Creado en 2007 para “fortalecer y expandir la comunidad científica”, “identificar, evaluar periódicamente y categorizar a todos los investigadores que realicen actividades de investigación”, y “establecer un sistema de apoyos económicos que estimule la dedicación a la producción de conocimientos en todas las áreas”, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) realizó, por medio de la también recientemente creada Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), su primer llamado a aspirantes en 2008. Los investigadores que ganaron aquella convocatoria fueron notificados el 1° de marzo de 2009. Diez años y un mes luego de aquella instancia, el SNI llevó a cabo un evento en el edificio polifuncional José Luis Massera de la Facultad de Ingeniería para celebrar su primera década de vida.

El SNI cuenta hoy con 1.825 investigadores en seis áreas: Ciencias Exactas y Naturales, Ciencias Médicas y de la Salud Humana, Ciencias Agro-Veterinarias, Humanidades, Ciencias Sociales, e Ingeniería y Tecnología. Estos investigadores son categorizados, es decir, colocados en tres niveles distintos, de acuerdo a criterios que reconocen su formación, su producción científico-tecnológica, la formación de recursos humanos, el impacto regional e internacional de sus investigaciones, entre otros.

Un poco de memoria

Tras un video que resumió los principales logros del SNI en su primera década de vida, tomó la palabra Rafael Radi, investigador del área de la biomedicina, presidente de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay e integrante de la Comisión Honoraria del SNI junto a Nora Altier, Gerardo Caetano, Fernando Paganini y Fernando Silveira. Como es difícil planificar hacia dónde ir sin saber de dónde se viene, Radi aprovechó para hacer un repaso por la historia que llevó a la concreción del SNI, enumerando alguno de sus logros y planteando desafíos para los próxima década “en la perspectiva de la profundización de un modelo de desarrollo del país que incorpora más intensa y sistemáticamente el rol de la ciencia y la tecnología como motores del desarrollo en áreas de la producción, salud, sociales, culturales y ambientales”.

Radi recordó que “el SNI representa un instrumento para la promoción del desarrollo de actividades de ciencia y tecnología y ha permitido identificar en forma precisa el capital humano existente en todas las áreas del conocimiento”, lo que también fue relevante para “reconocer carencias en el desarrollo de ciertas subáreas” y, por tanto, “promover su avance” . Como bien sabe Radi, que es doctor en Biología y Medicina, nada surge por generación espontánea, y el SNI no fue una excepción. El investigador recordó que si bien “en tiempos tan cercanos como 2007 y 2008 no existía el SNI, durante esos años se vivió una etapa fermental de construcción institucional en relación al desarrollo de la ciencia y tecnología en el país”. “El SNI tiene un antecedente inmediato insoslayable, el Fondo Nacional de Investigadores [FNI]”, sostuvo, y reconoció que “en muchos períodos de los últimos 30 años” la política de Estado de promoción del desarrollo del sistema científico-tecnológico nacional “fue de baja intensidad, y en ese contexto el SNI se constituye ciertamente como un punto alto y decisivo del proceso”.

Desde el estrado del auditorio, Radi contó que el FNI surgió en 1996, cuando el físico Rodolfo Gambini y el matemático Mario Wschebor, con “la ayuda de legisladores de distintos partidos”, lograron que se incluyera un artículo para su creación en la ley de presupuesto. El fondo no contó con recursos hasta 1998, cuando una carta que tuvo “gran repercusión en los medios” contribuyó a que el entonces presidente Julio María Sanguinetti se decidiera a darle dinero. En 1999 el país tenía 153 investigadores abarcados por el fondo que fueron seleccionados entre 702 aspirantes. Debido a la crisis económica de los 2000, el fondo no hizo más llamados hasta 2004, cuando se designaron 240 investigadores.

