Julia Herrero Albillos es docente del Centro Universitario de la Defensa de Zaragoza e investigadora del Instituto de Ciencias de Materiales de Aragón, donde investiga las propiedades de imanes nanométricos. Obtuvo su doctorado en Ciencias Físicas en la Universidad de Zaragoza y continuó su carrera en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, y hace dos años volvió a su ciudad. La investigadora destaca como uno de sus mayores logros su participación en la investigación internacional Long-lived Magnetism from Solidification-Driven Convection on the Pallasite Parent Body que reconstruyó la historia del campo magnético de un asteroide de cerca de 4.500 millones de años de antigüedad. Herrero visitó Uruguay invitada por el Centro de Formación de Cooperación Española para difundir, por primera vez en Sudamérica, el movimiento español 11 de Febrero (11F), que promueve la participación de mujeres y niñas en la ciencia, del que es fundadora y orgullosa defensora.
Dedicarse a la física estaba casi predeterminado para Herrero: su padre es físico y su madre matemática. La investigadora recuerda que un día, cuando era pequeña, apuntó con su dedo a la luna y preguntó a su padre: “¿Qué es eso?” y a él “se le cayó la baba”. Una vez en casa, “con una “naranja, una aguja de tejer, un flexo y una pelota de tenis”, le explicó qué es la Tierra, la Luna y cómo se producen los eclipses. Además sus padres, empecinados en fomentar el interés de Julia, le regalaron libros sobre ciencia y la llevaban a exposiciones científicas. La científica también destaca la influencia de la serie Cosmos, conducida por el astrónomo Carl Sagan: “Es que ese hombre inspiraba a cualquiera”, dice, y tampoco se olvida de una profesora que le despejó todas las dudas sobre su interés en la física.
Ese mismo interés es el que Herrero intenta transmitir a las niñas –y también a los niños– en cada actividad del movimiento 11F en centros educativos de toda España. El movimiento toma el nombre de la fecha proclamada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Su objetivo es promover la organización de actividades que fomenten el “acceso”, la “plena participación” y la “visibilización” de las mujeres y las niñas en la ciencia, además de impulsar el desarrollo de la “vocación investigadora en las niñas”.
El movimiento surgió en 2017. Ese año se organizaron 336 actividades en 40 provincias españolas. Desde entonces, “la cosa no ha hecho más que crecer”, destaca la investigadora. En 2018 se llevaron a cabo 1.400 actividades en centros educativos, universidades, centros de investigación, teatros y centros culturales de toda España, y este año la cifra alcanzó las 2.580 actividades.
“El caso del 11F es muy curioso, porque si bien el grupo más activo son mujeres científicas, la mayor parte de las integrantes no se dedican a la ciencia en su trabajo”, señala Herrero, y subraya que fomentar la participación de las niñas en la investigación científica no es sólo una tarea de las científicas. En ese sentido, cuenta que este año en Zaragoza se decoraron los escaparates de las tiendas con mujeres científicas. Los vendedores escogieron una figura, estudiaron cuáles fueron sus aportes a la ciencia y lo trasladaron a la ciudadanía. “Recuerdo la pasión con que nos contaba sobre la científica que había elegido un tendero que vendía tés”, dice Herrero, y añade: “Cualquiera puede investigar sobre alguien que lo inspire y hablar de esa persona”.
