidad de tres millones de personas pueda decir algo sobre el futuro de un continente de la Tierra”. También destacó su implicancia diplomática, “fundamentalmente como trampolín de relaciones entre países, por ejemplo con países que geográficamente están lejos de Uruguay pero son vecinos en la Antártida, como China, Rusia y Corea del Sur”.

Si las condiciones climáticas lo permiten, el equipo de investigadores retornará a Uruguay el 22 de enero y lograremos conocer sus descubrimientos y aportes a la ciencia uruguaya.

35 años sobre hielo

La Base Científica Antártica Artigas está ubicada en la isla Rey Jorge, en el archipiélago Shetland del Sur, y permanece todo el año abierta dedicada a la investigación científica. Fue inaugurada en 1984 y al año siguiente Uruguay fue aceptado como miembro consultivo del Tratado Antártico, y así pasó a formar parte del selecto club de 29 países que participan en la Reunión Consultiva, órgano legislativo que gobierna el continente blanco. El Instituto Antártico Uruguayo, creado en 1975 y dependiente del Ministerio de Defensa Nacional, es el organismo nacional responsable de programar las actividades científicas y proveer la logística necesaria para su desarrollo.

La Antártida es un continente símbolo y ejemplo de paz. Allí no existe división de países y cualquier actividad que se realice está regida por el Tratado Antártico, que se firmó en 1959 y entró en vigencia en 1961 y establece que la Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos, quedando expresamente prohibido el establecimiento de bases militares y el ensayo de cualquier tipo de armamento. Los países suscriptores deberán realizar investigación científica cooperativa. A su vez, el tratado indica que cualquier país que desee establecerse sobre el terreno blanco debe llevar a cabo investigaciones científicas.