Como la demanda insatisfecha era tan grande, “en 2005 el Comité de Selección del FNI envió una carta al Equipo Operativo del Gabinete Interministerial de la Innovación”, que dio inicio al proceso que llevaría a la creación del Sistema Nacional de Investigadores, aprobada el 31 de agosto de 2007 y que se reglamentó en julio de 2008. Ese mismo año se abrió el primer llamado, que, como repasó Radi, llevó a que el 1° de marzo de 2009 se resolviera el ingreso de los primeros 1.101 investigadores al sistema. Radi destacó algunos valores de SNI como el “respeto a todas las áreas del conocimiento y de sus formas de producción”, la “valoración de los aportes científicos y tecnológicos”, así como la “independencia académica del sistema”. También expresó, en nombre de la Comisión Honoraria que integra, la “satisfacción por la situación actual del SNI, en el entendido de que se ha cumplido con los objetivos indicados por la ley de creación”, pero aclaró que como no son “autocomplacientes”, son conscientes de que tienen “aún muchas tareas para encarar”.

En ese sentido, el ingeniero Jorge Moleri, integrante del directorio de la ANII que tomó la palabra luego de Radi, señaló que en “ este año tan particular tenemos muchas responsabilidades”, entre las que señaló las de “aunar esfuerzos, cultivar la confianza y trabajar cada día para transmitir y demostrar a quienes tendrán la responsabilidad de conducir el país que la investigación debe ser una prioridad en el próximo gobierno”. Moleri enfatizó que “Uruguay necesita imperiosamente un shock de inversión en investigación y también necesita un shock de inversión en innovación”. Y nuevamente la perspectiva histórica se puso de manifiesto para comprender el rumbo a tomar: “Todo lo que hemos avanzado nos permite distinguir hoy lo que aún nos falta por hacer” concluyó.

Hacia un país más hospitalario

Luego llegó el turno de una mesa de intercambio integrada por investigadores del SNI, formada por Mariela Bianco (Facultad de Agronomía, Comisión Sectorial de Investigación Científica), Ana Meikle (Facultad de Veterinaria), Eduardo Manta (químico y secretario nacional de Ciencia y Tecnología), Daniel Perciante (ingeniero y vicerrector de Investigación e Innovación de la Universidad Católica del Uruguay) y el propio Rafael Radi. Allí se compartieron puntos de vista sobre desafíos, principales logros y cuestiones que afectan a la ciencia en nuestro país, como la brecha de género, la necesidad de insertar investigadores fuera del ámbito académico y la responsabilidad de los investigadores en aportar a la resolución de los problemas del país.

Tras el panel de investigadores, el evento culminó con unas reflexivas palabras del físico teórico Rodolfo Gambini. “Del mismo modo que en su momento lo hiciera el Programa para Desarrollo de las Ciencias Básicas, el Sistema Nacional de Investigadores ha favorecido la consolidación de una comunidad científica con fuerte sentido de pertenencia y compromiso con el país”, comenzó diciendo el físico. Dado que Radi había hecho un pormenorizado recorrido por el proceso que terminó en la creación del SNI, Gambini prefirió hablar entonces de lo que queda por delante, que para él es mucho: “Uruguay sigue ocupando lugares secundarios en inversión en ciencia, tecnología e innovación a nivel regional y mundial; nuestro grado de desarrollo científico es aún desparejo y en muchas disciplinas tenemos carencias en orientaciones de vital importancia”.

Gambini fue elocuente sobre una de las principales carencias de nuestro sistema científico: “Si bien hay cada vez más jóvenes con vocaciones científicas, se ven desmotivados por la falta de oportunidades laborales”. El hecho es llamativo, porque como dijo el académico, “las necesidades crecientes del país en materia científica para transformar su matriz productiva, enfrentar desafíos sanitarios, aprovechar sus recursos naturales protegiendo al ambiente y atender de modo racional y planificado las urgencias sociales no se traducen en una demanda sistemática de conocimientos desde el estado o el sector privado”. También expresó que “los incentivos otorgados por el SNI son muy reducidos” y señaló que deben mejorar “para contribuir a la consolidación de nuestra comunidad científica”, ya que “sin perspectivas de futuro adecuadas, las opciones científicas seguirán siendo poco atractivas”.