Descensos inexcusables
La investigadora comenta que, desde su perspectiva, las mujeres no tienen dificultades de acceso a la ciencia: “Ahora cada uno puede estudiar lo que quiera, no hay nada que te lo impida”. De todas formas, plantea que existe “una barrera invisible” que va tomando forma en la infancia de las niñas, “en la que padres, madres, profesores, las noticias, anuncios, películas y la sociedad en general, poquito a poco y de una manera muy sutil”, desestimulan el gusto de las niñas por ciencias como las matemáticas o la informática y las acercan a ciencias vinculadas al cuidado del otro, que la investigadora no pretende desvalorizar aunque se pregunta: “Si a una niña le gustan las matemáticas ¿por qué le vamos frenando ese gusto?”. Cuenta con un poco de pesar, por ejemplo, que en España ha descendido el número de mujeres estudiantes de ingeniería informática. “Mientras que en los años 90 el porcentaje de estudiantes mujeres se ubicaba cerca de 30%, el año pasado estaba en 12%”, apunta, y añade: “No está muy claro por qué. Una puede pensar en muchos factores: el estereotipo del informático, la introducción de los ordenadores personales en las casas, entre otros”. Asimismo, Herrero señala que ha sucedido algo similar en Estados Unidos, donde la cantidad de estudiantes mujeres en informática “llegó a estar en 36% y ahora está en 17%”.
Para Herrero, las dificultades y obstáculos para las mujeres en la ciencia aparecen en la trayectoria científica, donde comienzan a quedar en evidencia “sesgos inconscientes”, por ejemplo, en los mecanismos de evaluación que permiten a los investigadores crecer y alcanzar puestos de jerarquía. “Cuando me pedían que propusiera nombres de invitadas para un congreso, sólo se me ocurrían nombres de hombres”, cuenta Herrero en alusión a sus propios sesgos. Sólo cuando alguien le llamó la atención al respecto Herrero empezó a cambiar: “Hago siempre un esfuerzo doble de pensar nombres de chicos y de mujeres; cuesta un poquito más, pero una vez que te ponés, no es tan difícil”, comenta.
La física no está de acuerdo con afirmar que las mujeres son menos productivas que los hombres en la ciencia. Aunque hay estudios que así lo demuestran y Herrero lo reconoce, prefiere preguntarse cuáles son las causas que limitan a las mujeres en sus indicadores de productividad científica. “¿Cuál es la causa? La más sencilla y la que siempre sale es la maternidad, pero no es la única ni mucho menos. Las mujeres asumimos muchas más tareas que los hombres tanto en el trabajo –tareas menos vistosas y que luego no se computan en la carrera científica–, pero también en casa”, expresa, y subraya: “Si las mujeres tienen más responsabilidades fuera del empleo, en el trabajo les costará estar al nivel de los hombres”.
Por otro lado, la investigadora llama la atención sobre las medidas que se aplican para ayudar a las mujeres en la carrera científica: “Ojo con eso”, dice. Recuerda un estudio de la Universidad de Harvard sobre el impacto de la paternidad y la maternidad en la producción científica, que determinó que en general los hombres con hijos resultaban beneficiados con respecto las mujeres porque “en sus permisos de paternidad, en lugar de conciliar, se dedicaban a publicar. Entonces, por supuesto hay que tomar medidas desde las instituciones, pero también tiene que cambiar la sociedad y las mujeres tenemos que exigirle a la otra parte que se corresponsabilice en las tareas familiares”, enfatiza.
La investigadora no tiene dudas en afirmar que sin la participación de las mujeres la ciencia es de peor calidad. “En general, los equipos variados dan mejores resultados”, dice, y resalta la necesidad de las mujeres en todos los ámbitos de la ciencia, aunque en algunos la ausencia femenina sea más evidente. “Por ejemplo, en mi campo: estudiar imanes. Uno pensaría ‘qué más da que lo estudien más hombres que mujeres’, pero en el equipo –porque la ciencia se hace en equipo– que haya hombres y mujeres hace que tengamos distintos puntos de vista y fluyan mejor las cosas”, sostiene. A su vez, la investigadora apunta que la participación de las mujeres cuando el objeto de estudio son los seres humanos es muy importante: “Cuando hay mujeres investigando estos temas, se van a fijar no sólo en los problemas que tengan las propias mujeres, sino también en los problemas de los niños”. Por todo ello, la física afirma: “Con la participación de las mujeres la ciencia es mejor”.
