El pez sierra pequeño, científicamente llamado Pristis pectinata, es un animal inconfundible. Siendo un pez cartilaginoso, su esqueleto, en lugar de huesos, está constituido por cartílago, y por tanto forma parte de la clase de peces llamados condrictios, junto a los tiburones, las rayas y las quimeras. Más allá de que puedan medir casi siete metros y pesar 350 kilos, lo que más llama la atención es su rostro alargado, plano y dentado, lo que le ha dado el nombre común. Es un animal increíble, de esos que nos hacen pensar en las caprichosas y maravillosas formas esculpidas por miles de años de evolución. Por todo ello, el pez sierra pequeño es tan inconfundible como un elefante, una jirafa o un cardenal: una vez que uno lo ve no hay forma de pensar de que se trata de otro bicho (guárdense esta observación para más adelante).

En el mundo existen actualmente cinco especies de peces sierra: el pez sierra grande (Pristis pristis), el pez sierra verde (Pristis zijsron), el pez sierra enano (Pristis clavata), el pez sierra estrecho (Anoxypristis cuspidata), y el mencionado pez sierra pequeño, que es el único que se ha registrado en nuestras costas. A pesar de ser carismáticos y entrañables, o tal vez precisamente por serlo y entonces haber llamado la atención de los humanos para su explotación, los peces sierra son “el grupo más globalmente amenazado de tiburones, rayas y quimeras”. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el pez sierra pequeño es una especie declarada en Peligro Crítico (CR) global, categoría que comparte con el pez sierra grande y el pez sierra verde, mientras que las restantes dos especies están en la categoría En Peligro (EN).

Según la UICN, “En el Atlántico occidental, los peces sierra pequeño están ampliamente distribuidos a lo largo de aguas marinas y estuarinas tropicales y subtropicales. El pez sierra pequeño se ha encontrado desde Uruguay hasta el Caribe y Centroamérica, el Golfo de México y la costa atlántica de los Estados Unidos”. Sin embargo, luego aclaran que este simpático animal “ha sido parcial o completamente erradicado de amplias áreas de su distribución anterior” y que “mientras que los registros más antiguos de esta especie incluían a la mayoría de países a lo largo de América Central y Sudamérica, los registros y reportes indican que el pez sierra pequeño puede ser hoy encontrado de manera fiable sólo en Bahamas, Honduras, Belice y Cuba”. De hecho, cuando se mira el mapa de su distribución, las aguas del sur de Brasil, Uruguay y Argentina están en rojo y en la carta de colores se señala que el color se debe a que está “posiblemente extinto”.

Justamente a partir de este tipo de observaciones fue que varios investigadores de Argentina, Uruguay y Brasil se propusieron buscar por todos los medios posibles la manera de dar por cierta su posible extinción a nivel local o, por el contrario, demostrar que el animal aún vive y nada en el Atlántico sur occidental. Los investigadores hicieron público lo que encontraron en el artículo “Trazando la ocurrencia de la especie críticamente amenazada pez sierra pequeño Pristis pectinata en el límite de su distribución sur en el Océano Atlántico sudoccidental”, publicado recientemente en la revista Endangered Species Research.

Pristis pectinata en Bimini, Bahamas. Foto: James St. John

Pristis pectinata en Bimini, Bahamas. Foto: James St. John

Foto: James St. John

¿Cómo buscar un pez raro?

Para conocer más sobre esta investigación, fuimos a conversar con Laura Paesch, bióloga marina del Departamento Biología Poblacional de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara), científica que participó en el trabajo aportando datos de Uruguay. Pese a su amplia experiencia estudiando y trabajando con animales marinos –en la Dinara se especializa en condrictios demersales–, Laura Paesch y la mayoría de nosotros tenemos dos cosas en común: nos fascinan los animales raros como el pez sierra... al tiempo que jamás vimos uno en la vida real. “Sólo en fotos”, confiesa Paesch.

