Eras fotógrafo de prensa, ¿por qué fue que te pusiste a fotografiar fauna?
De chico siempre me habían gustado los animales, ya en la adolescencia quería ser biólogo y pensaba estudiar el comportamiento animal. Siempre iba a lugares donde hubiera animales, desde lugares naturales al zoológico. Por otro lado me gustaba la fotografía, pero durante mucho tiempo esas dos cosas no se juntaron. De hecho, en casa tenía peceras con peces, y alguna lagartija o culebra, pero rara vez les sacaba fotos, no se me ocurría sacar fotos de fauna. Esto empezó cuando viví por poco más de un año en Estocolmo. Tenía mucho tiempo libre, porque era un desempleado inmigrante que con suerte trabajaba dos días por semana, y vivía en un lugar con un parque en el que te bajabas del ómnibus, caminabas 60 metros, y podías ver un venado, ardillas, liebres, zorros y hasta un jabalí. En los ratos libres comencé a ir al bosque a sacar fotos. Y con una cámara prestada también filmé algunos bichos. Si se quiere, la fotografía de fauna empezó cuando ya estaba en mis 30 y pico de años, como una cosa forzada por el ocio. En ese entonces ya llevaba cerca de diez años de fotógrafo de prensa.
El mundo del video también fue importante en ese comenzar a retratar a los bichos con la cámara. De hecho, el libro recopila fotos tomadas en salidas al campo de rodajes con De la Raíz Films.
Sí, al volver empecé a trabajar en cosas de video que dieron origen al programa Buscabichos en Tevé Ciudad, y ahí fue cuando comencé a filmar animales de forma más regular y aprender un poco los secretos, algunos leyendo, otros probando yo mismo, sobre cómo acercarse a ellos, cómo registrarlos sin invadirlos mucho. Entonces arranqué a sacar fotos de fauna, y recuerdo que con esas primeras fotos ya quise hacer un libro. De hecho, mi carpeta de fotografía de animales durante muchos años no se llamó “fotos de fauna”, sino “libro fauna”. Ese libro demoró muchos años en hacerse; se concretó finalmente cuando, trabajando con De la Raíz, con Guillermo Kloetzer saliendo a filmar animales por todo el país, empecé a hacer un relevamiento más ordenado y sistemático de los animales. Todo eso terminó en esta idea de hacer un registro de la fauna que encontramos en los viajes que hacemos para filmar nuestros documentales.
Fotografiar animales requiere mucho tiempo y paciencia. Y no siempre es evidente que mucho tiempo implica también dinero. De hecho, lo que te permitió recorrer el país para encontrarte con estos animales era la financiación de documentales o series de televisión. De cierta manera, lo que hace que sea viable ser un fotógrafo de fauna, en tu caso, eran proyectos audiovisuales que ya estaban financiados.
Sí, el objetivo principal era hacer documentales o programas televisivos. Una vez que estás ahí aprovechás para sacar fotos. Si estás en la Quebrada de los Cuervos y aparece una bandada de dragones, es un desperdicio no sacarle un par de fotos. En general, los animales que están en el libro aparecieron al pasar; salvo excepciones, como el venado de campo, casi nunca fuimos a buscarlos especialmente. Cuando uno va a determinados lugares y se queda allí una semana, como hacemos nosotros, aparecen muchos bichos. Y si los sabés buscar, encontrás muchos más. Por ejemplo, si escuchás a una rana y conocés sus cantos, vas a saber que la tenés que buscar en un tronco a un metro y medio de altura o en un charco. La idea del libro era un poco hacer una guía como las que hacían antes los naturalistas, que contaban que habían ido a pasear al Amazonas y describían a los animales con los que se habían encontrado.
Al hacer fotografía de fauna el fotógrafo va adquiriendo conocimientos...