Para que las cosas no quedaran en el aire, Gambini puso un ejemplo concreto: “En algunas áreas con gran tradición y mayor desarrollo, como la biología, que es hoy tan atractiva y tiene tanto potencial por sus múltiples aplicaciones, la carencia de salidas laborales suficientes desestimula a muchos jóvenes con vocaciones científicas”. Como también hay investigadores jóvenes con formación excelente, “aún teniendo doctorados” que “se eternizan en cargos docentes de iniciación”, Gambini sugirió que “se debería considerar la posibilidad de incorporar estímulos adicionales” para quienes están en esa situación, “tal vez mediante la creación de una carrera del joven investigador” en el SNI.

De todas maneras, para el físico “se requiere el fortalecimiento de instrumentos y la creación de instituciones de investigación con participación del gobierno por medio de las nuevas Secretarías de Transformación Productiva y Competitividad y de Ciencia y Tecnología que promuevan la calidad de nuestra ciencia básica y aplicada”. Hablando de la institucionalidad de la ciencia, dijo que pese a “avances importantes que se han concretado recientemente, seguimos teniendo una gobernanza con fuertes ambigüedades y contradicciones en los roles y funciones de sus componentes”. Para quienes gusten de leer entre líneas, Gambini fue claro como agua de glaciar: “Es necesario seguir avanzando para tener un sistema científico integrado, con clara definición de las competencias, lineamientos políticos explícitamente definidos y promovidos desde el Poder Ejecutivo, con el debido asesoramiento académico, y con la ANII como una de sus unidades ejecutoras”.

Demostrando que la física se combina bien con la filosofía, Gambini dijo que vivimos “en una época de opiniones irreflexivas y simplistas y decisiones apresuradas” en la que los investigadores tienen un papel para que “el nivel y las formas de discusión se hagan más objetivos y productivos, tratando con seriedad y racionalidad los principales problemas nacionales”. El físico lamentó que “en tiempos de la revolución digital y del acceso masivo a la información, de notables progresos de las ciencias de la salud, del impacto de la acción humana sobre el planeta y de sus graves consecuencias ambientales, en nuestro país se sigue prestando poca atención a la ciencia”. También señaló con pesar que “se manifiesta preocupación por la pérdida de puestos de trabajo, se aspira a un mayor crecimiento económico, se expresa preocupación por la protección del ambiente, se reclaman mayores prestaciones en salud, pero pocas veces se relacionan estas aspiraciones con la ciencia y, cuando se hace, no se pasa de un nivel meramente declarativo”.

“Debemos trabajar para que se invierta más en ciencia, pero también hay que procurar que esta sea mejor entendida, y que se la perciba como herramienta indispensable para dar respuesta a los múltiples desafíos de nuestro tiempo”, dijo hacia el final de su intervención, dejando claro que la ciencia no puede estar ajena a la política y que no todo el problema se limita al dinero invertido. De hecho, llamó a los investigadores y académicos a “tomar la iniciativa” para contribuir “a mejorar los niveles de educación, impulsando actividades y programas que permitan difundir los avances recientes de las ciencias”, a trabajar “por el abordaje científico de los problemas” y a plantear “estrategias para incorporar la ciencia a los diversos aspectos de la vida nacional”.

Ante todos los presentes concluyó que “el Sistema Nacional de Investigadores no es un fin en sí mismo” y recordó que “las naciones científicamente más desarrolladas rara vez tienen instituciones de este tipo”. Sin embargo, recalcó que en países como el nuestro “es un medio particularmente idóneo para que, en un futuro no muy lejano, la practica científica sea demandada, aprovechada y remunerada como corresponde”. La sala se llenó de aplausos.

Algunos números del SNI

5 son los miembros de la Comisión Honoraria (dos a sugerencia del CONICYT, dos a sugerencia de la ANII y uno a sugerencia de la Udelar)
42% de investigadoras mujeres
50 es el promedio de investigadores que anualmente evalúan a sus pares
1.825 es el número actual de investigadores categorizados
48.810 productos bibliográficos producidos en sus primeros diez años
8.024 participaciones en proyectos de investigación en sus primeros diez años
4.405 productos técnicos producidos en sus primeros diez años