Y es que el pez sierra pequeño es un animal que por estas costas nunca fue muy abundante. “Es un animal costero, que como máximo está en aguas de 10 metros de profundidad, aunque hay registros en la bibliografía de que se lo vio en profundidades de hasta 88 metros”, cuenta Paesch. “Básicamente, su zona de reproducción y área de cría de juveniles está asociada a profundidades muy escasas; es una especie típica de bocas de ríos, estuarios, manglares, lagunas y bahías” agrega.

Por lo que dice, debería ser un pez que, de estar, debería verse más que otros peces que se encuentran sólo en aguas muy profundas. También es cierto que nuestras aguas estuarinas no son muy cristalinas. “Incluso este pez es típico de esos lugares que te mencioné en fondos de arena y de lodo. Generalmente las aguas con ese tipo de sedimento no son nada claras”, acota Paesch. Es que al igual que las rayas, el pez sierra pequeño es un bentónico, un animal que acostumbra alimentarse en el fondo (no en vano, como las rayas, tiene la boca en su parte ventral).

Así que amenazado, posiblemente extinto, con baja frecuencia y ocurrencia en nuestras costas, y encima difícil de ver por sus hábitos, el pez sierra parece más esquivo que un amigo que nos debe plata. “Este trabajo surgió a iniciativa de dos colegas argentinos, Juan Martín Cuevas y Mirta García, que plantearon realizar la revisión del estatus de esta especie en el extremo más sur del Atlántico sudoccidental, dado que esta especie fue citada para nuestras aguas, registrada e incluso hay piezas en museos”, dice Paesch. “Como la distribución de la especie abarca también Uruguay y Brasil, fui invitada, junto a otro colega brasileño, a participar en la investigación” agrega.

Con todas estas dificultades, el trabajo de investigación, que se puso por objetivo “caracterizar la ocurrencia de P. pectinata en la Zona Común de Pesca Argentino-Uruguaya (ZCPAU)” recurrió a diversas estrategias. “Lo primero que hicimos fue realizar un relevamiento de todas las fuentes de información. En primer lugar analizamos la proveniente de las campañas de evaluación de recursos pesqueros que se hacen regularmente a bordo de los buques de investigación que tienen ambos países”, dice Paesch. Los resultados no fueron alentadores: en las 152 campañas de investigación entre 1981 y 2015, que implicaron 8.623 lances de pesca, no hubo ni un solo registro de su presencia.

“Otra fuente de información consultada fue la proveniente de las estadísticas pesqueras de ambos países, es decir, las declaraciones con los desembarques de especies que hacen los barcos pesqueros en los puertos de cada país”, prosigue la investigadora. Una vez más, los resultados fueron negativos: en todas las estadísticas pesqueras analizadas de la ZCPAU entre 1981 y 2015 no hubo ni un solo registro del pez sierra pequeño. Recurrieron a una tercera fuente de información: “También hicimos un relevamiento de las colecciones que están en los museos y en las universidades. Lamentablemente, la única pieza en colecciones en nuestro país estaba en el Museo Nacional de Historia Natural, pero en una de las mudanzas de su sede el material se perdió”, relata Paesch. De todas formas, tampoco hubo incorporaciones recientes a las colecciones, ya sea por animales varados, recolectados o por otra causa.

Pez sierra en Atlantis Paradise Island, Bahamas. Foto: D. Ramey Logan

Pez sierra en Atlantis Paradise Island, Bahamas. Foto: D. Ramey Logan

Foto: D Ramey Logan

“La cuarta fuente de información consistió en entrevistas a los pescadores artesanales”, explica la investigadora. “Para hacer el relevamiento de las entrevistas de los pescadores artesanales seguimos un protocolo de trabajos similares que se han hecho para la especie en otros lugares. Se realizó un cuestionario tipo que los pescadores debían responder”, detalla. Y entonces, ¡bingo! “Información cualitativa basada en entrevistas (275 entre investigadores, compañías de pesca y pescadores profesionales y recreacionales) apoya la presencia ocasional del pez sierra pequeño en la ZCPAU”, dice el artículo. Los registros obtenidos mediante reportes orales fueron cinco, dos de los cuales “son los primeros para Uruguay y fueron reportados por pescadores experimentados”, afirma el trabajo.