Tenés que tener una base de conocimientos, entre teóricos, de leer mucha literatura y trabajos científicos, y también práctico, de lo que aprendés viendo cosas. A veces uno tiene más horas en el campo que un biólogo, y a veces sucede que uno observó algunos comportamientos que ellos no han visto o registrado. Disfruto mucho de hablar con los expertos. De hecho, mi socio Kloetzer es biólogo. Yo estudié un año, nunca me recibí, pero siempre estoy leyendo. Por ejemplo, acabamos de hacer un trabajo con ñandúes, que supuso leer la tesis de 200 páginas del argentino Gustavo Fernández y de hacerle consultas por mail. Más allá de la curiosidad, tenés que saber sobre el animal, porque cuando estás filmando al bicho y, por ejemplo observás determinados movimientos del macho, ya sabés que eso es lo que antecede a la cópula. Entonces ya te posicionás con la cámara en un lugar que sea propicio para eso. El conocimiento es importante, y también la intuición que uno desarrolla, al tener muchas horas de vuelo mirando animales, y saber diferenciar cuando un animal está caminando por el campo de cuando está haciendo algo, cuando va a ser valioso parar para filmar o fotografiar. Eso no lo leés en ningún paper, son horas de mirar bichos.
Más allá de que cuando vas al campo estás trabajando, supongo que el placer de estar en contacto con los animales sigue siendo un componente importante para dedicarse a esto.
La cámara es un pretexto. Vas a estar probablemente ocho horas sentado abajo de un árbol o metido en un bañado con el barro hasta los tobillos; si no disfrutás el contacto con la naturaleza, hacer esto es complicado, porque muchas veces no vas a sacar la foto o filmar la toma que querías. Para mí esto es como pescar: tenés que ir con esa actitud de que aun cuando no pescaste nada, igual disfrutaste de estar ahí, de tirar la caña, de estar mirando la boya, de sentir el viento, las gaviotas. Tenés que disfrutar la experiencia. Y si además pescás, genial. Tenés que ser una persona que disfrute estar en los lugares, observar. De lo contrario, puede ser muy frustrante; a veces vas diez días seguidos y el animal no apareció o no lo agarraste como querías. Yo además soy fotógrafo, trato de que la foto sea estéticamente linda. Ya casi instintivamente cuando fotografío al animal estoy buscando la luz, el fondo, la composición, no es cuestión de sacar la foto para que luego se pueda identificar la especie. Mediante la selección de las fotos buscamos, junto con la gente de Zona Editorial, que el libro fuera visualmente disfrutable.
Más allá de dejar un registro material de una actividad a la que has dedicado parte de tu vida, ¿cuál es tu intención al sacar un libro sobre fauna del Uruguay?
Uno de los principales cometidos del libro es dar a conocer la diversidad, si bien el conocimiento de la biodiversidad de fauna y flora uruguaya en los últimos ocho o diez años creció exponencialmente –para lo que han ayudado mucho las redes sociales–. Cuando empecé a sacar fotos, creo que fotógrafos de fauna habíamos dos o tres. Hoy debe haber no menos de 40, y 30 son buenos y saben de bichos. Si entrás a foros de fauna y alguien pone una foto de un pájaro del que no sabe la especie, a los diez minutos ya hay cinco personas que lo identificaron. Cuando empecé a sacar fotos, la percepción que yo veía en la gente era que pensaban que en Uruguay había carpinchos, ñandúes y mulitas y más nada. Eso cambió mucho. Pero más allá de eso, el objetivo del libro es mostrarle a la gente que la diversidad de fauna de Uruguay es muchísimo más rica y más variada de lo que uno supone, y en el fondo está eso de que para proteger hay que conocer. Cuando uno dice que hay que proteger los ecosistemas, no es que en ellos haya dos o tres bichos, sino que literalmente hay cientos. La idea es hacer crecer en la cabeza de la gente la cantidad de fauna que hay en la mayoría de los lugares. No hay que ir a la garganta más profunda de la Quebrada de Lunarejo; saliendo un poco de Montevideo ya se encuentran lagartos, aves y animales interesantes. Además de ese aporte por conocer la biodiversidad, me gustaría que el libro despierte vocaciones. Que una niña o un niño de diez o 14 años se diga que qué bueno dedicarse a viajar a buscar animales, a identificarlos, a conocerlos, a estudiarlos. Sería lindo que gente joven que está eligiendo su vocación o carrera encontrara en el libro un empuje para dedicarse al mundo de los animales.