Para algunos autores nuestro planeta se encuentra atravesando la sexta extinción masiva desde que la vida comenzó hace unos 4.000 millones de años. A diferencia de las otras cinco (la del fin del Ordóvico, la del Devónico tardío, la del fin del Pérmico, la del Triásico tardío y la más popular de todas, la del fin del Cretácico, que borró a los dinosaurios de la faz de la Tierra), la actual no es causada por fenómenos astronómicos o planetarios que cambiaron drásticamente las condiciones para la vida, sino por la acción directa de una forma de vida concreta que parece estar fuera de control. Si pensó en que esa forma de vida fuera de control es el ser humano, está en lo correcto. Sin embargo, no todos los investigadores están de acuerdo sobre cómo y de qué manera esta sexta extinción masiva se está llevando a cabo.
Buscando determinar qué importancia tienen las especies exóticas invasoras en la alarmante tasa de extinciones de animales y plantas que se viene registrando, los investigadores Tim M Blackburn, Céline Bellard y Anthony Ricciardi, del University College de Londres, analizaron datos del reporte Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) de 2017. De todas las especies que se han extinguido a escala global desde el año 1500, los autores encontraron que las especies exóticas fueron el único agente responsable de 13% de los casos estudiados (lo que implica 126 extinciones sólo por esa causa). Frente a la postura de algunos investigadores, que como dicen en su artículo, “han argumentado que los impactos de las especies invasoras son exagerados” y que llegan a afirmar que “que no causan más daños ambientales, extinciones incluidas, que las especies nativas”, estos investigadores hallaron que de un total de 782 especies animales extintas, 261 cuentan con las exóticas como una de las causas de su extinción (lo que implica 33,4% de los casos) y que de 153 extinciones de plantas, eso sucedió en 39 (25,5% de los casos). Cuando se analiza el impacto de las especies nativas, los guarismos bajan estrepitosamente a 2,7% en el caso de la extinción de animales y a 4,6% en la de plantas.
Si alguien pensó que echarles la culpa a las especies invasoras de las extinciones de plantas y animales nos exime a los humanos de toda responsabilidad, se equivoca. Como señalan los autores en su artículo, “una de las características que definen al Antropoceno [la era en la que vivimos] es la translocación mediada por humanos de especies a áreas que están más allá de sus límites biogeográficos naturales”. Así que la culpa –y la vergüenza– es como en aquella canción de Pablo Estramín que se usó para una publicidad de grapamiel: nuestra y solamente nuestra.