¿Se puede creer en un pescador?

Quienes conocemos a pescadores, sobre todo a los que lo hacen por entretenimiento, sabemos que no se puede confiar mucho en ellos. Sin embargo, esa desconfianza sólo aplica para el tamaño de lo que han pescado: es poco probable que un pescador confunda a un bagre con una corvina, o a una lisa con un pejerrey. Paesch comparte: “Evidentemente, la información más fiel que se puede conseguir de cualquier recurso acuático es la que se recaba a bordo de un buque de investigación con personal formado para eso. Pero esa no es la única fuente, no hay que desconocer otras que también nos pueden dar mucha información. En el caso de los pescadores, por su experiencia de campo, saben mucho de las especies más allá de que no manejen los nombres científicos, y es difícil que confundan especies aunque no sepan su clasificación taxonómica”. Pero además recordemos que estamos hablando de un pez que no se parece a ningún otro, con un rostro alargado, aplanado y lleno de dientes que se asemeja a una sierra. “De hecho, la apariencia del pez sierra fue una de las cosas que nos impulsó a confiar en estos testimonios de los que no hay pruebas materiales: es muy difícil errarle con este pez y confundirlo con otro”, afirma Paesch.

“El último registro para nuestro país es de 2010. Es el testimonio de un pescador uruguayo que vio un ejemplar en cubierta capturado en un lance en la ZCPAU y que luego devolvieron al agua”, dice la investigadora. En el artículo se detalla que el registro da cuenta de un ejemplar que tenía entre 70 y 80 centímetros, que fue capturado mediante pesca artesanal y reportado por un pescador de 50 años, con 35 años de experiencia en el rubro, en la zona Papamoscas, ubicada a 80 millas náuticas al sur de La Paloma; se desconoce el destino final del ejemplar.

“Además de ese testimonio de 2010 de Uruguay, hay otro de 1954 , y dos testimonios de Argentina, uno de 1958 y otro en la Laguna Mar Chiquita en 2012”, acota Paesch. En el trabajo se detalla que el otro caso de Uruguay, registrado en 1954, fue también reportado por un pescador artesanal, en este caso de 65 años y con 45 años de experiencia en el rubro. El ejemplar medía 1,5 metros y fue desembarcado en el puerto de la Paloma. El caso más reciente se trata de un ejemplar capturado en 2012 a dos kilómetros al este de la la Laguna Mar Chiquita, en Argentina, reportado por un pescador de 24 años y 15 de experiencia, y pese a que no se estimó el tamaño, se sabe que fue devuelto con vida al agua.

Laura Paesch

Laura Paesch

Foto: Ricardo Antúnez

Si los pescadores recreativos pueden mentir sobre el tamaño de sus pescados, uno se pregunta si es posible que haya subdeclaración, tanto de los pescadores artesanales como de los industriales, sobre lo que sacan en sus redes. “En la estadística pesquera, de acá y de todo el mundo, es un problema el cómo se identifican las especies”, afirma Paesch. “La declaración de las capturas de especies de condrictios en particular es muy global, agrupándose muchas especies bajo un mismo nombre genérico”. Dado esto, tal vez algún pez sierra haya ido a parar, para la estadística, junto a la bolsa de los peces cartilaginosos.

Tu palabra me basta

Con estos registros en Uruguay y Argentina, dos de ellos en esta década presente, los investigadores tenían información valiosa. “Si bien en las estadísticas de pesca no hay registros de esta especie y en los cruceros de investigación tampoco se registró la presencia, a partir de estos testimonios planteamos que la idea de que el pez sierra está extinto en esta zona tiene que ser revisada”, dice Paesch. De hecho, en el trabajo los investigadores señalan: “Concluimos que esta especie siempre fue errante en la región y sugerimos que la visión de P. Pectinata como erradicada del Uruguay y el norte de Argentina debería ser revisada”.