Brechas de género en la producción científica
Durante la visita de Herrero en Uruguay se presentó el informe Las brechas de género en la producción científica iberoamericana, del Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad de la Organización de Estados Iberoamericanos (OCTS-OEI), que arroja datos concretos sobre la participación de las mujeres en “la educación superior, la producción científica de las investigadoras” y “las colaboraciones científicas” de las mujeres en la región.
Según la investigación, “un tercio de los países de Iberoamérica tienen cierta paridad de género” entre quienes investigan, “con porcentajes de participación femenina de entre 48% y 53%”. En Uruguay, 50% de las personas que se dedican a la ciencia son mujeres, porcentaje que lo ubica en cuarto lugar en la región, por debajo de Venezuela (61%), Guatemala y Argentina (ambos 53%). En el extremo opuesto se encuentran Chile, México y Perú, países en los que las mujeres son apenas un tercio del total de la base científica. Sobre este punto, los autores destacan que la brecha de género entre los investigadores “no necesariamente está relacionada con el nivel de desarrollo de los sistemas de ciencia y tecnología”. En el caso de España y México, “países con sistemas altamente desarrollados para el contexto iberoamericano”, hay poca participación femenina en la ciencia (40% y 33%, respectivamente), plantea el informe.
A su vez, el documento indica que al observar la participación de investigadores e investigadoras en el sector público y privado se vislumbran claras diferencias. Incluso en los países con mayor paridad entre científicos, las mujeres tienen menor participación en el sector privado. En Uruguay las mujeres científicas se concentran mayormente en el sector público (53%), mientras que en el sector privado sólo llegan a 29%. “Este fenómeno puede explicarse en parte porque los principales campos de I+D [investigación y desarrollo] en las empresas, como las disciplinas tecnológicas y las ingenierías, cuentan con menor número de mujeres”, explica la investigación.
En un segundo apartado, el informe aborda las brechas de género en la educación superior. “La mayoría de quienes estudian en el nivel superior en Iberoamérica son mujeres”, destaca el documento. En Uruguay las mujeres representan 52% de los estudiantes en educación superior y superan a los hombres entre quienes se gradúan (55%). No obstante, esto no ocurre en todas las disciplinas. Las mujeres se concentran en “las ciencias sociales, de la educación y de la salud” y tienen una menor participación en “las ingenierías y las disciplinas tecnológicas”.
En el análisis de la participación de hombres y mujeres en los artículos científicos entre 2014 y 2017, la investigación determinó que las mujeres tienen menor participación en todos los países (46%). El país con mayor cantidad de mujeres en las firmas de artículos científicos fue Brasil con 72%. En cambio en Uruguay, entre 2014 y 2017, el porcentaje de artículos de instituciones que incluyen al menos la firma de una autora nacional aumentó solamente 1% (de 49% a 50%).
Por último, la investigación tomó en cuenta las diferencias entre hombres y mujeres en la conformación de redes de colaboración. “Las redes sociales crean y limitan las oportunidades para la elección individual y de las organizaciones”, establece el documento. Al analizar los vínculos entre investigadores surge que “entre las autoras y los autores que se vinculan con un solo colega la paridad de género es perfecta. Sin embargo, entre aquellos que establecieron vínculos con cinco colegas el porcentaje de mujeres desciende a 45%. Entre aquellos de mayor conexión, que comparten vínculos con 50 autores, las mujeres son tan sólo 28%”.
Asimismo, se encontraron diferencias entre las áreas con mayor y menor participación femenina. En el caso de las ingenierías y las ciencias físicas y químicas, la diferencia en los niveles de conexión entre hombres y mujeres es menor. Es decir, las mujeres ingresan menos, pero “luego se integran en forma relativamente equitativa a las redes de colaboración”. Por el contrario, en el caso de las ciencias sociales “la diferencia en los niveles de conexión entre hombres y mujeres es de apenas 12% en favor de los hombres”.
Artículo: “Las brechas de género en la producción científica iberoamericana”.
Publicación: octubre de 2018.
Autores: Mario Albornoz, Rodolfo Barrere, Lautaro Matas, Laura Osorio y Juan Sokil.