“Su extinción no estaba demostrada. Eso fue lo que motivó este trabajo. Al ver que autores de otras partes lo daban por presuntamente extinto, quisimos hacer nuestro aporte para nuestras aguas. Para catalogar a una especie como extinta primero tenés que ver todas estas fuentes que vimos”, explica Paesch, que además señala que “estos reportes orales son muy utilizados en caso de especies raras, no es algo que hayamos inventado nosotros”.

Pristis pectinata visto por rayos X. Foto: Sandra Raredon - Smithsonian Institution

Pristis pectinata visto por rayos X. Foto: Sandra Raredon - Smithsonian Institution

Foto: Sandra Raredon - Smithsonian Institution

El trabajo entonces demuestra que es equivocado decir que el pez sierra pequeño está posiblemente extinto en las costas de Uruguay y Argentina. Luego habrá que hacer más investigación para ver si hay una población, si son ejemplares que están de paso, etcétera. “En la medida que se siga con las investigaciones y el monitoreo de las fuentes de información, se va a ir afinando el panorama”, dice con humildad Paesch. “En el trabajo se propone, como ya se ha aplicado en Australia para este tipo de especies raras de muy baja frecuencia y de ocurrencia muy ocasional, la aplicación de las técnicas de ADN ambiental, en las que se toman muestras del ADN del ambiente para determinar o no su presencia. Son técnicas bastante recientes, y que son prometedoras”, sueña la investigadora, con un entusiasmo que se contagia.

“Este trabajo deja la puerta abierta para estudiar más la diversidad que tenemos. Hay otro montón de especies de condrictios que están en los listados porque alguien alguna vez las vio y los registros son muy antiguos, pero que hace tiempo no se ven ni en los barcos de investigación ni en los barcos de pesca”, señala Paesch. “No se trata sólo del pez sierra, hay una puerta abierta para investigar otras especies en un estado similar, de las que se sabe muy poco y de las que hay sólo registros muy antiguos para el área que nunca se volvieron a revisar. No podemos decir que porque no las vemos o no aparecen están extintas, hay que investigar”, concluye Paesch, y uno no ve la hora de saber más sobre esos fascinantes animales que, aunque no veamos, están allí, nadando bajo nuestras propias narices y tratando de que lo que a la evolución le llevó años moldear no sea borrado por la codicia y la torpeza del ser humano.

Artículo: “Tracing the occurrence of the Critically Endangered smalltooth sawfish Pristis pectinata at its southernmost distribution in the Southwest Atlantic Ocean”.

Publicación: Endangered Species Research (2019).

Autores: Juan Cuevas, Mirta García, Natalia Hozbor, Vicente Faría, Laura Paesch.

Zona caliente

“Otra de las cosas que motivó esta investigación fue que oceanográficamente estamos ubicados en una zona que es muy rica en diversidad. Las costas del Atlántico sudoccidental son un hot spot de especies de condrictios. Las costas del norte argentino, Uruguay y sur de Brasil son una de las cinco regiones del mundo críticas en cuanto a las especies amenazadas de condrictos”, dice Paesch. “En ese marco, los estudios sobre diversidad, abundancia y distribución de las especies cobran mayor importancia, porque es una zona muy rica que hay que cuidar”.

“Hay unas 1.200 especies de peces cartilaginosos en el mundo. De esas 1.200 especies, 190 recorren las aguas del Atlántico sudoccidental, y 107 de estas están citadas para la ZCPAU. Gracias al buque de investigación Aldebarán, tenemos confirmada la presencia de casi la mitad de las 107 especies. De esas 107 especies de condrictios, 36 especies demersales –o sea, que tienen hábitos relacionados con el fondo– son frecuentes. Pero también tenemos un montón que son raras, que como el pez sierra, tienen presencia ocasional, baja abundancia, que no tienen importancia pesquera, pero que son parte del ecosistema y que no tienen que ser dejadas de lado”, añade la investigadora. Así que en nuestras aguas tenemos unas cuantas especies confirmadas de tiburones, rayas y quimeras prontas para maravillarnos.